Nadie desea ser llamado “viejo” o “anciano”. Y ni hablar de que le digan que está “viejo, solo y puto”, que además de una de las obras de teatro más exitosas y longevas del off, es un resumen, la viva imagen, del destino en el que nadie quisiera aterrizar. De estas representaciones sobre el envejecimiento como la escena más temida, tan apocalíptica como la expansión del COVID-19, no se salva casi nadie, tampoco la comunidad lgbti. A estas miradas rebosantes de prejuicios sobre los viejos, que además van de la mano de todos los modos de abandono de persona, incluida la negación de todo tipo de disfrute, el Doctor en Psicología Ricardo Iacub contrapone otras historias. Además de flamante subgerente de PAMI y Profesor Titular de Psicología para la Tercera Edad (UBA), Iacub es representante una nueva gerontología que aboga por una vejez activa y diversa. Y todo lo hace sin caer nunca en eufemismos como “abuelos” o “adultos mayores”: “Porque reivindicar la palabra ‘viejo’ es como reivindicar la palabra ‘puto’. Es un delirio no poder usar ‘viejos’ cuando el concepto es ‘vejez’. Valorizar la palabra ‘viejo’ es una posición ideológica, además de un término válido. Si no lo hacemos, nos va a perseguir esa palabra, se nos va a colar y no vamos a tener defensas. Viejista es un término que se usa para quienes discriminan por edad. Y debo decir que en la comunidad lgbti hay muchísimo viejismo. Más en los gays que en las lesbianas. En la comunidad trans encontramos también mucha resistencia”.
¿Qué pasa hoy con los viejos en este contexto de pandemia? Además de lo evidente, es decir, el hecho de constituir un “grupo de riesgo”, ¿de qué modos impacta sobre sus vidas?
La cuarentena es el gran tema para los viejos porque da la impresión de que al cumplirla los estamos salvando de un problema para meterlos en otro. El aislamiento en general es uno de los grandes temas en la vida de los viejos en general. La ausencia de las familias, etc. Y en el caso de muchos de los viejos lgbti este tema toma una dimensión todavía mayor. El resultado es que hoy es una población que está muy sola y tiene mucho miedo. Yo no me obsesionaría tanto con el miedo, sino que diría que es comprensible. Es lógico lo que nos pasa frente a este estímulo externo que no sabemos cómo manejar. Lo mejor ante el miedo es emprender actividades creativas. Tomar este momento como una oportunidad para hacer.
También están quienes recomiendan exactamente lo contrario: no ser tan autoexigentes en este momento...
Eso es un problema que afecta a la gente joven. Al contrario de lo que se cree los viejos tienen muchos más recursos en ese sentido. A principios de siglo XX se pensaba que la identidad era algo único, absolutamente propio. Hoy sabemos que mucho de lo que consideramos la personalidad en verdad tiene que ver con las demandas que vienen de afuera y nos constituyen. Estamos vertebrados por el afuera. Entonces no es tan fácil distinguir qué es lo que me interesa hacer y lo que quiero de todo lo que se nos piden que hagamos. Pero cuando uno se jubila todos esos “pendientes” que tenía y que creía que tenía ganas de hacer eran en gran parte obligaciones. Muchos viejos ya resolvieron ese tema. Y la verdad es que no tienen tanto problema con quedarse en la casa. Es más, a veces hay que hacer esfuerzos para sacarlos. Además los viejos suelen tener una organización mayor. Pero volviendo a la pregunta: estaría bueno que todos pudiéramos aprovechar este tiempo pero a la vez saber que hay un margen de falla porque, claro, no es lo mismo hacer gimnasia con un tutorial de YouTube que ir a un gimnasio.
¿Cómo se puede ayudar a hacer más llevadero el aislamiento?
Es importante que los grupos lgbti que estén activando en este momento y las organizaciones históricas impulsen un apoyo comunitario para los viejos y viejas. Todos nos vemos interpelados por lo impredecible de esta situación que estamos viviendo, pero hay un grupo que padece por las razones ya explicadas una tensión mayor, y dentro de ese grupo los que suelen quedar más solos son los viejos lgbti. Este es un momento en el que hace falta llamar por teléfono, que haya espacios de voluntariado. PAMI lo está haciendo . Hay que generar contacto porque hay gente que hace mucho que está sola y que necesita hablar al menos un rato y repensar con alguien lo que está pasando.
¿En qué maneras particulares afecta el aislamiento en la vejez de las personas lgbti?
Son personas que por lo que significa ser lgbti dentro de ciertas generaciones es probable que tengan menos redes sociales de apoyo. Por eso yo a veces digo que los viejos lgbti son una población comparable con las mujeres solteras sin hijos. Los viejos lgbti en muchos casos no han abierto vías de contacto como para contarles a vecinos y amigos sobre su vida. Y entonces la vida es más puertas adentro. En España, por ejemplo, el franquismo instaba a los padres a denunciar a sus hijos si eran gays. Son generaciones marcadas por esos niveles de persecución. Entonces lo que muchos activistas en los últimos años empezaron a ver con respecto a los viejos lgbti era que no aceptaban cuidadores, no querían dejar entrar gente a sus casas, ni que se metieran en sus vidas. Se dieron cuenta de que había que proponerles cuidadores que también fueran lgbti. El gobierno de Madrid les paga a ONGs para que hagan estas tareas de cuidado. No ahora por la pandemia. Es algo que viene desde hace varios años. Incluso en Argentina, después de las leyes de matrimonio igualitario y de identidad de género mucha gente seguía con miedo a contar sobre su vida. Estamos hablando de personas que en algunos casos tal vez pudieron recién salir del closet una vez que murieron sus padres. El razonamiento que muchas veces me transmitían era: “¿Y si esto es una moda? ¿Qué pasa si yo quedo expuesto y después todo vuelve a ser como antes?”.