Visitar el pueblo de la infancia y el mundo de la niñez, podría ser una de las maneras a través de las cuales acercarse a La sombra del gallo. Pero no es lo que se cree. La experiencia puede ser traumática, también liberadora. Hacia allí se encamina el protagonista de la película que dirige Nicolás Herzog, en la que es su primera ficción tras los documentales Orquesta roja (2009) y Vuelo nocturno: la leyenda de las princesitas argentinas (2016), siempre con la ciudad de Concordia como escenario. Lugar preferencial al cual volver, una y otra vez. Santafesino de nacimiento, Herzog pasó su infancia y adolescencia en la ciudad entrerriana, y como dice él, “en ella hay algo que me atrae, una cosa de eterno retorno”.
La sombra del gallo se estrenó en los cines de Rosario la semana previa al cierre preventivo que afecta hoy a las salas. Pero se puede consultar en Cine.ar (https://play.cine.ar/INCAA/produccion/6064), así como la anterior Orquesta roja (https://play.cine.ar/INCAA/produccion/4563). “Es una película oscura, de reminiscencia clara al cine noir, con algunas dosis de western; pero básicamente es un thriller psicológico que pone la lupa en Román Maidana (Lautaro Delgado Tymruk), un ex-policía que vuelve al pueblo de su infancia luego de estar 8 años en prisión, en una especie de libertad transitoria a raíz de la muerte de su padre, con la intención aparente de vender la vieja casa donde él nació. Durante esos cinco días despliega una especie de narcolepsia que le produce visiones alucinatorias de fantasmas de su pasado, puntualmente de una mujer que parece ser un viejo amor, que de alguna manera lo va a conducir, a través de distintas secuencias, a desarmar una red de tratas, que funcionaría hace varios años en la región y en la que él podría llegar a estar involucrado”, sintetiza sobre su película el director a Rosario/12.
“Es una película que no da mucho por sentado, no utiliza el flashback como recurso, sino que es más de trama, donde todo se insinúa. Y hay algo en el final que si bien no es contundente, clarifica un poco lo que se va generando. Es una película fuerte sobre la violencia de género, una temática difícil de tratar”, agrega.
—Vista la corrupción policial y el silencio cómplice que tu película escenifica, ¿cuándo surgió el interés primero, que derivó en el guión?
—Es un proyecto de larga data y aliento, que me acompaña hace casi 8 años. Orquesta Roja fue mi primera película y tenía ganas de coquetear con la ficción. Cuando nació mi hija, que tiene 8 años, sentí una necesidad fuerte. Fue un momento de muchos replanteos personales, entre ellos replantearme mi ser hombre en el mundo, mi masculinidad, mis prejuicios en torno a eso, mi historia familiar y patriarcal, de pueblo chico del interior, del Litoral. Y todo eso tenía ganas de ponerlo en cuestión. Tal vez comencé a hacerlo naturalmente. Sentí que tenía que comenzar un proceso deconstructivo para ser un mejor padre. Un poco parte de ahí. Luego fue tomando distintas aristas. Apareció el contexto de la violencia de género, y hubo dos casos que me conmovieron mucho cuando yo tenía 15 años, los casos de Fernanda Aguirre y Eva Flores en Entre Ríos, dos chicas que desaparecieron con un mes de diferencia. Hubo complicidades, y hasta el día de hoy no se sabe nada, la cuestión quedó invisibilizada. Cuando comenzó a aparecer la estructura del guión, empezaron a aparecer también los movimientos feministas que hoy están en el campo de batalla. Indudablemente me fui aggiornando y fui construyendo una mirada sobre el tema. Por eso, también un poco el derrotero que tuvo el guión, con tanto desarrollo y tantas versiones. Mientras iba buscando la financiación, también iba reescribiendo la película para que llegara viva al momento del rodaje. Esa fue la intención: no esconder el brazo de lo masculino pero sí aportar una mirada personal, sensible, sin prejuicios, sobre este tema tan candente, tan complejo, difícil y horroroso.
—Y volvés a filmar en Concordia, en donde recreás una manifestación en plena calle.
—Me gusta que eso se note. Esa escena está completamente diseñada, son extras elegidos en casting, pero hay algo de la atmósfera que tiene que ver con ser de este lugar, con estar en constante vínculo con la región, con la ciudad, con conocerla y visitarla permanentemente, con un trabajo bastante largo de búsqueda de locaciones, del elenco, de trabajar con ellos, y eso de alguna manera traspasa la pantalla. Supongo que tiene que ver también con mi experiencia como documentalista, hay algo del género de lo real que ahí se debe sostener, indudablemente. Para mí no fue algo a superar, sino que lo incorporé, es parte de mi formación, más allá de que esta película sea cien por cien ficción. Me gusta filmar en Concordia, me atrae, siempre lo digo, hay una cosa de eterno retorno y un poco la película habla de eso, de la circularidad, del volver, de cómo trabajar con esos fantasmas.
—Está el fantasma del padre, que invoca la presencia del hijo, y el de esta mujer. Lo que hace que la película asuma un perfil fantástico.
—Fue una decisión que fue apareciendo con el correr de las versiones del guión. Las primeras eran más dramáticas, un drama más puro y duro. Pero después sentí que el registro de lo fantástico le venía bien a la película, a la psicología del personaje, a la idea de pensar el thriller, no fue caprichoso. Y eso es algo que se puede manifestar también en la presencia de lo musical y en la colorimetría de la película, en esa cosa fantasy que tiene y que remite a lo fantasmagórico, a la psiquis de Román en algún punto. En este sentido, el trabajo de Diego Daetona en su doble rol, es el punto de fuga de la película, entre lo masculino y femenino.
Tal como refiere Herzog, en La sombra del gallo Daetona asume un rol transformista, que circula entre lo real y lo alterno, en un pub de nombre “Velvet” (más una canción en cuya letra participa el propio director) que de paso asume una herencia de cuño lyncheano. Un umbral que atisba en lo que todos disimulan y que agrega a esta película una mirada incisiva. La sombra del gallo incorpora en su reparto los nombres de Claudio Rissi, Rita Pauls, Alian Devetac, Diego Alonso, Corina Romero, María Irigaray, Francisco Bertin.