Algunos de los mejores relatos periodísticos ligados al territorio demasiado impreciso de La Plata y sus vértices –agua, campo, catedral y autopista–, fueron reunidos bajo el título Crónicas, así, a secas, sin ninguna justificación adosada a ese término que, en esencia, da nombre a una “reacción de escritura” contra el tedio narrativo imperante en los medios. Un acierto de La Comuna, el sello responsable de este mapa compuesto por 16 poderosas historias.
El libro compila miradas sobre la capital bonaerense desde diversos ángulos: la Universidad frente a los casos de acosos y abuso sexual (el dilema de los escraches); la violencia policial (Miguel Bru), la dictadura y la identidad (Ignacio Montoya Carlotto); las intrigas políticas en las periferias (crimen de Lobería); la mitografía rockera (El mató a un policía motorizado y Víctimas del baile); la memoria inoxidable de barcos y navegantes; la inundación de 2013; los exorcismos; la masonería empotrada en motivos arquitectónicos; los medios y Malvinas; hasta la denuncia sobre la burocracia estatal en temas de salud.
Si en las discusiones frecuentadas en los últimos tiempos por teóricos, suele volverse una y otra vez sobre la hibridez de la crónica como género (dónde y cuándo se une y desune con la literatura, y de qué manera hace parentela con la noticia), los textos reunidos en este libro asumen esa saludables indefiniciones del género para retratar –sin máscaras – a una ciudad que perdió el maquillaje de la burguesía fundante.
Crónicas se inicia con “Al macho lo escracho” de la periodista Marisol Ambrosetti que propone un interrogante de fondo: ¿sirve el escrache como forma de castigo contra quienes cometen abuso y acoso sexual en redes sociales y en las aulas Universitarias? Ambrosetti recorre pasillos en busca de respuestas anotando diálogos y definiciones con diversas organizaciones feministas hasta llegar a tratar el tema de “la punición como raíz patriarcal” con Dora Barrancos, principal referente del país: “El 2018 fue muy fuerte en una ciudad universitaria como La Plata –sostiene– El debate en el Congreso sobre el aborto en el marco de un gobierno neoliberal en lo económico y conservador en lo ideológico, fogoneó como nunca un movimiento feminista que ya venía creciendo a partir de las marchas del #Niunamenos impulsado por las pibas. Me sorprendió para bien el empoderamiento de las mujeres jóvenes que ya no se callan más, que denuncian la violencia y luchan por un mundo más justo para las mujeres y disidencias. Pero el escrache en las aulas y redes sociales hacia compañeros y docentes no me cerraba como estrategia, aunque es probable que haya sido efectiva en lo inmediato creo que, en la mayoría de los varones, no promueve la reflexión, ni la deconstrucción sino que por el contrario, alimenta el enojo y la actitud defensiva y machirula. El acoso y abuso es claramente violencia machista. Pero el escrache es, también, violencia feminista. Creo que ahora, en la UNLP están promoviendo otras estrategias y dispositivos pedagógicos que pueden ser más enriquecedores para el cambio institucional y cultural que pretendemos las feministas”.
Otro retrato urbano es el que propone el periodista José Maldonado, prendiendo focos para iluminar la noche platense a través de la música electrónica y la evocación de la ya mítica banda “Victimas del baile” integrada, entre otros, por Rudie Martínez y Francisco Bochatón, más tarde líder de Peligrosos Gorriones. Maldonado, además recomponer cierta histografía rockera (bandas, nombres, consecuencias e influencias) traza el mapa nocturno de la ciudad –sus bares emblemáticos como El Tinto a Go Go a comienzos del 90 y La Boutique desde el 2000 en adelante– agitada por sintetizadores, bandejas de discos y drogas de colores suaves: “Es una historia sobre la cual no se hizo mucha justicia cuando se recopila la historia del rock platense. A fines de los '80, en La Plata ya había bandas haciendo techno industrial de una forma completamente intuitiva y auténtica. Víctimas del Baile, por ejemplo, fue un emblema de eso. Elegí ponerle a la crónica el nombre de esa banda para repasar la historia de músicos y DJs que fueron pioneros de la electrónica en La Plata. Y contar cómo fue evolucionando hasta generar hoy una escena con muchísima proyección y crecimiento”.
