El contraste del principio es muy fuerte. Arranca Juanse, en llamas, durante un Cemento de los Ratones Paranoicos en 1989. Pantalón de cuero negro, pogo, sudor, agite, descontrol... y el tipo que se tira entre la gente mientras canta “Enlace”. La presencia del demonio rocker parece sobrevolar esas cabecitas. La secuencia dura un 1.43 minutos y termina con el frontman de espaldas, caminando hacia camarines. Pero resulta que Diego Levy, director del documental Juan Sebastián, en vez de seguirlo hasta adentro y ver cómo se clavaba un whisky más, prefirió adelantar la toma casi treinta años y mostrar al mismo personaje, pero entrando a la antesala de una iglesia de Avellaneda, su nuevo templo. Dice Juanse allí: “Hermanos, Cristo nos ha salvado. Dejemos que nos impulse a vivir una vida nueva”, leyendo la carta del apóstol San Pablo a los cristianos de Colosas. “Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la Tierra”.
Ambos Juanses, sobre todo el último, el actual, el más sereno y aplomado, son retratados en un film cuyo nombre engloba a ambos en un solo ser. “Soy fan de Ratones desde mi adolescencia y venía siguiendo a Juanse en sus apariciones públicas manifestando su amor a Cristo. Me parecía que había mucho para contar ahí, porque esa conversión me generaba mucha curiosidad. Por eso, me interesó hacer un documental no biográfico, sino que contara solo el presente. Un retrato, digamos”, enmarca Levy, acerca de este muy buen docu que se estrenó en noviembre, pero que su director acaba de liberar para ver gratis durante la cuarentena con solo hacer click abajo.
“Al comienzo del rodaje lo acompañé a una misa en Avellaneda, y la verdad es que verlo ahí tres horas y tan metido en esa nueva vida me resultó extraño, incómodo. Pero luego de unos meses, fuimos a un monasterio tres días y el cambio desde mi perspectiva fue total”, profundiza el director. “De alguna manera, comprendí su cambio: él es Juanse arriba del escenario y es él mismo en la misa. Es una persona que cambió, pero sigue siendo la misma. Y eso es lo que quise contar en la película”.
Juan Sebastián, entonces, se toma 70 minutos para meterse en una paradoja vital. O varias, tal vez. O algunas. O ninguna, porque para él “el rock es el Evangelio”. “Todo fluyó con absoluta naturalidad. Conocía a su manager y le conté mi idea en un mail. Me arregló un café con Juanse y ahí le propuse contar la historia de su conversión, a lo que accedió con total naturalidad”, cuenta Levy, cuya experiencia en el rubro lo vincula a su hermano Pablo en la codirección de Masterplan (2012), Cosano, la vida secreta de un vestido (2014) y All Inclusive (2018).
-Hay varias escenas del documental que, como la del principio, denotan contundencia. Una es cuando su madre le dice que es un “católico-fascista”, con los dos sentados en el sillón del living. La otra, su visita al Vaticano. ¿Qué podés decir de la trastienda de ambas?
-Cuando Juanse vio la primera escena, se rió mucho. Respecto de la segunda, el día que le propuse hacer la película me contó que tenía previsto un viaje a Roma en poco tiempo para visitar a Francisco. Logré sumarme a ese viaje y conseguí, luego de insistir mucho, una acreditación a través del monseñor Karcher. Fue una gran experiencia, sí. Se nota en su rostro sereno, lleno de paz, totalmente pleno.
Así, el devenir del rodaje suma conexiones, dichos y secuencias que lo tornan entretenido, como cuando prueba un yeite bien rocker frente a una imagen de la virgen. Tierno, como cuando su hija lo define como un "nene de preescolar". Arriesgado, como cuando el protagonista pinta al mundo del rock “como una ficción”. Dadivoso, como cuando cuenta que le llevaba agua bendita a Luis Alberto Spinetta -su ídolo mayor- para que tomara la medicación de sus último días. Certero, como cuando su hijo evoca “Mientras mi viejo era una estrella de rock todo terreno, todo lo que te puedas imaginar que pasó, pasó”. Alentador, cuando se ve al cura riéndose y aplaudiendo el “Rock del pedazo”. Algo raro, a ojo de buen rockero, cuando se lo escucha cantar “No puedo parar de alabarte, Cristo” o se le escucha decir “Sin Cristo no hay vida”. Entretenido como cuando, otra vez su madre, narra una secuencia del Juanse niño: “En casa nunca levantó la voz y después quemaba árboles en el colegio”. Y contradictorio, al menos hasta que Juanse lo salva en una de las escenas: “Todos estamos llenos de contradicciones”, dice, y deja ver un retrato del Papa junto a una viola en el living de su casa.
“Intenté que el espectador pueda empatizar con su historia”, señala Levy. Y algo de ese logro se termina de perfilar cuando aparecen Juanse y Charly García haciendo juntos “La sal no sala”. O Juanse y Spinetta, tocando “Sucia estrella”. “Creo sinceramente, por lo que vi y conviví, que él no ve una contradicción entre Dios y el rock and roll... No reniega de lo que canta, incluso sigue tocando los mismo temas”, señala Levy, que también se ocupó de la cámara y la fotografía. “Es importante lo que dicen los hijos, también. Lo que les importa es que su padre esté bien, más allá de lo que crea o sienta”.
-¿Por qué decidiste cerrar con “La nave” en clave acústica?
-La verdad es que nunca se lo pregunté. Solo le pedí que toque algo cuando termináramos la entrevista y él saco de la galera esa tremenda versión de un tremendo tema. Será parte del misterio...