¿Cómo pasan lxs escritorxs de Rosario el aislamiento social y la cuarentena total? ¿Leyendo, reescribiendo textos, ordenando biblioteca o papeles... mirando series...? ¿Qué es lo que más extrañan de su vida habitual? ¿Cómo es un día en estos extraños días? Si dan talleres, ¿los estarán reorganizando en algún formato a distancia? ¿Tendrán en mente alguna metáfora o viñeta literaria, cinematográfica o histórica que sirva como instantánea de la situación? Rosario/12 envió esas preguntas y obtuvo tres testimonios.
Marcelo Britos (Rosario, 1970). Autor de La Rote Kapelle (2019) entre otras obras: "Tengo dos trabajos presenciales. En el Concejo Municipal, y a la tarde doy clases en una escuela. En el primer caso, tenemos un sistema legislativo digital y lo estamos utilizando en remoto, cada uno desde su casa. A mis alumnos les envío textos para leer por correo electrónico y algunos ejercicios de nivelación. Más allá de eso, es obvio que dispongo de más tiempo que en cualquier otro día normal. Lo aprovecho para terminar la tesis de maestría en Literatura Argentina. Es sobre Bernardo Kordon. Como decía Adorno, el tiempo libre es un concepto capitalista, es pensar el tiempo en virtud de lo que ocupamos de nuestra vida produciendo para el sistema. En mi caso no existe esa diferencia. Leer, escribir, estar en clases, tanto aprendiendo como transponiendo conocimientos, investigando, haciendo proyectos o pensando colectivamente en políticas públicas, son todas actividades productivas y placenteras. Si de todo eso sobra algo de tiempo, lo dedico a la lectura, a los libros que elijo sin urgencias laborales o académicas. Por estos días estoy enredado con Los Hermanos Karamazov y Dovlatov".
Pablo Bigliardi (Saavedra, 1968). Autor de Al pie del sillón (2019) entre otras obras: "Hace veinte días estaba sentado frente a una gran arboleda con mis manuscritos, escuchando el ruido de la cascada de un arroyo y al lado de un hermoso chalet que habíamos alquilado con mi compañera en Córdoba. Alcé la voz mil veces al cielo preguntando por qué el destino me llevaba constantemente a trabajar tanta cantidad de horas en la peluquería, sacándome tiempo para escribir. Luego de los anuncios presidenciales, tuve que cerrar definitivamente mi peluquería a la que pocas clientas ingresaron. Más allá de que en lo económico me espera la total incertidumbre, siento un culpable estado de bienestar porque me voy a poner a laburar con mi novela de género fantástico, mis cuentos, mis poemas... a leer mi biblioteca... Será la primera vez en mi vida de escritor que voy a vivir como escritor. Fue como si Dios, Zeus, Horus o quien fuera, hubiera escuchado mis plegarias egoístas y parado el mundo por mí, hundiéndolo a un estado terrible de modo que un solo ser obtuviera una semana para dedicarse a lo suyo sin tener en cuenta al resto del mundo. Me siento con ansiedad porque en mi peluquería no hay ingresos monetarios y cuando vuelva no sé qué me puede esperar por mi condición de monotributista. Pero la locura de lo que viene, que espere".
Lucrecia Mirad (Casilda, 1954). Autora de La Ley Muia (2018), entre otras obras: "¿Qué es lo que más extraño de mi vida habitual? Salir a caminar. Cuando escribo y llego a un punto en el que me pierdo, pongo en movimiento el cuerpo. Avanza el día y el cuerpo decide. La ansiedad marca. Y el otro. Siempre el otro a tu lado en las mismas circunstancias de fragilidad. Ser parte de un hito pancultural en estado de aislamiento es una ecuación nueva que me lleva a un estado de ansiedad tal que me impide retomar mis novelas por no poder encontrar el humor y la tranquilidad de espíritu necesaria. Estoy en estado de efervescencia controlada. Cocino, tiro papeles, ordeno lo que ya está en orden, rompo las pelotas y me enchufo a los noticieros. La neurosis transformada en palabras termina en las redes sociales, en forma de drama o de comedia. No tengo la paz necesaria como para leer. Es en ese momento que viene a mí el mecanismo que siempre me salvó: la acción y el humor negro. Me pongo en modo físico y hago, hago, hago. Mucho de ansiedad. Este estado de sensibilidad extrema hace que mi cuerpo rechace los temas profundos y dolorosos. Desearía poner una comedia norteamericana, de esas mal iluminadas de campus universitarios y dejar mi cabeza en modo -----------------, pero no puedo. No puedo dejar de pensar en Las ciudades Invisibles de Italo Calvino. Hoy siento que esas ciudades fatalmente decapadas cayeron todas juntas sobre nuestros hombros y nosotros estamos aquí, encerrados, sin saber qué hacer con los pedazos que se transformaron en un rompecabezas de millones de piezas. Un rompecabezas que ni siquiera sabemos si podremos volver a armar, si se merece armarlo o si podremos hacerlo".