Siempre es grato recordar y volver a escuchar algunos de los discos que acompañaron el regreso a la democracia en Argentina, en 1983. Entre esos trabajos están los que desde temprano reflejaron las ansias por abrir ese camino de reconstrucción social y cultural, y también los que enseguida acompañaron los incipientes y esmerados pasos de la democracia recuperada. Por entonces, como en toda época que propone compromisos colectivos –y este tiempo de pandemia también lo es– la canción supo tocar sensibilidades y conciencias al punto de convertirse en canal de comunicación privilegiado, el reflejo de una manera de estar en el mundo, la vida de todos los días como circunstancia artística.

La expansión de las características comunes entre el folklore, la canción urbana de autor y el pujante rock argentino consolidaron, entrada la década de 1980, una idea de Música Popular Argentina que, entre el furor y la esperanza, alimentó y se alimentó de la sensibilidad social de los años de la recuperación de la democracia. En aquello que muchas veces se recuerda como “la primavera democrática”, lo que en materia de música popular había quedado bajo el rótulo “folklore” recuperó por entonces parte de aquel rasgo inconformista que el Golpe de Estado de 1976 había truncado violentamente. Además, la coyuntura de la Guerra de Malvinas abrió en los medios de comunicación espacios que el rock argentino ocupó con el carisma de muchos de sus artistas y la contundencia de sus canciones.

De eso, en distintas medidas, se nutrió la canción que reflejó aquel tiempo. El amplio arco de edades, condiciones sociales y culturales que esa idea de Música Popular Argentina supo incluir, prefiguró una imagen de “pueblo” que en el constante ida y vuelta entre artista y público, fue de distintas maneras el protagonista de aquel cancionero.

Aquí, una lista de doce discos. Apenas una muestra del extraordinario impulso creativo de aquella época. Al igual que en el juego musical que este diario propuso alrededor del rock, como en toda selección hay algunas omisiones: las involuntarias -y no por eso inocentes- del cronista, y las de las plataformas en las que todavía la música argentina no logra navegar con el vigor que su historia merece.

En Argentina, Mercedes Sosa (1982)

Es la edición de los conciertos que Mercedes Sosa ofreció en el Teatro Ópera en febrero de 1982. Fue su vuelta al país después del exilio, pero fue además el regreso en el sentido más amplio que se pueda imaginar: el de la gran voz, el del gran repertorio y el del público ávido de canciones con fundamento.

Fue además la legitimación de cruces y encuentros hasta entonces casi improbables: Ahí están como invitados León Gieco, que coloca a “Solo le pido a Dios” donde tenía que estar. Y Charly García, mostrando la belleza universal de un tema como “Cuando me empiece a quedar solo”. Otros invitados de este disco memorable que iluminó el camino hacia la democracia que el país comenzaba a emprender fueron Ariel Ramírez, Raúl Barboza, Rodolfo Mederos y Antonio Tarragó Ros.

Todavía cantamos, Los trovadores (1982)

Después de las prohibiciones que terminaron por desarmar el grupo a fines de los ‘70, la década del ’80 trajo una nueva formación de Los Trovadores. Sin perder la identidad original, el conjunto nacido en 1956 en Rosario supo interpretar el espíritu de ese tiempo.

El quinteto estaba formado entonces por "Quito" Figueroa, Ramón "Chiquito" Catramboni, Miguel Ángel Aguirre, Enzo Giraudo y Carlos Fredi. Su repertorio incorporaría temas que se convertirían en emblemas de aquellos años de recuperación de la democracia, pasados por el tamiz de audace arreglos y refinadas interpretaciones. En Todavía cantamos, además de Víctor Heredia, autor del tema que da nombre al disco, participan como invitados Rodolfo Mederos, Piero y Antonio Tarragó Ros.

Los Oficios de Pedro Changa, Los Trovadores y Armando Tejada Gómez (1967)

En 1984 se reeditó el poema cantado que Armando Tejada Gómez y Los Trovadores grabaron entre fines de 1966 y principios de 1967, y enseguida fue prohibido y retirado de la circulación. Era la época de Onganía. Hubo una primera reedición en 1974, que en 1976 corrió la misma suerte de la primera, hasta que la primavera democrática permitió la definitiva.

Francisco Romero, Carlos Pino, Sergio Ferrer, Eduardo Gómez y Héctor Anzorena conformaban aquella formación de Los Trovadores y cada uno de ellos se hizo cargo de musicalizar e interpretar los poemas de Los oficios de Pedro Changa. Más que el grupo, en este trabajo se destacan las voces individuales. Cada uno canta sus propios temas, dejando sentado que Los Trovadores, además de lograr una altísima calidad grupal, podía ser un conjunto de solistas.

Puertas abiertas, Víctor Heredia (1982)


Uno de los creadores más prolíficos de aquellos años fue Víctor Heredia. Sus canciones son testimonios profundos y sentidos de esa época. En su voz y en la de otros, esas canciones circularon en varios sentidos para contribuir a crear un sentido común en el que la idea de justicia social y memoria son puntos cardinales.

Puertas abiertas es el disco que lo consolida como el gran juglar, el que en aquella Argentina se anima a decir lo que todavía muchos no decían. Ahí están temas como “Informe de la situación”, “Discurro sobre el bien”, “Nos vamos poniendo viejos” y “Vuelve al campo”.

Víctor Heredia canta Pablo Neruda, Víctor Heredia (1974)


En 1982 Víctor Heredia decidió grabar de nuevo el disco dedicado a Pablo Neruda que había realizado en 1974, cuyas matrices habían sido destruidas durante la dictadura. Víctor Heredia canta a Pablo Neruda nació así de nuevo, con varias modificaciones, otros arreglos, pero el mismo espíritu: homenajear a uno de los poetas que dio voz mundial a Latinoamérica.

