A las 21, se escuchan los aplausos. Aplausos a quienes trabajan en la salud pública que muchas veces son identificades en el genérico “médicos”. La salud pública es mucho más que eso, y si hay una tarea que siempre fue subestimada, justamente por estar asociada a lo femenino, es la de las enfermeras. En la Argentina, en 2016 –últimos datos disponibles- había casi 193.000 personas que trabajaban en enfermería, de las cuales se estima que el 85 por ciento son mujeres. La pandemia las expone al máximo, porque son quienes sostienen el contacto diario con les pacientes. Esa presencia cercana es su mayor fortaleza, ya que el sistema de salud está hecho de personas que llevan a cuestas su vocación de sanar y sus contradicciones. La pandemia las profundiza. “El tema es que una se pregunta qué pasa si no entran todos los pacientes. Que estén adentro y que una los pueda atender, puede ser muy difícil pero se hace, el tema es cuando no hay lugar”, dice Natalia Bolcatto, enfermera del Hospital de Emergencias Clemente Álvarez de Rosario, lesbiana, histórica activista LGTTBI+. El sentido de las medidas de aislamiento social es ese: que haya lugar para todes cuando requieran servicios de salud. Las emociones aparecen siempre, y más aún cuando el trabajo cotidiano es con personas que necesitan curarse. Cintia Gómez se hace cargo de la sensación “rara” con la que vive el coronavirus. Es jefa de sala de Enfermería del Hospital Sbarra, que mucha gente conoce como la ex Casa Cuna. “La verdad es que me emociona poder ayudar y saber que voy a pertenecer a un grupo que va a salvar un montón de vidas, que depende mucho de nosotros el bienestar de muchas personas, pero también es una sensación cruzada, porque el pensar que uno tiene una familia, que tiene que estar bien para ellos, que nuestros hijos quizás van a estar solos, también te genera un poco de emoción y angustia”, dice sobre estos días de preparación ante la emergencia.
Trabajaren un hospital o en un sanatorio implica también una preocupación por lo que se lleva desde adentro hacia afuera. “Como es tan alto el contagio, el miedo es llevarlo a la casa al bicho. No tanto en pasarla nosotros porque bueno, los que vamos a estar ahí, más allá de que vamos a estar en contacto con la situación, con riesgo altísimo de contagiarnos, somos sanos y se supone que la podemos pasar un poco mal pero la vamos a pasar, si es que nos toca. El miedo es llevarlo a la casa, por lo menos lo que yo percibo como distinto en esta ocasión”, apunta Natalia.
Para María, también enfermera de la salud pública, que prefiere preservar su apellido, lo más duro fue la decisión de dejar a sus hijos de 12 y 16 años con la hermana. “La verdad es que nunca nos imaginamos tener que vivir esto alguna vez. Esto que es una emergencia sanitaria. Con mis compañeros hablamos mucho, todos los días. Si bien estamos preparados para lo que sea, porque en nuestra profesión siempre tenemos el contacto con la vida, la muerte, con estar cerca de la enfermedad, en este momento recibimos información todo el tiempo, y la verdad es que muchos de nosotros estamos durmiendo mal, estamos preocupados por nuestras familias. De hecho yo ayer dejé a mis hijos con mi hermana por tiempo indeterminado, así que la verdad es que es todo muy movilizante para nosotros. Mis compañeras también tuvieron que dejar a sus hijos con sus familiares, y no sabemos cuándo nos vamos a volver a ver, esa es la realidad”, confiesa su preocupación.
El cuidado de les hijes de trabajadores de la salud es uno de los grandes temas en este momento. “Yo a mis hijos me senté ayer y les dije que esta semana es decisiva, tengo un nene de 10 y una nena de 12 y mi marido tiene una hija de 18. Los dos somos enfermeros, trabajamos en distintas áreas, y les dijimos que no sabíamos si íbamos a estar durante el día o durante la noche, y que si nosotros no podíamos estar, se tendrían que organizar para comer y para hacer sus deberes mientras nosotros no estamos”, relata Cintia y remata con la voz quebrada que pese a la alegría de la profesión elegida, tiene “una sensación de tristeza de tantas pérdidas de vida y de angustia por dejar a nuestros hijos”.
