El de Diana Zurco es un caso atípico para la televisión abierta argentina. Un cisne negro dentro de la pantalla chica. No sólo porque se trata de la primera locutora trans en conducir un noticiero de alcance nacional, hecho ya de por sí revolucionario para un medio que aún suele pensar la sociedad casi únicamente en la excluyente dualidad mujer/hombre. También la presencia de Zurco en el noticiero central de la Televisión Pública Noticias (lunes a viernes, de 20 a 22) resulta novedosa porque todos los días viaja desde su Hurlingham natal hasta el canal en transporte público, utilizando tanto en la ida como en la vuelta el colectivo, el tren y el subte. “Me pienso como una laburante, como una servidora de la comunicación, no como una estrella televisiva”, subraya en la entrevista a Página/12, que -antes del aislamiento obligatorio- duró lo que el viaje desde la estación Ejército de los Andes del ferrocarril General Urquiza hasta la terminal Federico Lacroze.
Entre el chirriar de las vías del tren, el voceo de los vendedores ambulantes y la música de algún artista callejero que musicalizan de fondo, la voz de Zurco se hace escuchar con claridad y determinación. Con la misma firmeza con la que desde febrero de 2015 se la comenzó a escuchar en el servicio informativo de la AM 1110, para luego hacerlo en la locución de Cosas que pasan (Silvana Amato) y Massaccessi que nunca (Mario Massaccessi), en la misma emisora. Pasos necesarios que la primera locutora trans recibida en el Iser tuvo que dar para llegar a la televisión y extender su jornada laboral. “Me levanto a las 7 de la mañana, para poder llegar a la radio a las 10 y hacer mi turno hasta las 16. Después me voy para el canal para maquillarme, peinarme, repasar rutina e informarme y hacer el noticiero, que ahora se extendió hasta 22. Así que llego a casa pasada la medianoche. No estoy durmiendo mucho. No más de cuatro o cinco horas”, reconoce la locutora.
-¿Vale la pena semejante esfuerzo?
-Trato de descansar, pero me estoy acomodando, todavía. Se dio todo junto. Me llamó Daniel Miguez, gerente informativo de la TV Pública, para preguntarme si me interesaba ser parte del servicio, que querían hacer una apertura en el noticiero, hacia la perspectiva de género. Lo primero que hice fue celebrar esa idea. La tele necesita seguir sumando miradas y diversidades. Y por supuesto que me mostré dispuesta. Tuve que hacer un montón de pruebas hasta poder ser elegida.
-¿Te costó el lenguaje televisivo?
-Toda mi formación y trabajo profesional fue en radio. Si bien estudié en el Iser e hice prácticas televisivas, no es lo mismo: hubo que ensayar mucho. La voy llevando como puedo. Por eso trato de escuchar y aprender y ejercitarme durante la semana, para descansar durante el fin de semana. Desde el canal me ayudan mucho. No porque no sepa lo que es laburo, porque trabajé siempre; el tema es cómo lo organizamos. El noticiero es algo nuevo para mí, tengo que entender cuál es el rol de cada uno, los cuidados que tengo en cámara, más allá de la rigurosidad con la que difundo tal o cual noticia. Tengo que pensar en el plano de la cámara, tanto cuando presento una noticia yo como cuando lo hace una compañera. Las cámaras lo toman todo. Si estoy cansada, se nota en mi semblante, en mi rostro. El noticiero televisivo exige un cuidado que transciende a la noticia en sí.
-Al momento de aceptar, ¿sentiste que era un desafío netamente profesional o también cultural, en tanto representante trans?
-Las dos cosas. Es una oportunidad enorme a nivel profesional, pero también tengo claro que lo social va de la mano. Tomé conciencia desde hace un tiempo, cuando me recibí de locutora y fui noticia por ser la la primera locutora trans egresada del Iser, del lugar de aquellos que somos minorías y ocupamos lugares públicos. El click lo hice cuando empecé a dar las primeras charlas en colegios, para contar mi experiencia, y que luego chicas y chicos me contactaron para decirme que habían podido plantearle su identidad de género a sus padres, que habían podido hablarlo, que se habían animado. O chicos que querían abandonar sus estudios, desesperanzados, desmotivados por diferentes situaciones, y que luego de la charla volvieron a creer en que podían sobreponerse a sus realidades. “Si vos pudiste, yo puedo”, me escribió uno. Me fui dando cuenta del rol que tenemos los comunicadores y también quienes con nuestra palabra o trabajo podemos mostrar que otros caminos son posibles. Nosotros, los comunicadores, tenemos un poco el ego inflado y nos cuesta ver más allá de él. El rol social que tengo, ni hablar desde mi identidad trans, marca cada cosa que hago y digo. En este tiempo me di cuenta cómo a través de la visibilidad que asumo, sobre todo desde un noticiero, mi sola presencia ya genera un movimiento cultural interesante, una conmoción entre chicos y chicas, adultos y ancianos, que nos puede hacer mejores.
