Desarrollo local, autonomía, seguridad, redes de conocimiento, ahorro en el largo plazo son conceptos que delinean la tierra prometida de cualquier Estado que se pretenda sustentable y eficiente. A la vez, todas ellas representan las ventajas del software libre (SL) por sobre las opciones privativas. Sin embargo, históricamente la tensión entre ambas opciones no se resuelve de manera clara.
“Hay un concepto erróneo que dice que el SL es solo un cuestión económica, que no requiere inversión”, explica el ingeniero en informática Guillermo Diorio. “Eso no es cierto. Por ahí el inicio es más lento y requiere una inversión inicial de recursos y tiempos más altos comparados con una solución propietaria centrada en el servicio”. Muchas veces la política no puede esperar procesos más sólidos que requieren tiempos más largos. Además, para Dorio, “también está lo cultural, sobre todo cuando hablamos de herramientas de escritorio donde suele haber una resistencia que no está justificada”.
En la práctica, proyectos libres sostenidos en el tiempo y realizados con una metodología en red dan resultados en el mundo; hay miles de programas, aplicaciones, sistemas operativos completos como las distintas distribuciones de GNU/Linux o software para servidores como Apache que entran en esa categoría.
En la Argentina también existe un ejemplo exitoso y no siempre visible del que Diorio es el Coordinador General: se trata del Sistema de Información Universitaria (SIU), un proyecto surgido hace 25 años, dependiente del Consejo Universitario Nacional (CIN) y actualmente utilizado en todas las universidades nacionales, algunas privadas y que se expande a otras áreas del Estado.
Libertades
El SL utiliza licencias que garanticen cuatro libertades: usar los programas, estudiar cómo están hechos, distribuir copias y hacerle modificaciones. Estas características a primera vista simples, permiten una larga serie de efectos virtuosos. En primer lugar, que no es necesario reinventar la rueda cada vez que se necesita un desarrollo: una empresa que quiere hacer un sistema de administración con una licencia privativa no debería usar código de otros si no quiere infringir las leyes de propiedad intelectual, es decir que debería arrancar de cero. El SL, en cambio, permite utilizar pedazos de otros programas libres y combinarlos para que realicen una tarea nueva. El resultado vuelve a ser compartido y la comunidad se enriquece de esta manera: todos obtienen más de lo que dan.
Las libertades del SL también permiten a cada cliente cambiar de proveedor cuando deseen sin por eso perder todo lo ya implementado gracias a que se puede acceder al código y modificarlo a pedido del cliente. Cuando se contrata un servicio privado, en cambio, solo la empresa que tiene la licencia sobre ese programa puede modificarlo o decidir no hacerlo porque, por ejemplo, no le rinde económicamente. Los clientes deberán adaptarse a esa lógica o cambiar de proveedor para, posiblemente, repetir el ciclo desde cero.
Otra cuestión nada menor es que el SL permite ver qué es lo que realmente ocurre con la información que se carga en un sistema, algo que debería preocupar al Estado, sobre todo después de las filtraciones del ex-espía Edward Snowden acerca de la connivencia entre los servicios de inteligencia y las corporaciones. Además, muchas veces los servicios privativos utilizan servidores propios para almacenar los datos que cargan sus clientes: si la empresa quiebra o decide discontinuar un servicio, es posible que los datos se pierdan o haya que pagar por la migración a otro sistema.
El modelo del SL además permite la formación de desarrolladores, algo que, según Diorio, explica el éxito que tuvo el SIU: “Nuestro sistema nunca fue una obligación, pero ahora todas las universidades usan al menos un sistema del SIU. La explicación del éxito es que trabajamos en forma colaborativa y construimos las comunidades de práctica en torno a los sistemas de las universidades. La lógica del SL es trabajar en red y no en estrella; es la lógica de conocimiento abierto”.
Las reuniones anuales congregan a cerca de mil desarrolladores y usuarios de los sistemas SIU de todo el país, sobre una comunidad de diez mil que trabaja con herramientas colaborativas como listas foros, sitios web, wikis, documentos. Este tipo de trabajo requiere tiempos más largos y, como explica Diorio, inversiones iniciales más altas que, luego de cierto umbral, permite trabajar mejor y con menores costos.
“El SIU ha llamado la atención de otros países y actualmente se está trabajando en una posible colaboración con la Universidad Autónoma de Honduras para asesorarlos en la implementación”. El SL también permite la exportación de servicios, es decir de trabajo, en lugar de licencias.