Dos crónicas más de las imprescindibles en este libro: “Miguel” de la periodista y docente Sandra Di Luca, donde destrama la historia de la búsqueda por parte de familiares y amigos del estudiante Miguel Bru quien fuera visto por última vez el 17 de agosto de 1993 luego de haber sido detenido y torturado por la policía de la comisaría Novena de La Plata, y “Con Gringos” del narrador Juan Bautista Duizeide que, en deliberada referencia al Conti de las aguas, le quita óxido a las historias de hombres barcos en las costas de Berisso a través del renacimiento de una de las goletas más antiguas.
-¿Por qué la crónica como género periodístico encuentra en el formato libro más recepción que en los medios?
Sandra Di Luca: “La crónica siempre pone en tensión a la narrativa periodística. Las características del género, su esencia, la hace más libre que otros. Esa combinación de los detalles y el contexto, no da margen a la superficialidad y necesita un tiempo que, a veces, no coincide con el ritmo de la estructura narrativa de los medios. Aunque algunos medios intentan hacerlo, buscan formas de financiar o acordar la producción de estos contenidos periodísticos. Pero la crónica pone en tensión también a quien la escribe. Porque lo primero es tener algo para contar y luego asumir la responsabilidad de hacerlo. Y esto no es menor porque pone en juego nuestra forma de ver el mundo a través de una historia que al escribirla volvemos a desandar. Después vendrá el cómo y dónde. El cómo no es menor, porque en general, estos trabajos a mediano y largo plazo sin financiación, se hacen fuera de las jornadas laborales, lo que es toda una decisión. En la medida que la crónica responda a una necesidad de contar, se abren espacios. Quizás por todo esto, se lleve bien con el formato libro.
José Maldonado: -Nadie sabe exactamente hacia dónde y cómo está mutando el negocio de la prensa gráfica. Ni los propios dueños de los diarios. Las revistas en papel, donde leímos durante décadas buena parte de las mejores crónicas periodísticas, son prácticamente un género en extinción. Y la mayoría de los diarios, con excepción de los cuatro o cinco más importantes, luchan por sobrevivir achicando las ediciones en papel. Eso tiene obviamente un correlato directo con el tipo de periodismo que se busca, se paga y se practica en la mayoría de las redacciones. El libro me parece hoy un mejor formato de soporte para este tipo de textos.
Marisol Ambrosetti.: -Creo que el viejo formato americano de pirámide invertida sigue siendo funcional al estilo de los medios gráficos, tanto digitales como los tradicionales diarios de papel. Hay estudios de marketing que hablan de lo poco que leemos, sobre todo si se trata de noticias. No más de 30 segundos promedio. Entonces, el título, la bajada y la cabeza de la nota tienen que contar lo más importante y lo más rápido posible. Lo mismo pasa en las redes. La crónica en sus múltiples vertientes está pensada para leer a otra velocidad, es una lectura de sillón, que requiere una actitud de mayor entrega por parte del lector.
Juan Bautista Duizeide: -A mi entender, mucho de lo que se publica en diversos medios como crónica, no merece tal nombre. Se trata de notas periodísticas adornadas con algunos recursos de la literatura, no construidas desde esos recursos. Grandes crónicas como “La isla de los resucitados” de Walsh, “Tristezas del vino de la costa” de Conti incluyen datos duros, muchos, pero las estructuran desde su punto de vista y su lenguaje. No son reductibles a infografía, si se intentara ese ejercicio, se perdería lo que es fundamental en ellas. Tal tipo de abordaje requiere un régimen de producción que no suele ser el de los medios actuales. Hoy te piden que resuelvas de un día para el siguiente un texto y que saques las fotos vos o las consigas. Salvo que seas Arlt, que a veces trabajaba así, pero era un genio y con una capacidad de trabajo monstruosa, resulta casi imposible en esas condiciones producir genuinas crónicas.