Desde Londres
El Reino Unido amaneció en “lockdown” luego del sorpresivo anuncio de Boris Johnson el lunes por la noche para tratar de frenar los contagios de coronavirus. En un mensaje televisivo a la nación el primer ministro señaló que los británicos solo podrán salir de sus hogares para comprar suministros básicos, por necesidad médica, para acudir al trabajo si no existe la opción de hacerlo desde casa y realizar una vez al día algún tipo de ejercicio básico. El resto del tiempo en casa. El “lockdown” durará en principio tres semanas.
El anuncio marca el definitivo adiós a la vía británica de recomendaciones de aplicación voluntaria y responsable anunciadas por el mismo Johnson la semana pasada. En el nuevo orden, quedan prohibidas las concentraciones de más de dos personas en espacio público salvo que sean de la misma familia. La policía impondrá multas y estará autorizada a dispersar grupos que superen ese número. Los restaurantes, bares, cafés y pubs están cerrados desde el sábado. A eso se le suman ahora todos los negocios salvo los de productos básicos (supermercados, farmacias).
Johnson calificó a la situación de emergencia nacional. “Ningún primer ministro quiere tomar este tipo de decisiones. Pero no hay soluciones fáciles. Si muchas personas enferman a la vez, el NHS (…Servicio Nacional de Salud…) será desbordado y morirán más pacientes, no solo por coronavirus sino por otras enfermedades. El camino va a ser duro y lamentablemente perderemos muchas vidas”, dijo Johnson.
El giro de 180 grados es notable. El 3 de marzo, durante el lanzamiento del plan nacional contra el coronavirus, Johnson se había mostrado campechano y displicente. “Continuamente le doy la mano a la gente. Estaba en un hospital la otra noche en el que había pacientes de coronavirus y les estrechaba la mano a todas las personas que encontraba. Sigo haciéndolo. Tenemos un fantástico NHS, un fantástico sistema de testeo y de seguimiento de la enfermedad. Quiero asegurarle a los británicos, que seguiremos como siempre”, dijo entonces.
El radical cambio de discurso, política y actitud refleja el avance acelerado de la enfermedad y las críticas de la comunidad científica. El tres de marzo había 39 casos detectados del virus en el Reino Unido y la Organización Mundial de la Salud (OMS) no había decretado la pandemia. Ocho días más tarde la OMS hacía el anuncio que hizo temblar a la economía mundial y puso en marcha a gobiernos dubitativos. Hoy el Reino Unido tiene más de tres mil casos detectados, 1221 en Londres: más de 64 mil personas han sido testeadas.
Las medidas ponen al Reino Unido a tono con lo que está pasando en muchos países de Europa, liderados por Italia, España y Francia. El laissez-faire fue dejado de lado sin más. El tema ahora es cómo implementar la nueva política.
Esta mañana extensas zonas del centro de Londres estaban desiertas, pero algunos subtes no parecían haberse enterado como mostraba el Twitter de una enfermera desesperada, Nicola Smith. En el tuit se ve la típica lata de sardinas que es viajar en las horas pico de la capital: gente apelotonada, brazos luchando por asirse del pasamanos, la distancia social te la debo. “Este es mi subte de la mañana”, tuiteó Smith “Vivo en la zona 4 de la capital y mi hospital está en la zona 1. Amo mi trabajo, pero empiezo a preguntarme si estoy poniendo en peligro mi salud, con estos viajes”.
La oposición apoyó el anuncio de Johnson, pero le pidió una guía para que los ciudadanos puedan cumplir con medidas extraordinarias de este tipo. El gobierno se comprometió a detallar el significado del anuncio para la vida cotidiana. Más allá de los poderes otorgados a la policía no queda claro cómo se harán cumplir el conjunto de estas medidas en todo el territorio británico. Algunas parecen hechas para no cumplirse. ¿Cómo controlar que cada persona solo salga una vez por día a hacer ejercicios?
La economía
En cuanto a la economía el gobierno anunció un paquete multimillonario de medidas para apoyar a la industria, evitar quiebras, despidos y subsidiar a trabajadores por cuenta propia en el mercado laboral ultra-flexible del Reino Unido que contempla, entre otras salvajadas, el contrato de cero horas (el empleador llama al trabajador cuando lo necesita). Está claro que no todos han reaccionado acorde a los tiempos de emergencia.
Como botón de muestra a nivel mundial, está el anuncio del Banco Mundial de que su ayuda para la pandemia sería condicional a la aplicación de “reformas estructurales”. El director de Tax Justice Network (TJN), Alex Cobham, calificó esta condicionalidad de “francamente grotesca”. Una alianza de ONGs y fundaciones está presionando para que a la hora de rescatar compañías no se olvide la lección del estallido financiero de 2008.
Un caso que encendió las redes sociales en los últimos días fue el del multimillonario dueño de Virgin, Richard Branson, que pidió al gobierno británico un rescate de 7.500 millones de libras para su compañía.
Branson es lo que se llama un "tax exile": vive en su isla privada en el Caribe, Neckar, y no paga impuestos en el Reino Unido. Organizaciones como TJN no se oponen a los rescates pero exigen que haya una contrapartida empresaria: pagar impuestos, no usar paraísos fiscales, tener prácticas laborales apropiadas que excluyan, entre otras cosas, los contratos de hora cero.