Sistemas
Cerca de un millón seiscientos mil estudiantes de las más de sesenta universidades nacionales conocen al menos el SIU Guaraní, el sistema que se utiliza para la autogestión de inscripciones y seguimiento de la carrera académica. En las oficinas universitarias existen otras herramientas que forman parte del ecosistema SIU: el Pilagá (módulo económico, presupuestario, financiero y contable), Diaguita (para compras), el Kolla (para gestión de encuestas), el Tehuelche (para gestión de becas). El Toba, que funciona como base de todos los otros programas, fue registrado con una licencia libre en 2004; por eso todo lo construido sobre su base comparte el mismo tipo de licencia.
Estos programas tienen además, la flexibilidad necesaria para ser útiles en otras reparticiones del Estado que solicitan desarrollos y capacitaciones al equipo del SIU, conformado por cerca de cien desarrolladores. Por ejemplo, el Mapuche, utilizado para la gestión de recursos humanos y liquidación de sueldos, está siendo probado para su implementación en la Provincia de Buenos Aires.
De esta manera, la provincia más grande del país podría aprovechar recursos ya desarrollados por el Estado y, en lugar de comprar un servicio llave en mano, probablemente en dólares, contribuir al desarrollo de conocimiento de la comunidad y al trabajo local.
El proyecto de utilizar el Mapuche en la provincia arrancó hace cerca de dos años y medio, luego se frenó, pero desde la asunción del último gobierno se recuperó con fuerza. Algunos de los módulos también funcionan en la Auditoría General de la Nación, la Procuración General, la Dirección General de Cultura y Educación de la PBA, diversos ministerios de educación y más.
Una gran ventaja de este tipo de implementación sería, explica Diorio, que “permite contar con datos de muy buena calidad. Por ejemplo, el Ministerio de Educación cuenta con un seguimiento detallado de lo que ocurre con los alumnos, docentes, no docentes y eso permite mejorar la planificación y la gestión”. El conocimiento profundo de los programas permite al Estado también actuar con solvencia aún en casos de extrema tensión como el que produce el coronavirus sobre el sistema universitario.
Herramientas
El SL permite contribuir al común, a aquello que no es de nadie y es de todos, una práctica a contrapelo de la tendencia a privatizar y acaparar cualquier recurso. El SL es uno de los espacios que ha permitido recuperar el hábito de dar para recibir siempre más de lo que se dio. Esto se nota, por ejemplo, en la posibilidad de aprovechar las herramientas existentes: “Lo que siempre definimos desde el SIU es no trabajar en lo que ya tiene desarrollos. Es el caso de las plataformas educativas; para eso ya está el Moodle, que es de SL", explica.
Para agregar que "el Moodle tiene una enorme comunidad detrás ¿Para qué vamos a desarrollar otra plataforma? Lo que sí hacemos es integrar los sistemas del SIU para que se coordinen con el Moodle para, por ejemplo, crear todas las aulas virtuales directamente desde ahí y matricular a los alumnos. Así se ahorra mucho trabajo”. La integración dentro del ecosistema libre es mucho más simple gracias a que el código está visible y no es necesario negociar permisos para implementar articulaciones.
Diorio entiende que las decisiones técnicas tienen implicaciones sociales, políticas y económicas que no pueden ni deben soslayarse: “Creo que lo más importante del SL tiene que ver con la autonomía y la soberanía que le brindan al Estado, en cuanto a tener las capacidad de desarrollarlas y gestionarlas. Te independizás de los proveedores, algo importante para nosotros que tenemos una cuestión tan asociada al dólar. En 2004, en el SIU tomamos la decisión de avanzar solo con tecnologías libres. En ese momento había algunas herramientas, como las de análisis de información, que no tenían gran desarrollo. Y hoy tenemos todo en SL”.
El cambio que se da no es solo tecnológico: “Queremos que los sistemas, además de llevar la gestión, produzcan una transformación en la administración de la universidades que son nuestros clientes principales. Lo que queremos es que nuestros sistemas cambien las organizaciones y los usuarios”, desarrolla el director del SIU, quien trabaja en el sistema desde hace diecisiete años. “Los sistemas colaboran para que se pueda despapelizar, desburocratizar, para que se pueda hacer los trámites de manera más fáciles. Hace años que trabajamos en procesos de digitalización que vayan hacia una administración digital. Ese es nuestro foco de trabajo en este momento: una administración digital de la universidad”.
La experiencia del SIU permite vislumbrar el impacto que podría tener el SL en la administración pública como pilar para un proyecto de país más autónomo, soberano y capaz de fortalecer el desarrollo de conocimiento local.