(Docente de escuelas primarias de los distritos N° 6 y 8 de la Ciudad de Buenos Aires.)
Son muchas las preguntas. La desprolijidad de la bajada de información, la incoherencia de aplicarla. Desde Nación se baja una cosa y vemos que en Ciudad o en otras jurisdicciones es confusa o no está delimitada con detalle. A principio de semana era una gran duda qué pasaba con las clases suspendidas. ¿Las docentes que tenemos hijxs en edad escolar, con quienes lxs dejamos? ¿Con lxs abuelxs, que están en una situación de vulnerabilidad? ¿Y los permisos para quienes convivimos con personas de los grupos de riesgo? Es un circuito de contradicciones que el protocolo de Ciudad aún no aclara. Me pregunto cómo se para el Estado con respecto a la educación. Y compruebo una vez más que recae completamente sobre los hombros de lxs docentes. Exigen que hagamos planificaciones, actividades, que las subamos a redes, a plataformas, que enviemos mensajes grupales de whatsapp, que imprimamos cuadernillos y los llevemos a fotocopiadoras cercanas a la escuela para que vayan las familias y puedan hacer copias. Es complejo porque no todas las familias tienen computadoras -hoy sólo 5°, 6° y 7° grado cuentan con netbooks- ni acceso a internet en sus casas. Me preocupa la importancia que se le da a nuestro rol. ¿Somos facilitadorxs que nos limitamos a preparar actividades para un alumnado en la soledad de sus casas? Nuestra intervención queda reducida a la entrega de viandas, y lxs docentes no nos formamos para eso. Nos alejan cada vez más de nuestra función pedagógica. Además, esas “viandas” contienen dos sandwiches, una fruta y un paquete de galletitas, para muchxs chicxs el único alimento del día. Cada año denunciamos la calidad de la comida que envían a las escuelas, que está lejos de ser nutritiva. Depositan una vez más en nosotrxs la responsabilidad sobre la vida digna de las infancias y adolescencias. Y pensando en aquellas familias que no poseen trabajo en relación de dependencia, que viven de changas, que son trabajadorxs independientes. ¿Cómo hacen en estos 14 días para generar su dinero y poder alimentarse? ¿Y con el cuidado de sus hijxs? ¿Qué políticas públicas hay para eso? En nuestro caso particular, el protocolo sigue sin contemplar el permiso de ausencia a lxs docentes que tengan hijxs mayores de 15 años, adultxs mayores de 65 años a cargo y convivientes del grupo de riesgo. Les dan potestad a las supervisiones para que aprueben los esquemas de guardias, por lo que cada conducción decide lo que le parece. ¡Hay escuelas a las que van sólo dos docentes y a otras van 15!
Pero hay algo que no podemos dejar de enunciar y denunciar, que tiene que ver con los casos de dengue y con el abastecimiento que reclamamos desde las escuelas de artículos de limpieza, jabones, alcohol en gel, repelentes. Tenemos muchísimos casos de dengue en las escuelas públicas de la Ciudad, con familias, alumnxs y docentes afectadxs. Sin embargo, de eso no se habla, y sin querer minimizar este nuevo problema que debemos enfrentar y prevenir, hay más casos de dengue en la Argentina que de coronavirus a nivel mundial. Más todas las causas de mortalidad infantil, de desnutrición, de enfermedades, de gatillo fácil, de femicidios. Y las contradicciones de las noticias en los medios. ¿Qué es lo que no se dice? Me pregunto de qué se nos permite hablar y qué debemos naturalizar para evitar la transformación desde la protesta y la transformación de la realidad de nuestrxs pibxs en las escuelas, de nosotras como mujeres, que tiene que ver con el contexto socieconómico, cultural, político de este sistema capitalista que se lleva gente puesta todos los días.