El fútbol femenino es la actividad deportiva que más creció en la última década a nivel mundial, según un reciente informe del Congreso Internacional de Fútbol. Y Latinoamérica, pese a ser una de las regiones que más sufre la desigualdad y la violencia de género en el planeta, poco a poco se está sumando a la tendencia.
Si bien no tiene el desarrollo y la infraestructura de Norteamérica, Europa o Japón, el fútbol femenino está creciendo con fuerza en una región que es indiscutible potencia en el ámbito masculino. Desde la frontera norte de México hasta el sur de Argentina, cada vez son más las mujeres que se animan a incursionar en un terreno que hasta no hace mucho tiempo era considerado exclusivo de machos.
Países como México, Colombia o Venezuela ya anunciaron la creación a partir de 2017 de una Liga profesional femenina. Aunque el fenómeno lejos está de limitarse al sector federado o competitivo. En clubes, parques o canchas de alquiler, cada vez son más las mujeres que deciden darle un golpe a la pelota y también a los prejuicios. “Antes veías a una nena con una muñeca en la plaza. Hoy muchas veces está pateando una pelota con una amiga”, asegura Paula Fernandes Delgado, fundadora de la escuela formativa privada Fútbol a lo Femenino, con sede en Buenos Aires.
Según estimaciones de la entidad civil Asociación Femenina de Fútbol Argentino (AFFAR), alrededor de un millón de mujeres juegan al fútbol en la tierra de Lionel Messi y Diego Maradona. Y varios millones más lo hacen en Brasil, la gran potencia de la región, donde el fútbol femenino goza de una enorme popularidad.
Si bien no hay estadísticas oficiales sobre la cantidad de mujeres que practican fútbol en Latinoamérica, se estima que la cifra crece año a año más allá de las enormes carencias de apoyo e infraestructura. En el mundo, son 30 millones las mujeres que juegan regularmente en el ámbito federado, ya sea amateur o profesional, de acuerdo a la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA).
La Conmebol (Confederación Sudamericana de Fútbol) tomó nota de la situación y creó en 2015 su dirección de fútbol femenino, a cargo de la ex jugadora paraguaya Lorena Soto. Y el año pasado redobló la apuesta al anunciar que los clubes masculinos que no tengan equipos femeninos no podrán participar en las competencias internacionales.
La creación de Ligas profesionales nacionales es un paso indispensable para el desarrollo del fútbol femenino, aunque no necesariamente suficiente. En México, la nueva Liga femenina está previsto que comience en septiembre y estará conformada por los mismos clubes que juegan la Liga MX. Los planteles, sin embargo, deben ser Sub 23.
En Colombia, la Liga femenina comenzó en febrero y cuenta con 18 equipos. La División Mayor del Fútbol Colombiano (Dimayor) permitió la contratación de hasta ocho jugadoras extranjeras a cada uno de los clubes, lo que generó una masiva presencia de chicas de todas partes del mundo en Colombia.
Y en Venezuela comienza este año la Superliga Femenina de Fútbol, en la que participarán los equipos filiales de los masculinos de primera división, que deberán ofrecerles a las jugadoras un salario mínimo, seguros y posibilidades para su desarrollo.
“Se necesita un contrato por cada jugadora, que recibirá el salario mínimo nacional como punto de partida; y la liga tendrá todas las características de la primera o segunda división”, explicó el presidente de la Federación Venezolana de Fútbol, Laureano González. En la Superliga “vinotinto” participarán 36 equipos, aunque no estará la gran estrella venezolana, Deyna Castellanos, que juega en Estados Unidos.
Muchas ligas latinoamericanas, como en el fútbol masculino, tienen como referencia a la española. La actualmente denominada Liga Iberdrola tiene larga tradición en España, pero también sus ausencias de peso. La más notoria es la del Real Madrid, aunque cada vez son más las voces que presionan para que el poderoso club blanco cree un equipo de mujeres.
El crecimiento del fútbol femenino, sin embargo, no está acompañado en la mayoría de los casos del apoyo de las federaciones nacionales. “Es el deporte que más crecimiento tiene en Argentina y el que menos reconocimiento recibe”, lamenta Fernandes Delgado. “Estoy formando a chicas y mujeres que juegan al fútbol y no tengo ningún tipo de apoyo. La estoy remando en dulce de leche”, añade la directora de Fútbol a lo Femenino. Su escuela, creada en 2010, cuenta actualmente con unas 80 mujeres que aprenden fútbol, en su mayoría entre los 10 y los 12 años. Las mejores en ocasiones terminan en clubes conocidos, que captan jugadoras pero no siempre tienen equipos de base desde la primera edad.
El crecimiento de Fútbol a lo Femenino, como otras escuelas, es exponencial. Si en los inicios recibía unas 100 consultas de inscripción por año, en 2016 la cifra superó las 800. “El fútbol femenino crece cada año en Argentina un 400 por ciento, aunque no hay cifras reales porque la AFA (Asociación del Fútbol Argentino) no tiene registro”, afirma la directora.
Evelina Cabrera, presidenta de la Asociación Femenina de Fútbol Argentino, coincide en el análisis. “El fútbol femenino ha crecido muchísimo, pero vemos un crecimiento que quizás es deficiente”.
Más que el apoyo institucional, ha sido el cambio cultural el motor fundamental de este fenómeno. “Hay una aceptación sobre la mujer jugando al fútbol”, asegura Cabrera. “Hoy todas las clases sociales practican fútbol femenino y los padres también aprueban que las nenas lo practiquen desde más chicas”.