La poesía refulge como un relámpago en Dos luces de frente, colección de poemas breves de Diego Planisich (Avellaneda, Santa Fe, 1979): un relámpago que alumbra con su belleza fugaz el desolado paisaje argentino. La foto de tapa por Pacho Coulchinsky (Reconquista, Santa Fe, 1961), el diseño de Álvaro Dorigo y Noelia Melit, y la contratapa del poeta Ariel Aguirre suman exquisitez al volumen. El paisaje es leído aquí no como superficie sino como un espacio dotado de espesor, tanto subjetivo como histórico. Si bien Planisich usa el parco lenguaje del neo objetivismo, lo supera explorando la hondura emocional y política del clima que construye. Y esa profundidad, que golpea tan repentinamente como uno de esos rayos que caen en medio del campo y hacen de pronto aparecer lo visible en su riqueza de detalles que no alcanzan a captarse, porque ya se han sumergido nuevamente en la oscuridad gris, conmueve precisamente por su intermitencia, por su efecto de fragilidad del mundo.
La tormenta, la cal blanco fúnebre del paredón del cementerio, los cadáveres que la tierra esconde, todo el campo visto al pasar en un auto con vidrios polarizados en la vislumbre de "un instante de peligro" (como dijera Walter Benjamin) suman sus notas graves a la fina arquitectura de una atmósfera tan opresiva como coherente. Pero sin embargo aflora una serenidad casi sobrehumana en estos apuntes descriptivos y a la vez cargados de matices de sentido, de resonancias en la memoria y en el presente: "Llueve y no para/ los suelos parecen ahogarse/ en su propia hemorragia// Pierdo días de entrenamiento: / la luna, que en algún lugar crece/ es un amigo más que no veo".
"Dos luces de frente", Diego Planisich, Palabrava, Santa Fe, 2019.