“¡La flor de los persas ha caído muerta! (…) ¡Sí: todo el ejército ha perecido!”. El Mensajero anuncia la debacle en Los Persas, del dramaturgo griego Esquilo, que luchó en la batalla de Maratón (490 a.C.) y en la de Salamina (480 a.C.) contra los persas. Desde Tallahassee, ciudad del estado de Florida (Estados Unidos), donde vive, el escritor y docente Pablo Maurette empezó una nueva maratón de lectura en Twitter bajo el título #Tragedia2020, una invitación a leer las siete obras de Esquilo que nos han llegado completas. “La tragedia griega trata sobre la vulnerabilidad del individuo respecto de realidades que lo exceden por completo, como la muerte, el destino, la calamidad. Me parece interesante revisar estas ideas en un momento de gran vulnerabilidad”, plantea el autor de El sentido olvidado (2017) y La carne viva (2018), publicadas por Mardulce. Maurette, que realizó convocatorias similares para leer La divina comedia, El Quijote y El Decamerón, se convirtió en sinónimo de lectura de los clásicos de la literatura universal en la red del pajarito.
En el Twitter del escritor (@maurette79) está el cronograma de lecturas: del 23 de marzo al 5 de abril, Los Persas; del 6 al 19 de abril, Los 7 contra Tebas; del 20 de abril al 3 de mayo, Las suplicantes; del 4 al 17 de mayo Agamenón; del 18 al 31 de mayo, Las coéforas; del 1 al 15 de junio, Las Euménides y del 16 al 30 de junio, Prometeo encadenado. “#Tragedia2020 nació el año pasado. Nadie jamás pudo haber sospechado que el hashtag fuese a ser tan apropiado. Vamos a leer las siete tragedias de Esquilo, dedicándole dos semanas a cada una”, cuenta Maurette a Página/12. “Los Persas es la más antigua (se presentó en 472 a.C.) Por eso empezamos acá. Pienso que de las cuatro mayores calamidades que pueden afectar al ser humano (guerras, epidemias, hambrunas y catástrofes naturales), la guerra y la epidemia tienen algo en común: el conflicto se dirime en tiempos muertos, en la espera de que pase algo. Los Persas está ambientada en Susa, la capital de Persia, muy lejos del conflicto armado. Los personajes esperan novedades del campo de batalla. Oscilan entre el miedo, los malos presentimientos, y también momentos de entusiasmo patriota y optimismo. Uno se puede identificar con esos altos y bajos también en esta situación de cuarentena, a la espera de novedades, pasando del catastrofismo al optimismo triunfalista”, explica Maurette, licenciado en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires, con un master en Griego Bizantino por la Universidad de Londres y un Doctorado en Literatura Comparada por la Universidad de Carolina del Norte (Estados Unidos).
“La tragedia griega trata sobre la vulnerabilidad del individuo respecto de realidades que lo exceden por completo, como la muerte, el destino, la calamidad. Me parece interesante revisar estas ideas en un momento de gran vulnerabilidad –advierte el escritor-. Sobre todo porque en Occidente, y quizás también en Oriente, nos hemos convencido (no a nivel individual, pero sí como cultura y forma de vida) de que somos invulnerables. No está mal un recordatorio de que todo termina, no solo nuestra vida individual y la de nuestros seres queridos, sino todo este mundo y estos estilos de vida que damos por sentado. Una cultura como la nuestra (ahora sí hablo de occidente) que ha decidido dejar de hablar de la muerte para concentrarse en el disfrute maníaco de la vida, puede quizás enriquecerse al verse obligada a pensar en su propia finitud”.
La sensación imperante es que el coronavirus llegó para quedarse. “El futuro se terminó. Por ahora, y quién sabe hasta cuándo, no se puede planear prácticamente nada. Ahí uno se da cuenta de cuánto tiempo pasa planeando cosas. Y, a la vez que el futuro se vuelve una nebulosa opaca, el pasado, el mundo anterior a la pandemia digamos, se aleja a gran velocidad y se va pareciendo cada vez más a una edad de oro perdida –compara el escritor lo que sucede con nuestra percepción del tiempo-. Siendo optimista y creyendo que habrá futuro, y que en ese futuro seguirá habiendo libros, yo sospecho que esta pandemia no va a ser un capítulo en los libros de historia del futuro, sino una mera nota al pie de página. Hay tanta gente brillante en todo el mundo trabajando de sol a sol, interconectada, compartiendo cada pequeño descubrimiento, y buscando la cura y la vacuna para Covid-19 que sospecho que no será tan terrible como a veces pensamos. Espero tener razón”.
Maurette, que está en contacto virtual con amigos de Argentina, México, Japón y de varios países de Europa, subraya que todos están viviendo la situación de manera similar. “Ninguno de nuestros contemporáneos pasó por algo así nunca. Ni en Argentina, ni en Estados Unidos, ni en China. Eso significa que se genera una comunidad en la desgracia y en la incertidumbre, pero también significa que, a diferencia de otras grandes calamidades, acá nadie puede consolar a nadie. Nadie puede decir ‘yo ya pasé por esto, va a desarrollarse así o asá y después va a estar todo bien’. Esa falta total de precedentes vuelve la situación particularmente rara e inquietante”, reconoce el escritor y aclara: “No creo que la lectura de las tragedias, ni la lectura de nada, pueda producir grandes revelaciones salvadoras que nos cambien la vida. La lectura nos puede abrir a mundos, a imágenes, a ideas, pero todas pertenecen a otra dimensión, la dimensión estética. En la dimensión ética, en la vida práctica, rigen otras leyes y la transposición de elementos de una esfera a la otra puede dar resultados desopilantes (pienso en la trama del Quijote) o catastróficos (Pol Pot poniendo en práctica en Camboya el marxismo que había estudiado en París)”.
¿Por qué redes sociales como Twitter son aliadas para volver a leer a Esquilo, a Dante, a Cervantes, a Homero? “En las redes se generan comunidades; gente que jamás se habría conocido fuera de ellas, gente que vive a cientos o miles de kilómetros de distancia, se encuentra en tiempo real y conversa sobre literatura”, precisa Maurette. “Estas lecturas colectivas reúnen gente de muchísimos países, lo cual enriquece la interacción al desactivar el chicaneo, el provincialismo, el chiquitaje que es tan común en las redes. Me parece que los clásicos se prestan mejor a generar este tipo de comunidades porque trascienden las fronteras geográficas actuales. Hoy en especial con la prohibición de congregarse, la lectura en grupo vía Twitter parece particularmente apropiada –agrega el escritor-. Y tanto la experiencia de ahora como las anteriores (Dante, Cervantes, Homero), nos muestran que, contrariamente a lo que dicen los detractores de las redes sociales, los que dicen que Twitter, Facebook, TikTok, lo que sea, hacen que la gente se aliene, se deshumanice, el ser humano, por ser un animal político, no puede no generar comunidad, y esta es simplemente otra forma de comunidad, ni mejor ni peor que las que la precedieron”.