El coronavirus es la primera pandemia viralizada de la historia de la humanidad. Comenzó en la ciudad china de Wuhan y se está propagando de una manera que sólo en esta época del mundo, en tiempo real interrelacionado, podría acontecer. Entonces el análisis no es solamente del virus del Covid-19 y de su forma de propagación, contagio y prevención sino de las características de la viralización en estos tiempos que muchos autores llamamos del Homo-selfie.
El ser humano tiene en sus manos un centro identitario hegemónico que creemos que nos pertenecen aunque los celulares están interrelacionados en tiempo real (entre ellos) y son manejados por pocas megacorporaciones que marcan no sólo lo que se compra y vende sino cómo se piensa y siente. No se trata de una postura apocalíptica sino de nuestra realidad social actual en la que participamos y llevamos adelante nuestra vida. Hoy se destacan tres “pandemias” que nos azotan todos los días: la del virus del Covid-19, las caídas de las bolsas mundiales y la llamativa cantidad de memes acerca de lo que estamos viviendo. Una viralización sanitaria, otra financiera y la última social.
Las pandemias no se llamaban así en la historia, antes tenían un nombre más dramático: pestes. En el 2009, la OMS redefinió el término tal como hoy lo conocemos. Antes el acento estaba puesto en la mortalidad, a partir de la redefinición se pone el eje en la morbi-mortalidad. Para tomar esta dimensión, la pandemia del coronavirus ha producido, hasta ahora, la muerte de más de 4700 personas en el mundo, la peste negra que asoló a Europa en el siglo XIV duró más de siete años y mató a la mitad de la población europea de aquellos tiempos. Pero ya estamos frente a más de 140.000 casos comprobados en más de un centenar de países. No se trata de comparar tragedias, la muerte de un solo ser humano que se podría evitar por acciones sanitarias preventivas alcanza para llevar adelante todo lo que sea posible realizar.
Así como la pandemia de morbi-mortalidad es del siglo XXI, la pandemia financiera pareciera ser un término de siglo XX, con la referencia ineludible del descalabro de 1929 pero la idea de las bolsas interrelacionadas en el mundo es también del siglo XXI. Estudiar lo que está ocurriendo en la bolsa, con los increíbles instrumentos que han inventado para darle rienda suelta a las ganancias y las pérdidas en las compras y ventas en un panel de acciones, ahora hay que agregar las bolsas del mundo que no cierran ni de día ni de noche, un nuevo lugar sin tiempo, sin cierre, del lugar de la “máxima libertad” del capitalismo neoliberal.
El otro elemento que llama la atención es la gran cantidad de memes que estamos recibiendo acerca de las consecuencias del coronavirus, no nos da abasto la sonrisa, la risa, la carcajada, el gesto irónico, el comentario gracioso, para divertirnos de todas las cataratas de ingeniosos memes, gifs, videos, que nos atacan desde todas las redes sociales y de todas las pantallas que tenemos alrededor. Es una pandemia también tipo siglo XXI, la más propia de estos tiempos.
El coronavirus, las bolsas y los memes son los tres elementos que llaman la atención en la realidad cotidiana de estas semanas. Alguno o alguna podría pensar que no tienen nada que ver una cosa con la otra: ¿qué relación entre las bolsas, los memes y el coronavirus? Entre las bolsas y el virus, parece que la hubiera, leemos en las noticias del mundo que las bolsas bajan por el coronavirus, es gracioso pensar que un virus podría desplomar las acciones de las empresas más importantes del mundo salvo que comprendamos cómo funciona el mundo capitalista. Por un lado se infla hasta niveles que llamamos burbujas y luego las burbujas explotan. ¡Como pasó tantas veces! Una de las más reconocidas, la de 1929, tuvo consecuencias a nivel mundial por la recesión que produjo, caldo de cultivo para lo que vendría en Estados Unidos y sobre todo en Europa con la llegada de distintas derechas genocidas a diferentes gobiernos de España, Portugal, Italia, Alemania. Otro caída bursátil, ¡son tantas para contar!, es la del 2008, que tuvo que ver con la burbuja inmobiliaria que una vez que explotó dejó a muchísima gente sin casa y sin futuro. La noción de burbuja es estructural al capitalismo al mismo tiempo que el desplome. El capitalismo enseña cómo algunos pueden ganar hasta en las pérdidas pero como siempre son los menos. Pero en el capitalismo lo importante es saber cómo apalancarse. Una definición de apalancar es: «levantar, mover algo con la ayuda de una palanca». En el apalancamiento financiero se utilizan mecanismos financieros a modo de palanca para aumentar las posibilidades de inversión. El principal mecanismo para apalancarse es la deuda. La deuda permite que invirtamos más dinero del que tenemos gracias a lo que hemos pedido prestado. Se trata de utilizar el dinero del otro. En la Argentina, el principal apalancamiento se hizo a costa de endeudar al estado como lo demuestra muy rápidamente la trágica historia reciente macrista pero, más lejos, podemos pensar también en la medida de 1982 cuando el presidente del Banco Central convirtió la deuda privada en deuda pública.
El coronavirus no es más que una buena excusa, quizás la mejor que ha inventado el ser humano para desinflar la burbuja que deja ver el tema de la guerra comercial Estados Unidos- China y la guerra por la producción de energía en tiempos de recesión global entre países productores y consumidores, lo que se vislumbra es la pésima distribución de la torta cada vez más escasa para la mayoría.
La interrelación entre el coronavirus y los memes no resulta tan evidente pero siempre la cultura se ha replicado, se ha desarrollado por dos vías: uno serio y uno absurdo, irreverente, ingenioso. La detención de todas las actividades que se está llevando a cabo en muchas ciudades del mundo deja más lugar para el ingenio que se viraliza por los celulares. Aún más que nunca nuestros celulares son el medio de comunicación que nos permite “salir” de la cuarentena. Se podría hasta pensar en la suerte de tener celular. Cada vez más el mundo se vuelve permeable al poder de los celulares que es el poder de las megacorporaciones, cada vez más se vuelve un mundo más vulnerable a la viralización. Aquello que nos salvará de aburrirnos del enclaustramiento es parte del problema, del modo en que el virus se propaga, por medio de la viralización de la pandemia sanitaria, bursátil, social.
Al final, lo que parecía una relación imposible, entre las bolsas, el coronavirus y los memes se vuelve un tema cuya evidencia no deja demasiadas dudas y la pregunta ahora pasa por lo que hacer, por lo que se podría hacer en esta situación además de lavarnos las manos. La pregunta termina apelando a la responsabilidad social y subjetiva de nosotres con el mundo que formamos parte, no se trata de quejarnos, ni de quebrarnos por la enfermedad, ni por la propagación de las caídas y ni sólo reírnos de los memes. Se trata de aprender, de vivir en un mundo en el que no debemos entregar la utopía de un cambio posible donde no estemos tan expuestos a las múltiples cadenas de viralización.
Martín Smud es psicoanalista y escritor.