La reanudación del torneo de Primera División tuvo entre sus novedades la autorización de la vuelta de los hinchas visitantes en partidos de cierta relevancia, como Boca-Banfield y Racing-Lanús. El problema fue que ambos encuentros registraron incidentes que muestran que las condiciones no están dadas para que esto sea realmente viable. 

El sábado, Boca contó con el aliento de sus hinchas en la victoria ante Banfield, club que en las semanas previas hizo todas las gestiones para que la parcialidad xeneize estuviera en el Florencio Sola, dado que la recaudación obtenida por tal presencia contribuiría a aliviar la delicada situación de su tesorería. La Aprevide autorizó que Boca llevara 7 mil hinchas, pero ese día hubo 9 mil. El desborde llevó a que se produjeran avalanchas, con varios simpatizantes lesionados. 

La mala experiencia se repitió el domingo en Avellaneda, en el encuentro entre Racing y Lanús. Las crónicas dieron cuenta de enfrentamientos entre ambas hinchadas mientras se dirigían al Cilindro –hubo pedradas y destrozos en autos– y también desmanes dentro del estadio provocados por la parcialidad visitante. Además de formular la denuncia en la Comisaría 1ª de Avellaneda, Racing decidió que no volverá a recibir visitantes “hasta que no esté garantizada la seguridad de nuestros socios y simpatizantes”, según informó el club en su sitio web.

Esta postura no fue compartida por el presidente de Lanús, Nicolás Russo. El directivo granate consideró una “barbaridad” lo sucedido  e insistió en que es “factible” que haya público de los equipos que se enfrentan, aunque admitió que “hay que  combatir a estos delincuentes”.

Más allá de las posturas de uno y de otro, lo concreto es que el fútbol argentino no se cansa de dar pasos hacia atrás. Habría que entender de una vez por todas que sólo con voluntarismo no habrá luz en el túnel que indique una salida a las problemáticas de fondo.