Desde París
“Tengo ganas de darle un beso, pero será para más tarde”, dijo la enfermera del hospital Saint Louis, en Paris. Su sarcasmo no podía encajar mejor en el anillo que, cada día, estrangula más al sistema sanitario francés, particularmente en la región del Gran Este, fronteriza con Alemania. Luxemburgo, Suiza y Alemania acordaron recibir enfermos graves provenientes de Francia “que necesitan ayuda respiratoria”, dijo el director general de Sanidad, Jérôme Salomon.
La región del Gran Este es una de las más golpeadas de Francia. Dos de los cinco médicos que murieron víctimas del coronavirus eran de allí (Haut-Rhin y Moselle). Los servicios de reanimación de los hospitales de esa región están saturados y sus capacidades de respuesta a la ola de enfermos totalmente sobrepasadas. El origen de este foco geográfico de infección ha sido una conferencia evangélica en la que participaron 2.000 personas entre el 17 y el 21 de febrero, organizada por la Iglesia protestante evangélica L’Eglise Porte ouverte. Por esta razón, la región alemana de Bade-Würtemberg, fronteriza con Francia, inició hace unos días su confinamiento al mismo tiempo que puso a disposición de Francia los servicios de reanimación de sus hospitales.
Frente a esta avalancha, el gobierno no sólo se apresta a extender el período de confinamiento fijado al principio por 15 días sino, además, a endurecerlo. Desde este lunes por la noche, las personas que salgan a caminar o a correr deberán hacerlo solas y limitar su radio de circulación a un kilómetro de sus domicilios. Los mercados a cielo abierto también deberán cerrar sus puertas. Esto es sólo un adelanto que podría completarse con otras medidas más fuertes luego de que el consejo científico que asesora al presidente Emmanuel Macron se reúna este martes 24 de marzo. La opción más segura continúa siendo hoy la distancia social y el confinamiento. Las primeras disposiciones se adoptaron el pasado 14 de marzo, pero, aún así, la contaminación dibuja una línea ascendente imparable: entre el domingo y este lunes fallecieron 186 personas, lo que elevó a 860 la cifra de muertos. Hay 8. 670 personas hospitalizadas (1.435 más que ayer), 2. 000 en reanimación (más 335) para un total de 19.856 contaminados (3.176 agregados en un día). Sin vacunas ni tratamiento rápido en el horizonte, el aislamiento preserva todos sus beneficios.
”En toda Europa, el coronavirus sigue circulando libremente. Las víctimas son cada día más numerosas. Todos esperamos que este confinamiento tenga un pronto impacto visible”, explicó Olivier Véran, el ministro francés de Salud. El Parlamento francés ya adoptó un proyecto de ley que autoriza la instauración de un “estado de urgencia sanitario” que estará vigente durante dos meses.
El Ejecutivo dispone así de poderes excepcionales para imponer medidas contra el Covid-19. No obstante, la oposición política recalcó su preocupación ante las fallas democráticas de un texto adoptado con la soga al cuello. El candado poblacional no doblegado aún al virus. Pese al cierre de las fronteras, la prohibición de viajar y todas las demás medidas, el coronavirus se expande. Hay 1,7 mil millones de seres humanos confinados (una quinta parte de la población mundial). 15.700 personas han muerto hasta hoy, de las cuales 8. 000 en Europa. Los días de libertad no están al alcance. Edouard Philippe, el primer ministro francés, admitió en la televisión que “el tiempo normal no es para mañana. Este tiempo del confinamiento puede durar algunas semanas”.
Y serán, duras, muy duras: para el personal de los hospitales, los enfermos, sus familiares, la gente que está obligada a acudir al trabajo, las cajeras de los supermercados, los seres humanos en la calle y la misma policía que, sin ni siquiera contar con máscaras suficientes, patrulla las calles en busca de los energúmenos que aún se creen eternos y ponen en peligro a todo un grupo humano.
A Francia le faltan, desesperadamente, máscaras y tests para detectar el virus. Hay, igualmente, mucha, mucha gente sin recursos, sin casa, sin comida. Suelen darse situaciones contradictorias y agudas. En la Gare de L’Est y la cercana Place de la Republique, cuando cae la noche, decenas y decenas de personas hacen cola, unas pegadas contra las otras, sin protección alguna, delante de un camión de benévolos que viene a entregarles comida.