Luciana trabaja en la limpieza de una farmacia sindical en Rosario, y está en negro. Ante el aislamiento obligatorio, debe ir a trabajar, pero no le extienden el permiso oficial. “Es cuando más la necesitamos, para que desinfecte todo, porque la circulación de gente es constante”, se desespera Alicia, que trabaja en esa farmacia. Si algo deja al descubierto la cuarentena es la precariedad de buena parte de las trabajadoras de la Argentina. El 53% de la población económicamente activa es cuentapropista, desempleada o con trabajos informales, según estudios del Centro Atenea. Más de la mitad. Esas cifras encarnan en personas que –como quienes realizan servicios de cadetería- están en la primera línea durante esta emergencia sanitaria. “Está todo muy, muy complicado. Habitualmente, somos muchísimos en la calle, y en este momentos somos muy pocos. Está terrible, no tenemos ni alcohol en gel ni barbijos ni nada que nos dé la empresa, eso corre todo por nuestra cuenta. Así que bueno, está el que quiera salir y el que no, eso depende de cada uno, lo que pasa es que nosotros al no tener otro ingreso, el que no sale, no cobra, es así. No tenemos un seguro financiero de parte de ninguna aplicación, que nos avale el poder quedarnos en casa, sí. Así que lamentablemente tenés que salir a trabajar”, cuenta Yanina, de Pedidos Ya Mar del Plata.
Los servicios de entrega a domicilio quedaron en la lista de actividades esenciales durante la pandemia, y se trata de un trabajo con índices casi absolutos de informalidad. “Nosotros decíamos irónicamente que si ahora los deliverys son servicios esenciales, por lo menos que los registren, porque pasaron a ser esenciales funciones que estaban totalmente degradadas”, considera María Paula Lozano, secretaria general de la Asociación de Abogados y Abogadas Laboralistas (AAL).
Justamente, ante la cantidad de consultas recibidas, la Asociación propuso la prohibición de despidos durante la crisis. El trabajo registrado también es un espacio de abusos, aunque los derechos estén legalmente más protegidos. La cantidad de consultas recibidas por AAL por incumplimiento de empleadores los llevaron a recordar que “lo que establece el decreto 29 es que todas las personas que cumplan con este aislamiento debe gozar de remuneración”. Y también detectaron “ciertos sectores que pretenden ampliar la excepción incluidas a supuestos taxativos”. El ejemplo que pone es el de una persona que “trabaja en un call center” que no es servicio esencial. La historia de Mariela (pide el resguardo de su nombre porque no puede permitirse perder el empleo) entra en ese punto: trabaja en una heladería céntrica de Rosario, que el propietario decidió abrir. “Estoy trabajando en una heladería con Pedidos Ya, con muchísimos pedidos diarios, me proveen elementos de seguridad pero utilizarlos en la vorágine de trabajo es una tarea muy difícil, casi imposible. Incluso en el afán de cumplir con mi deber, se me olvida que afuera hay un virus del que todos se están refugiando en sus casas. Se me olvida por un instante, pero me vuelve cuando paro, cuando me detengo y me cuestiono si lo que estoy haciendo realmente vale la pena. Si es una exposición justificada y necesaria. Es necesaria para mí porque es mi empleo actual y éste así me lo exige, pero socialmente me pregunto si es un producto de primera necesidad en esta cuarentena que justifique la exposición de decenas de empleades como yo”, dice Mariela sobre el dilema que vive en estos días en los que perder su trabajo no es una opción.
En otro de los puestos considerados esenciales, en el supermercado La Gallega, de capitales locales, de Rosario, otra empleada que pide proteger su identidad cuenta lo que están viviendo desde que se declaró la emergencia sanitaria. “Recién esta semana empezamos a trabajar más tranquilos, porque la semana pasada fue un caos sin guantes si barbijos, horas de más, un mundo de gente adentro, nadie respetaba nada. La verdad, un desastre”, contó esta mujer que tiene dos hijas. “Encima hicimos un aplauso pidiendo lo que nos corresponde y nos amenazaron con suspendernos y no pagar el sueldo a término”, explica sobre las razones del anonimato. Horas extras que no se cobran, imposibilidad de tomar la licencia con goce de sueldo para cuidar a sus hijas, son dos de las irregularidades que vive a diario. “Tengo mis hijas y me da terror ir a trabajar, pero no puedo perder el trabajo”, sintetiza. Aunque en los papeles, el derecho está garantizado, la amenaza de despido siempre es más fuerte.
Las mujeres son el 60 por ciento de las trabajadoras de supermercados. Las grandes cadenas comerciales redujeron en los últimos años, según denuncia la Asociación de Empleados de Comercio de Rosario, entre un 30 y un 40 por ciento su personal, a quienes además les exigen más tareas como el cobro de impuestos en la línea de cajas. “El trabajo más arduo que hemos tenido en estos días fue que se respete el derecho de licencia de quienes tengan que cuidar a sus hijos. No ha sido fácil porque al ser mayoría las compañeras, los empleadores querían frenar esa salida de personal. Lo primero fue garantizar a quienes tienen patología, el segundo paso fue darles licencia a quienes tenían que cuidar a sus chicos. Eso se ha hecho respetar. Las que quedan son las que están bancando esta situación, y eso lo tenemos que destacar”, expresó Juan Gómez, secretario adjunto de AEC.
Lozano es contundente. “Aquellas personas que pueden ir a trabajar tienen que tener ciertas garantías en lo que hace al cuidado de la salud”, y por eso reclaman desde AAL que se pongan en funcionamiento los comités mixtos de higiene y seguridad donde, como está establecido “tengan una intervención directa los trabajadores organizados, en forma conjunta con la patronal”.
Aún sabiendo las dificultades que eso plantea en situaciones de crisis, Lozano subraya que “no debe omitirse el derecho del trabajador y trabajadora para llevar adelante la prevención, siempre está el recurso de retener tareas. La ley de contrato de trabajo establece que si se pone en riesgo la vida o la salud, la persona tiene derecho a retener tarea. Nadie lo quiere hacer, en este contexto los trabajadores lo que quieren es tener las condiciones para trabajar, pero es un recurso”.
En la informalidad, todo es aún peor. Quienes hacen entrega a domicilio quedaron aún más expuestos a robos callejeros, ante la falta de gente en la calle. Brenda trabajó en aplicaciones, pero ahora formó una cooperativa que brinda el servicio junto a compañeros, donde se reparten el escaso trabajo que hoy les llegan. “Al estar en la cooperativa laburamos en un lugar fijo, pero quienes están en aplicación no tienen un local y se te complica el tema del lavado de manos y demás”, apunta otra dificultad. “Sí está complicado el tema de los robos, porque en un solo día, en Rosario hubo como 20 robos”, apunta. Lo mismo cuenta Yanina, y sabe que la hora en la que tiene que trabajar, porque es cuando hay más trabajo, es de 20 a 0. “A la noche no queda nadie, no hay policía no hay nadie, estás ahí, encomendándote a la suerte”, cierra Brenda.