Los libros de Schweblin son un mundo maravillosamente inquietante. En cada uno de ellos se despliega, en forma sigilosa, algo aterrador dentro de lo cotidiano. Kentukis viene a demostrarnos una vez más que nada es lo que parece. La novela fue seleccionada por el The New York Times en su versión en español como uno de los diez mejores títulos de ficción de 2018. Los personajes tienen distintas edades, viven en distintos puntos del planeta y se diferencian también en su estatus social, cultural y económico.
Los personajes se unen a través de los Kentukis: pequeños robots parecidos a un peluche que sirven de mascota, y aunque la idea pareciera hasta tierna no deja de haber algo de monstruoso en el funcionamiento de estos muñecos: se puede ser o poseer un kentuki. Los que son kentuki los manejan por medio de una computadora en forma remota, los que poseen uno lo tratan como si fuera una simple mascota.
Las relaciones, en el libro, se producen a través de la tecnología y esto va a ir poniendo sobre la mesa el problema que subyace en una sociedad hipercomunicada: la soledad cotidiana.
Muchas veces lo que se ve a través de los ojos del kentuki es aterrador pero lo es más la incapacidad de hacer realmente algo, lo que viene a demostrar que las relaciones a través de la tecnología no dejan de ser incompletas.
Un futuro cercano. Todos somos testigos de alegrías y tristezas pero especialmente de las miserias de los otros y de la propia. Nadie está a salvo.
Kentukis, Samanta Schweblin, Random House, 2018