“El único pilar es la economía privada que sostiene toda la estructura del Estado incluyendo a los cuatro millones de integrantes de la economía popular”, señala un reciente editorial de La Nación. 

“Desde la revolución industrial se sabe que el crecimiento de una nación depende de la acumulación de capital y la disponibilidad de tecnología”, continúa. “Pensar que un país pueda dar empleo y sostener sus gastos gracias a organizaciones sociales que no son sustentables sin subsidios es ... un camino peligroso que solo puede destruir al sector productivo en aras de una fantasía socialista”, remata el editorial.

La proclama del diario de los Mitre está basada en una concepción ortodoxa donde el sector de la economía privada empresarial se enfrenta al sector público y cooperativo en un juego de suma cero. De esa manera, que una cooperativa de recicladores reduzca la contaminación y reaproveche materiales que se desperdiciarían genera un “perjuicio para la empresa privada” y “pone en riesgo el aparato productivo”. 

La base de ese delirante argumento es que los cooperativistas reciben algún subsidio del Estado. Lo dice un medio con una deuda impositiva multimillonaria y que se apropió de la empresa monopólica de provisión de papel para diario recibiendo abundantes subsidios y financiamiento de parte del extinto Banade.

Es impresionante los beneficios del Estado que recibió la mayor parte de la cúpula empresarial argentina: desde la apropiación de las tierras de los aborígenes asesinados por el ejército estatal; pasando por las privatizaciones de empresas públicas a precio vil durante el menemismo; hasta el histórico y constante saqueo de las finanzas estatales a través de usurarios sobreendeudamientos gestados por gestiones liberales. 

Suponiendo el relato ficcional de un empresariado que se forjó sin apoyo estatal, pensar que el desarrollo de sectores de la economía popular con necesidad de subsidios destruye al sector productivo privado continúa siendo erróneo. No sólo en términos de garantizar la estabilidad política y social indispensable para el normal desarrollo de la economía. En términos estrictamente económicos, la expansión de la producción debe ir acompañada de una expansión proporcional de la demanda

El avance tecnológico y de la productividad pone en jaque los puestos de trabajo, especialmente en países subdesarrollados que importan la mayor parte de los paquetes tecnológicos. Como un desocupado más es un consumidor menos, el potencial crecimiento de la producción se ve frenado por un bajo crecimiento de la demanda. Las políticas redistributivas vía el Estado permiten que la mayor productividad generada por el avance del conocimiento humano (que no es fruto del esfuerzo de un sector privado importador de tecnologías) sea acompañado de un desarrollo armonioso del consumo, tornando viable la expansión de la economía privada. La economía popular con su amplia generación de puestos de trabajo contribuye, de esa manera, al normal desarrollo del capitalismo argentino.

 

@AndresAsiainn