Cinco mujeres médicas, un grupo de residentes del Hospital Posadas de Buenos Aires, viajaron a la zona más crítica de Salta en el marco de la crisis socio sanitaria con la misión de brindar un diagnóstico de situación.
En el hospedaje dee Santa Victoria Este, al calor de las primeras horas de la mañana, ellas están con los ambos que las identifican como personal de salud. Se preparan para hacer rondas por las comunidades indígenas, donde harán controles y encuestas.
Llega la noche y con ella el cansancio. Pero la jornada aún no terminó. Las trabajadoras empiezan con los informes mientras cenan y ponen en común los datos registrados en las visitas.
María Sol Barrientos, una de las médicas residentes que viajó hasta la zona, es el nexo que permite a Salta/12 escuchar su experiencia. Ella, como Paula González, Patricia Montani, Catalina de Santo y Mercedes Roccatagliata, se muestran dispuestas al relato.
Llegaron el lunes 9 de marzo a Santa Victoria Este e iniciaron su retorno el martes 17 de marzo, para llegar a sus lugares de residencia. Un retorno tardío se iba a complicar, dada la disposición del aislamiento social obligatorio.
Este fue el primer grupo que viajó a la zona en el marco de un convenio entre los ministerios de Salud de la Nación y de la Provincia para realizar un diagnóstico de situación entre las comunidades originarias de las zonas más vulnerables de Salta. Aunque para la semana que se iniciaba el 25 de marzo se esperaba otro grupo, el convenio fue suspendido por las conocidas razones vinculadas a la pandemia declarada por el coronavirus.
El primer dato llamativo que brindaron es sobre las encuestas a los habitantes. De las respuestas surge que al menos el 90% de los chicos de hasta cinco años de las nueve comunidades que visitaron estuvieron internados en un Hospital en algún momento. En general, la internación se da entre el año y medio y los dos años.
“Lo que básicamente se repite es la desnutrición en todos sus grados”, cuenta Montani, al dar su percepción personal. Ella es jubilada, no trabaja en el Posadas. Pero fue convocada por el gobierno nacional por su experiencia en la atención de las comunidades indígenas de Morillo (o Coronel Juan Solá), pueblo cabecera de Rivadavia Banda Norte. En su estimación, basada en su experiencia, todos los chicos de estas comunidades están en riesgo.
Agentes sanitarios, un necesario nexo
No es menor la importancia que le dan a la presencia del agente sanitario en la zona. “Vos les pedís los datos y los tiene perfectamente detallados. Se nota que están capacitados”, indicó Catalina de Santo.
Los agentes sanitarios son quienes visitan a las familias de las comunidades, anotan los datos de nacimientos, enfermedades, peso, talla, edad, cantidad de miembros de la familia y defunciones también, entre otros datos. Recorren a pie o en moto los casi intransitables caminos de la zona. Muchas veces se quedan varados porque las lluvias o la crecida del Pilcomayo no los dejan llegar.
Suelen ser los señalados por los funcionarios de mayor rango cuando algo sale mal. Pero “vemos que ganan muy poca plata”, dicen las profesionales, pues hay casos que tienen un contrato y por su tarea ganan solo $6 mil. En general, los agentes sanitarios son miembros de las mismas comunidades y trabajan fines de semana y feriados.
“Ellos son un nexo muy importante”, dijeron las médicas al relatar su experiencia. Si bien cada comunidad y hasta cada familia tiene su particularidad, en general las mujeres no acceden a ser revisadas sin el consentimiento de los varones. “Logramos que por lo menos se dejen sacar sangre”, contó Sol Barrientos. Incluso aplaudió haber conseguido revisarlas sin la presencia de sus maridos, a quienes les explicaron que era preciso estar solas con las mujeres. En ese contexto, la posibilidad de exámenes como el papanicolau o de mamas fue casi nula. “Incluso para hacer una ecografía a las embarazadas, que era sobre la panza pero casi llegando al bajo vientre, era la pelea porque no dejaban que se les baje un poco la pollera”, comentó.
En las pruebas de sangre los análisis demuestran lo ya indicado por otras investigaciones. La mayoría de las mujeres está con anemia, y la mayoría de los casos se pueden resolver sin dificultad. En este punto, como en el tratamiento de los chicos menores de edad, no dudan en pensar una estrategia: contar con los docentes. Entienden que la articulación en la zona entre Salud y Educación es muy necesaria con el fin de dar la mayor respuesta posible a las situaciones que se pueden resolver sin demasiada dificultad.
Otro problema que las preocupa es el tema de la basura. En el recorrido por las comunidades es llamativa la existencia de una gran cantidad de residuos esparcidos. Respecto a los problemas de comunicación, afirmaron que “no solo se trata del idioma, sino también de la falta de transporte”, para que los miembros de las comunidades sean contenidos por el sistema de Salud.
La mala salud bucal no es menor. La falta de acceso a la posibilidad de contar con esta atención genera un problema a futuro para la salud de la mujer. “Si es que tiene un solo control, ya la amamos”, ejemplificó Paula González al dar cuenta de la extrema situación de vulnerabilidad que pudieron observar, sobre todo en las mujeres.