Con la dispensa de la Real Academia en el uso de la palabra que el Negro Fontanarrosa impulsara, quiero hoy escribir sobre todos ellos. Todos sabemos que el hecho de ser portadores de este singular adjetivo o sustantivo, (ambos valen), no les permite darse cuenta de que lo son. Pero nosotros, los otros, convivimos con ellos desde siempre. Si bien quien más quien menos, tenemos defectos y algunas miserias, porque ¿quién en el transcurso de su vida no ha reconocido alguna vez errores, pedido disculpas y cambiado de actitud por ello?; no somos pelotudos. En ocasiones “actuamos pelotudamente”, pero al darnos cuenta, rectificamos y crecemos. Crecemos, sí, porque de escalas de valores hablando, el pelotudo está muy bajo, movilizado en general por la soberbia, el “me lo sé todo”, por puro pelotudo, nomás. Y jode. Molesta. Impide muchas veces el avance de una sociedad.
¿Quién no tiene o ha tenido algún problema por causa de ellos? Pero ahora es distinto, porque la Argentina los tiene como enemigos potenciales. Los llamados COVID-19 (coronavirus) están atacando al mundo y llegando a nuestro país. Han dejado una triste historia de muertes en Italia, España y Francia, especialmente, que pudo haber sido muy distinta si no hubieran ayudado los pelotudos. No ignoramos que tomaron el cierre de escuelas, espectáculos, trabajos, etc., por vacaciones y salieron a diseminar virus por todas partes, creando pérdidas de vidas tan valiosas como la suya o la mía.
Acá en Argentina se creó esa palabra. Quizás porque tenemos el número más grande de pelotudos. No lo sé. Solo sé que esta vez son una real amenaza, porque si no siguen las instrucciones, van a contagiarnos, a usted, a mí y a todo el que tenga cerca. Y nos enfermaremos. Y muchos moriremos. Por ello sugiero, en este crucial momento donde aún no tenemos casos autóctonos, nos pongamos a trabajar con el lavado de manos, el aislamiento, con todo lo indicado por las autoridades, pero intentemos simultáneamente concientizar a los pelotudos, porque creen que esto de la pandemia es publicidad periodística, no es realidad, y por ello los vemos vacacionando, amontonados en las colas de los supermercados, festejando cualquier cosa todos juntos o regresando de otros países sin guardar la cuarentena correspondiente.
No se protegen, porque están convencidos de que acá “no pasa nada”. Por ello tampoco nos protegen. Hagamos algo. Hablémosle, insistamos. Todos tenemos un pelotudo cerca. Si logramos algo, no solo habremos salvado vidas, sino también crecido como sociedad. Si se anima a intentarlo, le deseo buena suerte. Gracias por leer.
Edith Michelotti