-Te emocionás mientras lo decís...
-No puedo no hacerlo. Es una oportunidad enorme la que tenemos... Hay una doble lectura. Por un lado, que haya una persona trans en un noticiero no debería ser algo histórico, debería ser totalmente natural, no debería ser noticia. ¿Alguien se puso a pensar cómo puede ser que la identidad de género de alguien pueda ser algo excluyente? Hoy es necesario que sea noticia para que el día mañana no lo sea. Estamos atravesando un proceso de cambio social y cultural. Estamos aprendiendo y deconstruyendo un montón de cosas. Más allá de la historia de “la trans que conduce”, lo que está logrando el feminismo en términos simbólicos y concretos es impresionante. El feminismo es una ola tremenda. La Argentina ya cambió, aunque a algunos todavía les cueste asumirlo.
-¿En qué sentís que cambió el país?
-Hay cambios sociales y culturales que ya se gestaron. Después está el proceso de asimilación social integral, que lleva su tiempo y obedece a cuestiones individuales. Pero hay logros innegables: la ley de matrimonio igualitario, la ley de identidad de género. Tampoco se pueden soslayar los cambios culturales que empiezan a percibirse, como la toma de conciencia sobre la violencia de género, la perspectiva de género con que se empieza a pensar el mundo. Hay un respeto sobre la mujer que está sobre la mesa, en el mejor de los casos, o empieza a estar más presente en otros. La paridad de género en determinados ámbitos ya se gestó. Se está empezando a andar sobre otros senderos. Lo que falta es que ese camino termine de construirse. ¡Claro que hay gente que todavía le cuesta asimilarlo! Para eso hay que barrer definitivamente con ciertos mandatos culturales que contradicen la nueva era.
-¿Pero no creés que hay que seguir trabajando mucho todavía?
-Hay que trabajar con el inconsciente colectivo, que es viejo, patriarcal y machista. No es un crítica. Es una observación. Las sociedades necesitan tiempo para evolucionar, pero son dinámicas. La histórica verticalidad social está transformándose. La sociedad, el llano, siempre se manifiesta antes de que se instalen nuevas estructuras. Por ejemplo, el uso del lenguaje inclusivo, que tanto molesta a algunos... Yo no lo incorporé todavía, pero eso no significa que no pueda ver en esa expresión un cambio cultural en ciernes. ¿Qué nos están diciendo las nuevas generaciones con el lenguaje inclusivo? Allí hay algo que no se puede negar, es una resonancia de que algo pasa, de que hay nuevas inquietudes. Entonces, ¿qué hacemos con eso? ¿Lo negamos? ¿Lo atacamos? No creo que sea el camino, porque en las sociedades tarde o temprano lo nuevo le gana a lo viejo. Se percibe una necesidad de cambio, que la sociedad lo siente, lo reclama. Da cuenta de que mucha gente que sufre injusticias, a la que dejan al costado, que es víctima de los estereotipos, pelea porque sea tratada como cualquier otra.
-Pero a toda acción surge una reacción. Hay quienes se resisten a ese avance.
-Hubo un tiempo en el que existía la esclavitud, un momento en el que el apartheid era natural, sociedades donde los negros no podían viajar junto a los blancos. Hubo un sistema audiovisual en el que los negros no podían protagonizar películas ni programas, que su lugar en el escenario era en el rol de bufones. Y en esa misma sociedad un negro (Barack Obama) terminó siendo presidente. Las cosas cambian, no son permanentes. Entonces, a esa parte miserable de la humanidad, ¿de qué le sirvió negar y segregar? Es una reacción estéril. Es una critica a un tiempo social. Hay transformaciones sociales que son inevitables.
-¿Pero cómo se explica, entonces, que la violencia de género, los femicidios y los travesticidios no se detengan?
-No me sorprende que eso ocurra. Los crímenes de odio por género forman parte de una cultura que hay que terminar. Lo que importa es hacia donde evolucionamos los seres humanos. Y hoy hay un reconocimiento de derechos a todos, que deben ser respetados. Ojo: no por ser trans tengo que ser más especial que otra persona, ni debo ser reconocida solo por cuestiones positivas... No. No por ser trans puedo hacer lo que se me dé la gana. Los derechos son de todos. Pero hay un hecho claro, contundente: la comunidad trans tiene un promedio de vida de 35 años. ¿Qué hacemos? ¿Cómo revertimos esas violencias si el más fuerte no abraza al más débil?
-¿Creés que la visibilidad que le otorga a la comunidad trans tu rol de conductora de un noticiero que llega a todo el territorio argentino es fundamental para abrir cabezas?
