Los editoriales y articulistas de la gran prensa no podían ser más críticos con las posturas del presidente Jair Bolsonaro (foto). Aparte de que fueron los responsables fundamentales de que un político sin ninguna trayectoria respetable en el Parlamento a lo largo de las últimas décadas, con declaraciones abiertamente favorables a la dictadura y a la tortura, en contra de los derechos elementales de las mujeres, de los negros, de los pueblos indígenas, entre otras posiciones trastocadas, los medios de comunicación plantean abiertamente la necesidad de derrotar a Bolsonaro como presidente de Brasil.
En varios momentos de la historia brasileña, esto habría sido la señal determinante para la caída de un gobierno, como fue el suicidio de Getulio Vargas en 1954, antes que fuera depuesto, acusado por los medios; la renuncia de Jânio Quadros, en 1961, cuando intentó un golpe blando y fue rechazado por los medios; el impeachent de Fernando Collor de Mello, en 1992, cuando los medios revelaron procesos claros de corrupción del entonces presidente; el impeachment de Dilma Rousseff que, aun sin razones constitucionales, fue cercada por los medios para ser destituida de la presidencia por un golpe mediático-jurídico.
Lo inédito de la situación que vive Brasil en estos tiempos de coronavirus es que, por primera vez, los medios se oponen frontalmente a un gobierno –aunque, por otra parte, defienden su programa económico neoliberal-, pero no encuentran la fuerza para destituirlo, al menos por ahora. ¿Con qué fuerza cuenta ese gobierno para resistir a una ofensiva tan fuerte de los medios?
Cuenta con el apoyo de los militares y del gran empresariado, pero sobre todo cuenta con el quiebre de los partidos tradicionales de la derecha. Bolsonaro sabe que la derecha no tiene otro liderazgo para defenderse del retorno del PT al gobierno –fantasma que siempre le quitó el sueño a la derecha brasileña-.
Esa es la razón de fondo por la cual Bolsonaro se transformó en el candidato de la derecha y fue elegido presidente de Brasil. Esa es la lógica de esta locura. O la locura de esta lógica.
Es una lógica depredadora, que destruye la capacidad productiva que Brasil había acumulado, favorece la especulación financiera, vuelve a concentrar la renta y a excluir de derechos a la gran mayoría de la población. Para que ese tipo de política sea posible, con todos los retrocesos, es necesaria una forma específica de gobernar, que se apoya en dos fundamentos: mentir y buscar chivos expiatorios. El discurso de Bolsonaro –una parodia del discurso de Trump–, se fundamenta en un diagnostico al revés de lo que es la realidad, buscando justificaciones para sus políticas suicidas en supuestos errores del pasado y para poder presentarse como el salvador del país de una ruina de la que no sería responsable.
Un gobierno que tiene el apoyo del conjunto de la derecha –gran empresariado, medios de comunicación, partidos tradicionales- en su política económica. Las críticas que recibe son las de la lentitud de los proyectos neoliberales y de las privatizaciones, de la incapacidad de articulación política para consolidar y perpetuar la mayoría de derecha en el Congreso. Las críticas vienen de su comportamiento absolutamente arbitrario, autoritario, sin ningún decoro, el debilitamiento de la imagen de Brasil en el mundo, las posiciones absurdas en términos de derechos humanos. Ahora se le suma la falta de reacción frente al avance del coronavirus.
Esa es la contradicción de fondo de ese tipo de gobierno. Únicamente logra tener un líder con cierto grado de apoyo popular con alguien que apela constantemente a sus bases extremistas, fundamentalistas. No obstante, debido a eso desvía o debilita su capacidad de congregar a todas las fuerzas de derecha y de avanzar más rápidamente en las directrices neoliberales.
La lógica de la locura de Bolsonaro es la fuerza del PT, de Lula y de la izquierda, que acechan todo el tiempo a la derecha, con sus fantasmas del retorno de un gobierno popular, antineoliberal, como el que gobernó el país entre 2003 y 2014. Sólo el éxito de los gobiernos del PT y la persistencia del apoyo popular a Lula, explican que la derecha brasileña se rinda frente a un gobierno como el de Bolsonaro.
La derecha tradicional y el centro político han sido destruidos; así, para poder retomar el modelo neoliberal, las elites brasileñas están condenadas a un liderazgo como el de Bolsonaro, como forma de blindarse contra el retorno de la izquierda al gobierno. A ver hasta cuando lo logran.