En París, en la tarde del martes, el coronavirus se cobró a su primera estrella musical. Ni siquiera le perdonó su estatus de leyenda. Tras permanecer seis días hospitalizado, Manu Dibango murió a los 86 años. El saxofonista camerunés fue autor de “Soul Makossa”: el primer mega éxito de la música africana contemporánea. A pesar de que fue lanzada originalmente en 1972 como Lado B del tema “Hymne de la 8e Coupe d’Afrique des Nations”, que celebraba la llegada de la Selección de fútbol de Camerún a los cuartos de final de la Copa Africana de Naciones, ese mismo año el discjockey David Mancuso, artífice de la fiesta The Loft, se encargó de instalarla en el ADN de la música disco. Por lo que se le considera una de las canciones fundacionales del género. Su éxito fue tan instantáneo y contundente que, además de agotar las copias importadas que existían del disco en Nueva York, fue incluida en la programación de la emisora de radio negra por excelencia de la ciudad, WBLS, generando tal revuelvo que aparecieron 23 covers del hoy clásico.
Una vez que recibió la chapa de “hit disco de culto”, este funk de poco más de cuatro minutos, interpretado en el dialecto camerunés duala (“makossa” significa “yo bailo”), fue comprado por la multinacional Atlantic Records al sello francés Fiesta Records. Si bien en aquella época alcanzó el puesto 35 de la cartelera Billboard Hot 100, e impactó en la cultura latina, lo que evidenció el disco Latin-Soul-Rock (1974), de la Fania All-Stars, donde el colectivo salsero la toca en vivo con su creador, la canción supo sobrevivir al paso del tiempo. Aunque no faltaron los que intentaron aprovecharse de ésta, como Michael Jackson, quien plagió descaradamente parte de su letra para su tema “Wanna Be Startin’ Somethin’”, o Rihanna, en “Don't Stop the Music” (su sample se basó en el choreo del “Rey del Pop”). Sin embargo, el pasaje en cuestión de “Soul Makossa” fue revisitado por figuras del hip hop de la talla de A Tribe Called Quest, Fugees, Will Smith, Eminem y Kayne West, al igual que por J Lo, Childish Gambino y hasta por el icono del indie lo-fi Ariel Pink.
Antes de convertirse en un emblema africano, Emmanuel “Manu” Dibango (nació en 1933 en Duala, la mayor ciudad de la entonces colonia francesa de Camerún) fue enviado a Marsella, en 1949, a terminar la secundaria. Pero para decepción de sus padres, un funcionario público y organista de un templo protestante y una costurera, en la metrópolis cambió los estudios por la música. Primero se sentó en el piano y más tarde tomó el saxo, influido por el jazz, el soul, los ritmos africanos y la chanson francesa de Serge Gainsbourg. Después de acompañar a otros artistas, como el congoleño Grand Kallé, Nino Ferrer y Dick Rivers, y de prestar su talento para la publicidad y el cine, el camerunés inició su carrera solista. Al momento de lanzar “Soul Makossa”, que posee dos nuevas versiones manufacturadas por él mismo, ya contaba con tres álbumes en solitario: Saxy Party (1969), Manu Dibango (1971) y O Boso (1972), los primeros de una discografía que casi abrazó el medio centenar de producciones. Balade en saxo (2013) fue la última de ellas.
Mientras se adentraba en otros instrumentos como el vibráfono, la marimba y el balafón, Dibango, que en 2019 celebró sus seis décadas sobre los escenarios, colaboró con otro hito de la música contemporánea africana: el desaparecido artista y activista nigeriano (amén de padre del afrobeat) Fela Kuti, de la misma manera que con el también nigeriano King Sunny Adé y el grupo de gospel sudafricano Ladysmith Black Mambazo. En tanto que, ya en esta parte de occidente, compartió trabajos con Herbie Hancock y Bill Lawsell (para su disco Electric Africa, de 1985), Peter Gabriel y Sinéad O’Connor (Wakafrica, 1992), y con Eliades Ochoa y su Cuarteto Patria (CubAfrica, 1998). Si bien fue considerado un artista rupturista y adelantado a su tiempo, mucho antes de que la “world music” sirviera para etiquetar lo inexplicable, en Francia lo estimaban más que en su propio país. Por eso no es fortuito que uno de los primeros en despedirlo haya sido el ministro de Cultura galo, Frank Riester: “La generosidad y el talento de Manu Dibango no conocían fronteras”.