Una pintura al óleo sobre chapadur de Orlando Belloni, titulada "La Marisa", sirvió como disparador de una exposición colectiva curada por el escultor Fabián Rucco, quien tomó el artículo determinante "la" como denominador común a los títulos de todas las obras. Catorce artistas de la ciudad y la región fueron convocados con una obra cada uno para la exposición "La", que se hubiera inaugurado el jueves 19 de este mes en el prestigioso espacio de arte Miguel Ballesteros de la Bolsa de Comercio (Paraguay 755, Rosario).
El cierre está previsto para el 22 de mayo y el horario de visita de la sala (actualmente cerrada) sería en condiciones normales de lunes a viernes de 9 a 18. "La exposición se va a extender todo lo que tenga que extenderse hasta que la gente la pueda visitar y se pueda hacer algo abierto al público", anticipó el curador. "La sala está muy bien ubicada, es una de las mejores de la ciudad por la espacialidad y la iluminación con que cuenta", se entusiasma Rucco, quien dice haberse planteado como un desafío productivo este proyecto curatorial expresamente basado en un hilo conductor conceptual mínimo, pero que en el fondo expone un campo social del arte, alternativo y poco visibilizado.
A cada expositor, el curador planteó como único requisito las medidas máximas de ancho y alto, y que el título de la obra comenzara con el artículo "la". ¿Sería esta sílaba (unida a la experiencia del curador como autor y realizador de obras monumentales en espacios públicos de gran amplitud) capaz de articular una heterogeneidad provista por el azar? Un azar controlado, ya que invitó a artistas cuyas producciones ya conocía.
Rucco se alegra además de haber logrado montar "una exposición súper ecléctica y que funciona perfectamente, donde ninguna obra compite sobre la otra, sino que dialogan". También se considera "agradecido por haber logrado reunir a una gran cantidad de expositores, todos artistas de gran trayectoria, de reconocimiento, con experiencia. Con intencionalidad me planteé la dificultad de unir distintas técnicas y tamaños: tenemos óleos, acrílicos, dibujos, objetos, video, instalaciones, esculturas en distintos materiales, todo creando una feliz unión. No fue fácil y al planteármelo sabía que era un gran desafío", dice este escultor que convocó a sus pares para un diálogo que aún aguarda.
"La Mona Lisa de (Roberto) Echen, La corbata de (Raúl) D'Amelio, La bandera blanca de Vignoli, La materia de (Adrián) Carnevale, La greca de (Jorgelina) Toya, La tentación de (Mario) Godoy o La nave va de (Omar) Henry, nos remiten a una imagen en particular para luego sorprendernos con la obra. A su vez encontramos pretensiones más poéticas o fantásticas como La ingenuidad de los incautos de (Víctor) Landucci, La penúltima estrategia de (Luchi) Collaud, La condición celular de (Laura) Capdevila, La naturaleza muerta… no está tan muerta de (Marcelo) Castaño, La sutileza de existir de (Raúl) Gómez, o La suprema boca del tiempo de (Romina) Carrara", escribe en el catálogo.
La lista precedente configura un panorama de firmas que no se inscriben en un estilo hegemónico, que no producen para un mercado, o que son más conocidas por sus otras actividades (gestión cultural, docencia) que por su arte. Hay un tono común a todas las obras: el de una mirada crítica sobre la realidad, algo ácida y no exenta de humor. Se trata en general de una generación intermedia, que no reniega del cuadro al óleo ni de la escultura con materiales nobles como la piedra o el hierro, ni del dibujo al pastel, aunque los renueve en algún sentido. Son quizá demasiado tradicionales para el arte contemporáneo y demasiado audaces aún para espectadores fieles a las tradiciones.
La lista de expositores configura un panorama de firmas que no se inscriben en un estilo hegemónico ni producen para un mercado
Los más virtuosos del seleccionado se ponen a jugar (desde el enigma, la parodia, la extrañeza o la pura belleza sensual) con tópicos formales del arte tales como la naturaleza muerta (Castaño, Godoy) o la figura humana (Gómez, Toya). Carrara y Capdevila exploran gestualidades y microscopías, Henry halla una extraña frescura en los grises de color y las líneas rectas, Echen deconstruye un ícono renacentista ya casi divinizado, Landucci plasma en una compleja instalación las paranoias contemporáneas, Collaud invoca al espectro del Estado benefactor sobrevolando una imagen como de pesadilla y D'Amelio ironiza sobre las costumbres al crear un objeto mezcla de collar, corona y corbata de hierro. En el centro de esta diversidad se sitúa Orlando Belloni con su temática popular, fiel a su barrio y a los personajes del barrio: "La" Marisa singulariza, des-estigmatiza, desmarca al sujeto de la masa y lo pone en el centro de su mundo.
Una exposición colectiva puede ser una tesis visual en torno a ciertas cuestiones, o una intervención social en el campo del arte, y "La" es ambas cosas. Con toda su diversidad formal al límite de la incoherencia, es articulada por una cohesión ética: una distancia común respecto de todo tipo de mandatos institucionales o corporativos, tanto los que exigen la novedad como los que la temen. Ojalá que estos días de criminalización del estornudo terminen pronto y sea posible encontrarse a conversar en esta exposición, a discutir diferencias si fuese preciso, a pensar y hacer pensar el arte y la vida de nuevo, en libertad, desde los más nobles lenguajes de las artes visuales y de las artes plásticas.