“Nadie quiere el paro general. Ni nosotros ni ellos.” Ese es el diagnóstico en el Gobierno tras la semana de las tres movilizaciones masivas. En Balcarce 50 no hicieron una lectura de lo ocurrido que los lleve a cambiar el rumbo: por el contrario, lo ratificaron. Buscarán, eso sí, ir apagando los distintos conflictos con una combinación de la zanahoria y el garrote. Mientras continúan el diálogo con un sector de la CGT, mañana el Ministerio de Trabajo recibirá a los gremios “más golpeados” –según admiten en el Gobierno– para discutir sobre la entrada de importaciones. Después de ésa, podrían venir otras reuniones sectoriales, dado que en el Gobierno advierten que la representación de la cúpula de la CGT es dudosa. Con el conflicto docente, en tanto, el oficialismo apuesta al desgaste y a que se cierren las paritarias en la mayoría de los distritos.
En el oficialismo hicieron su lectura de lo que representaron los tres días de medidas de fuerza y masivas movilizaciones que expresaron cuestionamientos a las políticas del gobierno de Mauricio Macri. Si bien desde lo comunicacional el oficialismo intentó surfear esos días montado en los incidentes en la Catedral o en el palco de la CGT, concluidas las jornadas se impuso un análisis global de cómo responder a lo ocurrido. No se plantean un cambio del rumbo general, sino estrategias de control de daños. Por un lado, con anuncios como que el que hizo en el fin de semana el presidente Macri con el Procrear. En esos casos, se buscará alentar la idea de una recuperación económica. Por otro lado, habrá un intento de mitigar los frentes de conflicto.
El final de la marcha de la CGT, con sus dirigentes huyendo de la multitud que les exigía la fecha del paro general, dejó una amarga conclusión en los despachos más políticos del Gobierno: “La CGT no tiene liderazgo. No tenemos interlocutores ahora”, se analizaba en el despacho de uno de los funcionarios. Es una forma de poner la pelota en la cancha de la CGT, pero también supone un problema para el Gobierno. “Si no se ordenan ellos, es muy difícil cerrar algo. Ya no nos alcanza con hablar con el triunvirato. Por eso, vamos a segmentar las reuniones”, indicaban desde una de las alas de la Casa Rosada en la que elaboran la estrategia oficial.
En concreto, el Ministerio de Trabajo convocó hoy a los gremios “más golpeados” por los despidos y la apertura de importaciones. Entre los que fueron llamados al encuentro, están la UOM, los textiles, los cerámicos y los sectores del calzado. No está claro cuál será el resultado de esa reunión, ya que en el oficialismo no admiten que la apertura de importaciones haya tenido un efecto concreto sobre la producción nacional y sobre el empleo. Tampoco dicen ver que exista destrucción de puestos de trabajo. La idea será tener reuniones separadas con estos gremios y escuchar sus reclamos. Podría haber un ofrecimiento de subir los Repro (el programa para empresas en crisis por el que el Estado paga parte de los sueldos), aunque desde el comienzo de la gestión PRO esos subsidios sufrieron fuertes recortes. En los encuentros, además del ministro Jorge Triaca, estará otra figura resistida por el sindicalismo: el ministro de Producción, Francisco Cabrera. El vicejefe de Gabinete, Mario Quintana, podría completar el trío.
Además de esa convocatoria, el Gobierno sigue en contacto con el sector más dialoguista de la CGT –y el que más reparos pone a un paro general– que incluye a Andrés Rodríguez (UPCN), Gerardo Martínez (UOCRA) y José Luis Lingieri (sanitarios). Además, en el oficialismo aseguran que se verá un endurecimiento del discurso oficial sobre los empresarios que rompan el acuerdo sobre los despidos. Nadie en Balcarce 50 se animaba a decir que esto sea suficiente para frenar el paro general, pero buscarán instalar que si se produce será más por el descontrol interno de la CGT que por la intransigencia del oficialismo.
En el frente docente, parece que la lógica apunta más al garrote que a la zanahoria. No hay ni el más mínimo atisbo de ceder ante el reclamo de los gremios de convocar a la paritaria nacional docente, que el Gobierno ya dio por cerrada. En el oficialismo esperan que sean las provincias las que resuelvan el entuerto (aseguran que ya se están cerrando acuerdos en catorce jurisdicciones). En los distritos que concentran la mayor cantidad de alumnos y que además son gobernados por el PRO, como la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires, la estrategia será también continuar negociando desde una posición rígida: María Eugenia Vidal sigue amenazando con multas multimillonarias para los gremios que no acaten la conciliación obligatoria. Apuestan a un desgaste de los docentes a medida que se extiende el conflicto. Incluso, aseguran que ya comenzó a producirse: “Es verdad que el lunes pasado hubo mucha gente en la marcha, pero en la provincia cayó mucho el nivel de adhesión los tres días siguientes”, aseguraron funcionarios del área educativa. En el Gobierno interpretan que hay margen para seguir negociando: “Por algo el paro fue llamado para miércoles y jueves y no lunes y martes. Es para negociar”. No hay voluntad, de todas formas, de pasar el techo del 20 por ciento que marcó el Presidente, lo que baja las chances de que esa negociación llegue a algún resultado. En el macrismo suponen que el tiempo les juega a favor y que los docentes terminarán teniendo que aceptar lo que les ofrecen.
Sobre el paro internacional de mujeres, la estrategia del oficialismo fue diferente: buscó mimetizarse con el reclamo e ignorar que varias de las consignas iban dirigidas al gobierno nacional. Casualidad o no, el fin de semana que pasó fue el primer timbreo de mujeres del PRO.