Aunque existe la licencia para quienes deben cuidar a sus hijes, es justamente el punto crítico cuando se trata de salud. “Nosotros lo que estamos viendo es que salud es en general un trabajo donde la feminización va en aumento, hay un 70 o 75 por ciento de trabajadores que son mujeres. Medicina tampoco escapa a eso, ni siquiera en las residencias que han sido clásicamente de hombres, como cirugía. Vemos ahí también que las mujeres hace muchos años han empezado a meterse, inclusive han sido jefas de residencia y de servicio, algo que era impensado”, señala María Fernanda Boriotti, presidente de la Federación Sindical de Profesionales de Salud de la República Argentina (Fesprosa). “Ahora, en esta situación de pandemia, vemos este conflicto que se presenta cuando tenemos gran cantidad de madres con hijos a cargo y que están necesitando ser licenciadas, porque a veces ambos padres trabajan y a veces, ellas son sostén fundamental de la familia. Estamos con el problema de cómo enfrentar esta pandemia cuando necesitan estar licenciadas y por otro lado existe la necesidad de tener a todo el personal disponible”, describió un problema candente.
Porque en este momento, la clave es la programación de los servicios para funcionar en su máxima capacidad, la formación de estrategias y la optimización de los recursos disponibles. Mientras en los distintos niveles del sistema de salud se desarrollan estos planes y se forman equipos, esa programación tiene correlato en cada servicio en particular. “En estos días, mi vida cotidiana cambió mucho, porque al estar en un cargo de gestión, ya que soy jefa de la sala de enfermería, estoy preparando con el comité ampliado todo lo que es protocolo, manejo de materiales, insumos, cómo nos vamos a organizar, preparando estrategias, planificando situaciones, pensando situaciones que nos pueden pasar y cómo nos vamos a organizar constantemente. Te diría que en lo laboral estoy las 24 horas del día prácticamente. Ayer no pegué un ojo porque uno no sabe qué va a venir, pero nos estamos preparando, preparando a lo que no sabemos”, cuenta Cintia. Las 24 horas del día está pensando en esa organización.
Clara Sartori tiene más de tres décadas de enfermera y encuentra una situación inédita. "En el Hospital se nota,se percibe una preocupación, hay un interés genuino por solucionarnos el problema de los elementos de bioseguridad, y la disponibilidad y protocolos para cubrir las necesidades de esta tormenta que viene viniendo. Se nota una preocupación para llegar a estar a la altura de las circunstancias, con una visión de magnitud”, describe cómo se vive en su lugar de trabajo, un hospital público. “Las mujeres o el cuerpo general de enfermería, siempre sentimos que estamos en la trinchera, esa sensación de estar siempre en el lugar que se cocinan las cosas. Con mis 30 años de ejercicio de la profesión estuve en otras preparaciones de epidemias y demás. Esto es más groso, me parece, porque no lo habíamos visto nunca antes”, cuenta lo que viven y admite que “siempre está la preocupación por el resguardo de cada uno, mezclado con esta sensación de querer prestar toda la ayuda posible. Estamos siempre en ese punto, sobre todo las mujeres, que tenemos esa condición de querer ayudar, y más aún en la generación de las más grandes, como yo, que tenemos la carga de la obligatoriedad, de la culpa, del deber ser, y de querer hacer todo lo posible incluso más allá de lo que podemos o debemos hacer. Pero también tenemos esta corriente de las nuevas generaciones que están ocupadas en plantear que nos resguardemos, que nos cuidemos nosotros y protejamos al equipo de salud, que también es importante recordarlo y tenerlo presente”.
Cuidarse para cuidar es una premisa que signa la tarea de las enfermeras, trabajadoras que además de brindar salud, generan un vínculo humano con las personas asistidas. “Es un trabajo desvalorizado socialmente y históricamente por los equipos de salud, pero que tienen un rol fundamental y en otros lugares del mundo son un eje central de los servicios de salud”, consideró Boriotti, quien admitió que “en todo el mundo enfermería es un recurso humano faltante, así que eso te da una idea de lo importante que es y el rol que tiene en todos los equipos de salud”. En ese sentido, recordó que hay provincias que ya incorporaron a la enfermería dentro de la ley profesional de salud. “Hay un avance en el reconocimiento, el tema es que es necesario terminar con el modelo médico hegemónico en los servicios de salud, que es lo que ha primado y después de un proceso de valorización de los equipos, aún sigue siendo eje en muchas cabezas y en mucha gente que organiza los servicios de salud. Falta todavía avanzar en eso”, consideró.
