Muchas economías desarrolladas y de la periferia se encuentran paralizadas por la crisis sanitaria. Las últimas estimaciones sobre la evolución del Producto mundial para 2020 encienden luces de alerta. El PIB global cerraría este año con un retroceso del 1,5 por ciento. El año pasado había crecido al 2,6 por ciento.
Las estimaciones se publicaron la semana pasada en el Instituto Internacional de Finanzas y son preliminares. Los técnicos de la entidad advierten que la caída podría ser todavía más importante.
Las economías de Latinoamérica son algunas de las más afectadas por la incertidumbre mundial. Los datos estimados para la región muestran una disminución de 2,7 por ciento del PIB para este año. En medio de la crisis financiera internacional de 2009 el PIB Latinoamericano había caída al 1,9 por ciento.
Las principales dificultades se concentran en tres frentes: la salida de capitales, la pérdida de valor de las exportaciones de materias primas y el freno de las industrias para evitar el contagio de la pandemia.
México es una de las economías de la región que enfrenta el mayor desafío para sostener los niveles de producción y empleo. El mercado estima que en 2020 la economía mexicana anotará un retroceso del Producto cercano al 3 por ciento. Se trata de un mercado interno que depende en gran medida de sus relaciones comerciales con Estados Unidos. La economía norteamericana iba a crecer cerca del 2 por ciento este año pero las proyecciones a partir de la pandemia indican que tendrá una caída de por lo menos 2,5 por ciento.
El impacto en la economía real de Estados Unidos es alarmante. La semana pasada informaron un record de solicitudes de subsidio de desempleo de 3,3 millones de personas. El pico anterior se había anotado en los 80 y fue menor a 700 mil. La crisis en el mercado laboral se transformó en una de las principales preocupaciones de buena parte de los países. La pregunta es: ¿cuánto tiempo puede estar parada la actividad sin que estallen las reglas de las economías de mercado?
El consumo de los mercados internos se sostiene a partir del salario y del empleo. En la medida que se alarga el freno de la producción estas dos variables pierden su rol y comienza a ponerse en duda la forma en que se ordena el sistema económico. Puesto en palabras simples: la crisis sanitaria -si perdura en el tiempo- puede alterar el mecanismo de distribución de la sociedad. La idea de ofrecer un piso de ingresos a los individuos (rentas básicas) parece menos utópica y obliga a repensar el mundo después de la pandemia.
Los gobiernos conservadores pretenden salir pronto de la cuarentena porque tienen miedo a que se rompa el status quo. El caso más impactante es el de Brasil y la frivolidad de las declaraciones de Jair Bolsonaro. La impaciencia no se debe a que busca evitar más caídas de la producción y su impacto en el bienestar de la población. Lo que está en juego es la forma en la que la sociedad reparte lo que produce. Los cambios estructurales que hasta hace meses no eran imaginados ahora tienen alguna probabilidad de concretarse.
Los pronósticos deben tomarse con precaución. Los eventos avanzan a velocidades extremas. Un descubrimiento científico puede parar la crisis sanitaria en forma vertiginosa. Las novedades también pueden actuar en sentido contrario profundizando el desplome de la economía mundial. Lo único que es evidente es que los seres humanos estamos presenciando un cambio de época. Incluso en el escenario más optimista en el que la pandemia termine pronto la sociedad tendrá que transformarse. La automatización de tareas (la relación entre los hombres y las máquinas) marcará el pulso de este cambio. El mecanismo que definan las sociedades para distribuir la producción será la otra gran transformación.