-Puede ayudarnos. Sirve para amplificar el mensaje. La TV Pública llega a lo largo y ancho del país. La repercusión fue muy fuerte. Hay muchas personas que se pueden sentir reflejadas, para la que la sola presencia es una motivación en cuanto a que se puede lograr lo que soñamos, que otra sociedad se está gestando. También soy consciente de que tiene que haber un cupo laboral trans para incluir a la comunidad. Hay una disputa entre la meritocracia y lo que no lo es. Pero no se trata de eso. Trato de articular mi exigencias y derechos con la sociedad para conseguir nuevas conquistas. Tengo claro que el colectivo es la lucha trans: muchas han entregado la vida, derechos conquistado que hoy tenemos gracias a esas compañeras trans. Esa es la lucha colectiva. Pero no es la única.
-¿Cuál es la otra?
-La individual, que es el camino de cada una de nosotras hacemos, de estar preparadas para ocupar esos espacios que se abren, de cumplir con las normas. Si quiero ser algo, tengo que estudiar y trabajar, no va a venir alguien a hacerlo por mí. No quiero las cosas servidas; así pienso, es mi camino. Pero también soy prudente. No puedo pretender que todas piensen como yo. No todas tuvieron mis oportunidades. La meritocracia tiene un costado negativo porque muchos se quedan afuera según donde nazcas y qué nivel económico y cultural tengas. Por eso digo que la meritocracia es una falacia. La cuestión es cómo articular el ejercicio de nuestros derechos con nuestra formación. Hoy hay padres y madres que cambiaron el chip y aceptan a las hijas trans. Por suerte, muchas no van a tener que pasar por la prostitución, como les pasó y les pasa a tantas. Eso hay que celebrarlo. Pero también en la propia comunidad tenemos que asimilarlo. Yo no me quedo en mí, en lo que hago o logro. Hay que tener un pensamiento transversal y atemporal: me miro en el pasado, en el presente y en el futuro. Me siento como una “posta”. Las tras que ocupamos lugares en el mercado laboral somos “postas” para las compañeras trans que van a venir. Así como otras lucharon para que hoy muchas estemos aquí, hoy pienso que trabajo para las que van a venir.
-En tu caso, además, una “posta” que trasciende a su condición de trans.
-No por ser trans voy a hacer una columna de género únicamente. Mi intervención en el noticiero es transversal. Puedo hacer avances de economía, placas de actualidad, porque si me limito a la información de género, seguimos reforzando el gueto. Lo interesante es que se me piensa y respeta como par, como profesional. Y no solamente por mi identidad. Por eso tenemos que festejar que Lizy (Tagliani) nos haga reír tanto, porque tiene esa capacidad, más allá de su identidad. Lo bueno es que se sumen más roles a la comunidad trans, que ya no solo nos piensen para el humor. Es interesante que se sumen nuevos roles. Tenemos que demostrar que estamos capacitadas para cualquier trabajo.
Nueva gestión
Cambio de rumbo en la TV Pública
La llega de Zurco al servicio informativo de la TV Pública se dio en paralelo a la renovación de los noticieros de la emisora estatal. La gestión de Rosario Lufrano al frente de Radio y Televisión Argentina S. E. lanzó el 16 de marzo las cuatro ediciones diarias de noticias, cuya gerencia informativa está en manos del periodista Daniel Miguez. En la edición central, que se emite de lunes a viernes de 20 a 22, Zurco está acompañada en la conducción por Ariel Senosiain y Gabriela Previtera. Esa edición de Televisión Pública Noticias cuenta con la participación periodística de Lucía Aisicoff (Política), David Cufré (Economía), Ayelén Oliva (Internacionales) y Pablo Tiburzi (Deportes). “Tengo la suerte -cuenta la locutora- de ser parte de un gran equipo. Estoy integrada, trabajando como una más, que es el ideal al que hay que llegar: que todas las personas trans estemos trabajando e integradas, que estemos naturalizadas en el mercado laboral”.
La edición matutina de Televisión Pública Noticias, de 7 a 9, tiene a Silvia Fernández y Pablo Vigna como conductores, a los que se suman los periodistas Verónica Urriolabeitia (Política), Florencia Barragán (Economía), José Natanson (Internacionales), Néstor Espósito (Judiciales), Julia Kolodny (Género), Juan Carlos Fernández (Deportes), Alejo Álvarez Herrera (Espectáculos), Laura Mijhalson (Salud y Estética), Gabriela Andrietti (Clima) y Hugo Palamara (Tránsito). Por su parte, la edición del mediodía, de 13 a 14, está conducida por Gabriela Rádice y Alejandro Puertas, con las columnas de Lucía Aisicoff y Fernando Fraquelli (Política), Raúl Dellatorre (Economía e Internacionales), Maximiliano Staiman (Deportes) y Gabriela Andrietti (Clima). El cierre diario informativo es a la medianoche, con el espacio conducido por Daniel López. Además, desde el último fin de semana, todos los sábados a las 12.30 se emite Televisión Pública Noticias Internacional con la participación de Ayelén Oliva, Raúl Dellatorre, Jorge Elías y José Natanson.