El objetivo de máxima es que todas las personas que necesiten el diagnóstico puedan hacérselo. Bajo esta premisa, si bien hasta hace apenas unos días el Instituto Malbrán era el único certificado por la OMS para llevar adelante la tarea, el trabajo podrá ser realizado por instituciones radicadas en los “puntos calientes” del país. El procedimiento, básicamente, sirve para saber quién está infectado y quién no lo está. Cuanto más cerca se esté de diagnosticar a todos, mejor se podrán planificar las acciones sanitarias y de prevención obligatoria para conseguir dar pelea al coronavirus.
Además de los dos mil reactivos que en un principio suministró la OMS, el gobierno realizó compras en diversas oportunidades. Hacia fines de enero concretó la primera y luego siguieron otras el 13 y el 21 de marzo. En una fase inicial, Argentina contará con 52.500 reactivos, aunque de acuerdo a fuentes del Ministerio de Salud a las que pudo acceder este diario, en los próximos días llegará medio millón más. Incluso, se explora la posibilidad de que, a partir de las capacidades científicas y tecnológicas del Conicet y la red de universidades nacionales, se pueda comenzar a producir los propios ante un eventual cese de los importados si es que el coronavirus avanza en las naciones proveedoras. La gran mayoría fueron adquiridos de compañías alemanas y de EE.UU., aunque también se registran compras a China y Corea.
Los insumos no sirven de nada si el personal no está capacitado para realizar los test. Por ello, ya se ha instruido a más de 200 personas de diversas instituciones para aplicar las estrategias de diagnóstico bajo las normas de bioseguridad que marcan el pulso en la arena internacional. Centros de Buenos Aires, Córdoba, Chaco, Santa Fe, Santa Cruz, Tierra del Fuego y San Luis protagonizan la primera etapa de la descentralización. Y, aunque a la fecha son diez los laboratorios que se encargarán de procesar las muestras, se espera que la semana próxima el número se eleve a 35. Estas dependencias recibirán los sets de reactivos, podrán ponerse en marcha cuanto antes e irán activando el proceso de descentralización que se ejecutará de manera progresiva. No se descarta --ante el inminente pico de casos en los días que se avecinan-- la habilitación de decenas de laboratorios; sobre los cuales hoy se explora la disponibilidad de sus insumos, capacidades, infraestructuras y tecnologías. Los vínculos entre los expertos en el área están bien aceitados a nivel doméstico porque existe la Red Nacional de Influenza y Virus Respiratorios, un espacio que nuclea a buena parte de los referentes en el área.
El gobierno, durante estas semanas, avanza en la preparación de camas, así como también en la adquisición y la fabricación de respiradores de bandera. Argentina se anticipó de manera adecuada para afrontar un conflicto de escala global. Tal vez, su ubicación geográfica --como nunca antes-- funcionó como una condición favorable y beneficiosa. Tener la posibilidad del ejercicio prospectivo no es un lujo que todos pudieron darse. “Esperamos una explosión de casos lógica que tiene que ver con los números normales de la evolución de la pandemia. Hemos realizado proyecciones de aquí al 31 de mayo. Evaluamos muchos escenarios posibles, desde los más promisorios hasta los menos. Tenemos la obligación de tener todo en la cabeza”, apuntaron fuentes del Malbrán. Y remataron: “Cualquier medida que se tome antes de una pandemia parece ridícula pero cualquiera que se tome después resulta insuficiente. Nuestra curva no inició la pendiente que ya adquirió Brasil, Uruguay y Chile”.
El ejemplo Malbrán
Los expertos del Malbrán desarrollaron una visión estratégica. En diciembre ya se aventuraba que el Covid-19 sería más complejo de abordar de lo que fue el SARS (síndrome respiratorio agudo y grave) en 2003 y de impacto similar a la pandemia de Influenza (Gripe A H1N1) en 2009. A partir de aquí, los referentes del Instituto realizaron un rally que incluyó reuniones con agentes de la OMS y la recepción de los primeros reactivos, la adecuación al protocolo de diagnóstico de reconocimiento mundial “Charité-Berlín” (desarrollado por el prestigioso virólogo alemán Christian Drosten) y encuentros en Ginebra y Río de Janeiro para la puesta a punto de la herramienta.
¿Cómo es el modus operandi hoy en día? El Instituto recibe las muestras (hisopados, aspirados traqueales, tejidos post mortem) y las registra durante las 24 horas de los siete días de la semana. Luego sobreviene una etapa de apertura y registro de lo ingresado, con estaciones de flujo con funciones bien determinadas. Más tarde, se abre la fase preanalítica y se preparan las muestras: hoy en día el Malbrán cuenta con seis robots que colaboran en la extracción de los ácidos nucleicos y contribuyen en la celeridad del mecanismo. Las muestras se cargan en equipos PCR en tiempo real y los resultados se controlan con positivos y negativos de referencia. Todo el procedimiento demora entre seis y siete horas y la información se carga a un software que reúne los datos obtenidos en todos los puntos del país.
Según las autoridades del Instituto, a la fecha “no existen remanentes de muestras sin analizar”. Y relatan: “No obstante, no se examinan todas las que llegan porque en muchos casos los pacientes de las que fueron extraídas ni siquiera cumplen con la sintomatología relacionada al Covid-19. Hay personas que quieren testearse a toda costa pero les pedimos que tengan responsabilidad”. Esta aclaración surge como producto de falsa información que circula en las redes por estos días e indica que el Malbrán no tiene capacidad de respuesta. “En 2009, con Influenza, hemos llegado --con tranquilidad operativa-- a analizar más de mil a diario. Examinamos todo lo que llega sin problemas”, aseguran.