El cine no se ha ocupado mucho sobre el tema de la discapacidad. En el cine argentino, por caso, no abundan las películas al respecto. Mundo alas, de León Gieco, Sebastián Schindel y Fernando Molnar, es una excepción ya que trató el tema de una manera respetable y con espíritu positivo: Gieco destacaba el potencial artístico de los jóvenes con quienes realizó una gira, editó un disco y culminó en aquella película. ¿Será que no se trata lo suficiente porque no es un tema que vende? No parece ser lo que pensaron James Lebrecht y Nicole Newnham, directores de Campamento extraordinario (Crip Camp. A Disability Revolution) documental original de Netflix que contó con la producción ejecutiva del ex-presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y de su compañera, Michelle Obama.
A principios de la década del 70’, cuando Estados Unidos era el epicentro de la discriminación racial, los adolescentes con discapacidades de ese país también la padecían en carne propia y eran excluidos por parte de la sociedad y de las instituciones. En este panorama sombrío y con un futuro desesperanzador, surgió un revolucionario campamento de verano para personas discapacitadas: el campamento Jened. Se trataba de una idea totalmente vanguardista y de un ámbito donde los jóvenes con diferentes tipos de discapacidades podían practicar deportes de verano, vivir en comunidad, disfrutar y tener recreaciones como cualquier persona.
El campamento Jened tuvo tal éxito que la comunidad creció y se mudó a Berkeley, California. Ese campamento modificó la vida de los jóvenes que participaban en él ya que podían sentirse como lo que eran, pero que no todos los veían de eso modo: seres humanos con derechos como todos los que habitan el planeta.
El documental se divide en dos partes, cada una de las cuales dura aproximadamente una hora: en la primera se narra el surgimiento y apogeo de este campamento, mientras que en la hora final se destaca cómo fueron más allá y crearon un movimiento para luchar por los derechos civiles de las personas con discapacidades. Ese movimiento evidenció no sólo la discriminación reinante sino también puso en un brete a la dirigencia política de los Estados Unidos: las protestas llegaron a las calles de San Francisco, iban creciendo cada vez más, pero no tenían la devolución esperada por quienes luchaban por accesos igualitarios al empleo, el transporte y los lugares públicos.
Al ver el documental y pensar que, por ejemplo, Buenos Aires casi no tiene estaciones de subte con acceso para personas con discapacidades motrices, permite entender que gran parte de la problemática de quienes padecen una dificultad física, aun hoy, en pleno siglo XXI, sigue sin resolverse. Y eso le otorga al documental una actualidad asombrosa, a pesar de que está contando algo que sucedió hace cuarenta años y lejos de la Argentina.
El modo de narrar el surgimiento del campamento es de dos maneras. Una de ellas recupera las imágenes y los audios de aquel entonces, donde se puede ver y escuchar a los campistas. El ojo atento de la cámara se mete de tal forma en la cotidianidad de aquel ámbito que permite observar una especie de asamblea para elegir colectivamente qué almorzar un día que no había ido el cocinero, o también mostrar cómo vivían la sexualidad. El tono del documental no es prejuicioso -como lógicamente se espera de un trabajo de estas características-, pero tampoco misericordioso. Se permite incluso alguna que otra broma al respecto, como cuando en una oportunidad, buena parte de los campistas se habían contagiado ladilla.
Ese ojo de la cámara de aquel entonces no es intrusivo sino que parece un integrante más del campamento, administrado por hippies. Algunas personas cuentan cómo se enteraron del espacio, a otras se las ve practicando deportes como el béisbol o tirarse a la pileta. Otras reconocen que haber llegado a Jened fue casi como si estuvieran en Woodstock. Es que la música era un integrante más del campamento: muchos consejeros –los que colaboraban en las tareas de trabajo de aquel ámbito- tocaban la guitarra y todos cantaban en pleno florecimiento del rock. Era un lugar donde se podía jugar y divertirse.
La otra manera en que el documental narra esta experiencia es a través de los recuerdos que tienen actualmente muchos de quienes formaron parte de aquella experiencia: tanto ex campistas como ex consejeros. Era un ambiente que no etiquetaba ni tampoco generaba estereotipos. “Nos dimos cuenta de que el problema no venía de las personas con discapacidades sino de quienes no tenían discapacidad”, señala en un momento Larry Allison, quien fue director del campamento surgido en 1951 pero que logró su evolución en los 70’.
Justamente, ese es el momento en que algunos cuentan las dificultades que tuvieron para ingresar a escuelas tradicionales y reconocen que el problema es que, en general, se ve a la discapacidad por encima de la persona. Y eso fue lo que logró dar vuelta el campamento.
Si todo era diversión, pronto se dieron cuenta de que tenían la suficiente fuerza para luchar políticamente por normas que trajeran beneficios de los cuales no gozaban, a pesar de que eran ciudadanos como todos los demás. Comenzaron a pelear por aquello que les correspondía y lograron sumar a gran parte de la comunidad con discapacidades. Si la primera parte del documental pone el foco en la integración social, la segunda toma una clara posición política con respecto al tema. Y ofrece imágenes de las peleas que tuvieron que dar para conseguir una audiencia con los congresistas de los Estados Unidos.
Ese fue el comienzo de un movimiento por los derechos civiles de las personas con discapacidades ya que tuvieron que enfrentar el rechazo de parte de la dirigencia política que calificaba a esas multitudinarias marchas en la calle como “ilegales”. Hasta llegaron al extremo de hacer una huelga de hambre para poder ser escuchados. Si bien lograron cosas muy valiosas, como el derecho a ser educados en escuelas públicas, tres años más tarde, la política metió la cola: querían derogar la norma. Se dieron cuenta de que hacía falta una ley de derechos civiles que les permitiera el acceso igualitario al empleo, transporte y lugares públicos. Y el documental narra, con las voces de sus protagonistas, cómo pusieron toda su fortaleza para conseguirla. Muchos de esos derechos, aun hoy siguen siendo vulnerados.