En un país de grandes disparidades geográficas, también la situación de las enfermeras es parte de esas inequidades. “La disparidad es a veces abrumadora desde el nivel salarial hasta el reconocimiento de las distintas profesiones y en qué salud se le brinda a la población”, consideró Boriotti y detalló con algunos ejemplos de la salud pública: “En cada provincia hay una carrera sanitaria diferente, si la hay, niveles salariales diferentes, políticas de salud diferentes, y eso hace que no toda la población tenga el mismo acceso a la salud. Hay provincias como Neuquén donde hay una valorización muy importante del full time y otras que no quieren saber nada con lo full time. Hay algunas que tienen a su planta totalmente precarizada con contratos renovables cada tres meses, como San Luis, y otras provincias que trabajan en una desprecarización continua para no tener trabajadores de salud en negro. En la provincia de Santa Fe, en los últimos años hemos acumulado trabajadores monotributistas, porque no hay pase a planta desde septiembre de 2013. En esas condiciones nos enfrentamos a esta pandemia”.
La misma palabra le trae a Natalia rémoras de lo vivido en 2009, con la gripe A. “Sabemos lo que es el desborde y sabemos lo que implica en el cansancio, en el trabajo, en la dificultad, en los riesgos. Entonces, estamos un poco con la guardia alta por haber vivido también la gripe A en 2009, que fue muy duro, muy duro psicológicamente por lo menos para las que trabajamos ahí, y tratando de prepararnos y esperando que quienes gestionan estén a la altura de las circunstancias”, dice la experimentada enfermera, quien tiene el recuerdo a flor de piel. “La gripe A fue trabajar sin parar, con situaciones muy difíciles porque los pacientes se morían bastante rápido, yo estaba en terapia intensiva y la gente que llegaba intubada llegaba bastante mal. No me olvido más de una chica de 20 y pocos años, embarazada de ocho meses, que venía de la Maternidad Martin y se nos murió en menos de 24 horas. Entonces, esas cosas quedan en la memoria y hacen que estemos con la guardia súper alta y también muy ansiosos por lo que va a venir”.
Cómo afrontar lo desconocido es motivo de conversación continua en los distintos servicios. “Lo que charlamos es básicamente cómo nos vamos a preparar, cuáles son las posibles situaciones que vamos a tener a tener que afrontar, qué va a pasar si se desborda, cómo nos vamos a organizar. También planteamos los miedos que tenemos, porque obviamente existe el miedo pero también nos estamos preparando para no equivocarnos”, dice Cintia, del Sbarra.
En el caso de María, es acuciante, porque trabaja en una sala preparada especialmente para recibir a pacientes con COVID 19. “Ya tuvimos algunos casos sospechosos, y de un momento a otro, porque esto es el día a día, el otro día estábamos con pocos pacientes, de un momento a otro puede llenarse la sala y explotar todo. En un momentito nada más”, cuenta el alerta en el que viven.
La Organización Mundial de la Salud había declarado al 2020 el Año de la Enfermería y la Partería, para generar conciencia sobre la importancia del trabajo de las enfermeras en el sistema de salud. Esta profesión que encuentra en la británica Florencia Nightingale, nacida hace 200 años, su origen moderno, es un pilar de cualquier organización sanitaria. El coronavirus lo deja en evidencia como nunca.
Clara no considera casual que esta profesión consagrada al cuidado a les otres sea la primera línea de contención en una crisis mundial. “La atención al otro está a cargo de las mujeres todavía socialmente, entonces somos las que estamos más comprometidas. De todas maneras, pensemos que tenemos una sociedad donde la mujer tiene una participación muy activa en todo lo que sea servicio, porque el hombre está más abocado a lo que es producción. Eso todavía está separado y mayormente somos las que estamos en ese lugar de socorro al necesitado”, describe su percepción cotidiana y concluye: "No creo que sea casual tampoco, en general el mundo está hecho para que las primeras en las líneas de fuego sean las mujeres, cuando no se trata de guerras declaradas". Las metáforas bélicas que tanto circulan -y es necesario discutir- cuando se trata de enfrentar a este virus, también impregnan a estas mujeres que están preparadas para salir al ruedo.