Desde París
¿Tratamiento milagroso para neutralizar el coronavirus , complot contra su descubridor o ambición no controlada ? El protagonista de esta controversia, donde incluso se metió el presidente norteamericano Donald Trump, es el doctor Didier Raoult. Desde hace un par de semanas, este médico especialista en infecciones y microbiología, al frente del Instituto hospitalo-universitario Mediterráneo de Infección de Marsella (IHU), clama en todos los medios posibles que existe un antídoto económico y sencillo contra el Covid-19. Según él, un procedimiento basado en la cloroquina es el escudo más idóneo contra el virus.
Ya tuvo su primer éxito; el Ministerio de Salud de Francia autorizó su uso en pacientes internados. “La hidroxicloroquina y la combinación de lopinavir/ritonavir pueden ser dispensadas y administradas bajo la responsabilidad de un médico a pacientes afectados por COVID-19, en los establecimientos de salud que se encargan de ellos, así como, para la continuación de su tratamiento si su condición lo permite y con la autorización del médico inicial, en el hogar”, dice el comunicado deel Ministerio.
El profesor Didier Raoult surgió de la nada a finales de febrero, a través de un video difundido en las redes sociales donde anunció “el final de la partida” con este ingrediente muy utilizado contra el paludismo. Más tarde afirmó que, tras seis días de tratamiento con la cloroquina, apenas el 25 por ciento de los infectados presentaban síntomas. Entonces empezó una guerra entre el profesor, los medios científicos que cuestionaban su metodología, el poder político que no daba su autorización para que se llevara a cabo un tratamiento masivo, la Organización Mundial de la Salud que cuestionaba sus afirmaciones y la opinión pública, parte en contra de él y parte a favor (hasta lo amenazaron de muerte por charlatán). Se metieron los complotistas, la extrema derecha, los opinólogos, los detractores de la industria farmacéutica y la Comisión Europea.
Didier Raoult no es un perfecto desconocido, al contrario. Es un investigador de un enorme prestigio internacional conocido por sus investigaciones sobre virus emergentes cuyos descubrimientos le valieron incluso que existan dos bacterias infecciosas con su nombre: Raoultella planticola y Rickettsia raoultii. En 2010 ganó el gran premio del INSERM, (Instituto Nacional de Investigación en Salud y Medicina) y el centro que dirige en Marsella, el IHU, es uno de los más importantes que existen consagrados a las enfermedades infecciosas tropicales emergentes.
La comunidad científica no descarta la posible eficacia del tratamiento del profesor Raoult, pero sí pone en tela de juicio la forma en que, hasta ahora, las pruebas se llevaron a cabo. La OMS habló de “estudios reducidos” mientras que la corporación científica cuestionó y cuestiona su comunicación, la cual ha desatado una vorágine de malos entendidos. Es cierto es que los test parecen carecer de un cimiento sólido y los resultados que dieron las pruebas hechas desde hace varios días no coinciden con la tesis de Didier Raoult: los ensayos fueron muy restringidos (24 personas), hay grandes disparidades socio demográficas entre los participantes, todos no se encontraban en el mismo estado clínico de la enfermedad durante los ensayos y en el grupo de experimentación hubo incluso pacientes que rehusaron seguir el tratamiento, pero no fueron excluidos del protocolo. Se empleó la regla del “doble ciego”, la cual descarta la posibilidad de que pacientes y médicos sepan a qué grupos pertenecen. Por esta razón, el Alto Consejo de la Salud de Francia recomendó que, a falta de resultados concluyentes, el tratamiento con cloroquina no se empleara de forma masiva sin previa autorización y que su uso se limitara a las formas más graves de la infección. China, sin embargo, optó por probar la metodología del profesor francés sin que las consecuencias estuvieran a la altura de las esperanzas suscitadas. Al cabo de siete días de tratamiento no se constató ninguna diferencia.
Las persistentes dudas no condenaron la esperanza del antídoto. Las autoridades dispusieron que esta semana se llevara a cabo un ensayo clínico llamado Discovery. Lo dirigirá un consorcio donde se reúnen varios grupos de investigación de Francia llamado Reacting. Participan en él los hospitales de París, Lyon, Nantes, Lille y se extenderá más tarde a otros centros. Esta mega prueba integra a 3. 200 pacientes en Europa (800 de Francia) y recién el 27 de marzo se experimentará con cloroquina.
La querella se enredó un poco más cuando Donald Trump dijo que pensaba recurrir a la cloroquina contra el coronavirus. Las redes sociales, territorio predilecto del profesor Raoult para difundir su tratamiento, ven en él un héroe víctima de la mala fe de una industria farmacéutica aterrada ante la aparición de un tratamiento casi gratuito. Raoult incorporó esa sospecha en su retórica, con lo cual ha incluso incurrido en cierta perfidia no muy acorde con el rigor científico. En una columna publicada por el vespertino Le Monde, Raoult se defendió de sus detractores acusándolos de ser fanáticos de la “metodología” y, de allí, de estar en manos de la industria farmacéutica. Raoult escribe: «se utiliza un modelo para imponer, progresivamente, un método que fue desarrollado por la industria farmacéutica y evidenciar así que medicamentos que, globalmente, no cambian el porvenir de los pacientes agregan una pequeña diferencia. Ese modelo alimentó a muchísimos metodologistas y se volvió una dictadura moral”. Sólo las pruebas y sus resultados dirán si Didier Raoult tiene razón o exageró al haber sembrado esperanzas, controversias y convulsión con una panacea prodigiosa.