"En la vida no hay nada trascendental. Las cosas siempre vienen y se van, y eso es ley de vida". Lo dice Richard Ford (o mejor dicho su alter ego Frank Bescombe en El periodista deportivo, el libro que lo consagró como al "mejor escritor en activo en nuestro país", como lo elogió alguna vez nada menos que Raymond Carver.
La cuarentena me permitió empezar a disfrutar de este libro que amorosamente me regalaron hace tiempo mis amigos Lila y Ricky. Y lo recomiendo fervorosamente.
El protagonista acaba de abandonar la literatura y descubre el fascinante mundo de lo urgente: La vida de atletas y deportistas que no tienen tiempo para la duda, la ambigüedad o el autoanálisis.
Para saber de qué va, nada mejor que una cita del New York Times que asegura que esta obra de Ford tiene tanto que ver con la crónica de deportes "como Moby Dick con la caza de ballenas".
Un gran texto para esta época donde es clave más que nunca un "aprendizaje de los placeres mínimos que permiten sobrevivir".
Ese es el gran tema de Ford. Lo pequeño, el instante en que todos nos damos cuenta de qué es lo que hemos hecho los últimos 20 años. No son necesarias grandes tragedias o fenomenales éxitos para replantearse la vida. Avanzar y retroceder en lo cotidiano debería ser suficiente para ponerse a pensar, para no ser arrollados por la existencia misma.
Cómo la mayoría de los escritores norteamericanos, Ford es cultor de lanzar las ideas como dardos. El lenguaje seco y directo que permite no sólo el deleite de una lectura ágil, si no también la comprobación de que los más profundos sentimientos pueden ocupar unas pocas líneas de cortas oraciones.
El periodista deportivo, Richard Ford, Editorial Anagrama, 2003.