El mismo Heredia musicalizó los poemas. En la selección hay algunos de tono intimista como “Cuerpo de mujer” y “Niña morena y ágil”, hasta los más encendidos en su sentido colectivo como “Sube conmigo amor americano”, “El pueblo victorioso”, “Por esos muertos” y “Porque ha salido el sol”. La que se comparte aquí acá es la grabación original, la de 1974, con los arreglos y la dirección musical de Gustavo Beytelmann.

Confluencia, Antonio Tarragó Ros (1982)


La creatividad de Antonio Tarragó Ros fue importante por estos años. Temas de su autoría como “María va” o “Canción para Carito”, compuesta con León Gieco, lograron gran circulación y numerosas versiones. Confluencia es otra muestra de gran momento por el que pasaba el acordeonista correntino, como intérprete y compositor.

También como arreglador: el sonido del disco, producto de los cruces que Tarragó venía experimentado desde hacía varios discos, tiene la marca propia. Es el caso del tema que da nombre al disco, donde la participación del grupo Markama, con sus instrumentos andinos, otorga otra dimensión a la melodía plácida del chamamé.

A viva voz, Los Nocheros de Anta (1983)

Entre los mejores conjuntos vocales de la historia, Los Nocheros de Anta alumbraron el camino hacia la democracia con un disco que combinó canciones tradicionales como “Recuerdos del Portezuelo” y “Canción del derrumbe indio” con las más actuales “Grito santiagueño”, de Raúl Carnota, y “Para vivir”, de Pablo Milanés.

También de regreso de las oscuridades de la dictadura, la formación de aquellos Nocheros de Anta era con Elbio Escobedo, Jorge Semino, Jorge Berén, Alberto Perez Pifiger y Pablo Tejes. Como siempre los arreglos y las interpretaciones, superlativas e inconfundibles.

En vivo en Argentina, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés (1984)

¿Te acordás cuando en los lugares menos esperados había un tipo con un guitarra haciendo canciones de Silvio y/o de Pablo? Fue así, las canciones de la Nueva Trova cubana contribuyeron a consolidar el paisaje sonoro de aquellos años de recuperación de la democracia. Los rústicos casetes que desde Cuba llegaban con las versiones originales de aquellas maravillosas canciones se tradujeron enseguida en ediciones discográficas locales y con la primera llegada a Buenos Aires del registro de un disco doble (aquí el Volumen I , y aquí el Volumen II ) : Silvio Rodríguez y Pablo Milanés – En vivo en Argentina.

En aquellos shows de 1984 participaron numerosos invitados, en un ida y vuelta de canciones que redondeaba el espíritu colectivo que la época demandaba. Están León Gieco, César Isella, Antonio Tarragó Ros, Víctor Heredia, Cuarteto Zupay y Piero.

Memoria del pueblo, Cuarteto Zupay (1984) 

Particularmente activo por entonces en los cruces que desde el folklore abría diálogos con otras fuentes, el Cuarteto Zupay se animó a una antología de las canciones que servían para explicar esa época.

Temas como “Oración a la justicia”, de María Elena Walsh, “Los dinosaurios” de Charly García y “Señora violencia”, de Miguel Cantilo y Piero, se conjugan con “Milonga del muerto”, que Jorge Luis Borges escribió a un soldado de la Guerra de Malvinas y más tarde musicalizó Sebastián Piana, “Solo le pido a dios”, de Gieco, una vez más y “Aquí hay las madres”, tema de Rubén Verna y García Caffi dedicado a las Madres de Plaza de Mayo. Es un disco de mensaje directo y contundente, testimonio de una época.

Recital Luna Park, Horacio Guarany (1984)


En aquellas épocas, que también fueron de regresos y reencuentros, la presentación con la que Horacio Guarany volvió a actuar en Argentina , en 1984 en el Luna Park, queda entre los momentos más estruendosos de la música argentina. Dueño de un carisma particular y ligado a una idea de folklore llana y directa, Guarany retoma en esa ocasión el contacto con su público fiel y repasa muchas de aquellas canciones que lo convirtieron en un emblema de popularidad.

En el disco doble que surgió de esas actuaciones están “Piel morena”, “Caballo que no galopa”, “Pescador y guitarrero”, “Coplera del prisionero”, “Volver en vino” y “Si se calla el cantor”, entre otros hoy clásicos.

La forestal, Enrique Llopis (1984)


El despojo de la compañía inglesa que tuvo en sus manos el monopolio absoluto de la explotación del quebracho colorado en el Chaco santafesino están contados en La Forestal: un hachazo a la dignidad del hombre, una crónica musical con textos de Rafael Ielpi -basado en el libro La Forestal, de Gastón Gori- y música original de Jorge Cánepa y José Luis Bollea.

La obra, estrenada en enero de 1984 en Rosario, con la voz cantante de Enrique Llopis, la participación de la agrupación coral Arsis, los relatos de Emilio Lenski y la dirección general de Néstor Zapata, tuvo enseguida su versión discográfica, con registros en vivo de las presentaciones en Rosario y Buenos Aires.

El purajhei de Teresa Parodi, Teresa Parodi (1985)


Fruto eximio de aquella época es el canto de Teresa Parodi . Artísticamente madura, la correntina llegó a la consideración general a través del Premio Consagración en el Festival de Cosquín de 1985, para convertirse enseguida en una de las creadoras entrañables de la música argentina.

Ese año grabó El purajhei, donde entre otras cosas están “Pedro canoero”, “Apurate José”, “María Pilar”, una de las primeras canciones que afronta el tema de los desaparecidos, y esa joya que es “Vuelvo a trepar naranjos”.