En una libreta de almacén de San Nicolás de los Arroyos, provincia de Buenos Aires, una almacenera anota palabras. Nada de números, precios ni fiados; palabras. Una por persona, por clienta o cliente. "Tristeza", "depresión ", "bronca", "impotencia", se lee escrito a mano en una foto que envía por Whatsapp su hijo, Leo, quien también recibe palabras desde Argentina, México, Francia y España a través de las redes sociales. 

La creciente lista integra la nueva obra en colaboración de Leo Mayer, ingeniero, gestor cultural y artista nicoleño que viajó regularmente a Rosario durante el verano para asistir a una clínica de obra en Gabelich Contemporáneo. El proyecto se titula "Encuarentenados" y materialmente es un libro de artista cosido a mano con hilo choricero reutilizando materiales contables, donde su autor promete imprimir los resultados de una convocatoria abierta de palabras que refieran a cómo vive cada uno la cuarentena por el coronavirus. Este es el texto que Leo mandó por redes sociales:

"La situación particular que estamos viviendo, me llevó a pensar en una obra colectiva a gran escala, soñando que sea la que mayor número de participantes tenga. El libro de artista contendrá en cada página una palabra que les remita a su cuarentena particular, y estará impreso sobre borradores que acumulé durante mis 13 años de trabajo en la empresa familiar. ¡Para ello necesito que te sumes! ¿Cómo? 1. Enviame 'una palabra' que describa *_TU cuarentena_* y el apodo o nombre con el que quieras aparecer. 2. El envío hacelo a través de mis redes sociales; en todas soy @Leomayerarte 3. Pasale este mensaje a todos tus contactos. Y si alguien no tiene redes, recopila la info y enviala desde las tuyas. Los que tengan mi WhatsApp pueden enviarlo allí", solicita el autor.

Los proyectos artísticos de Leo Mayer, varios de ellos en curso, tienen en común el uso de materiales desechados y la participación de gran cantidad de personas, provenientes de un mismo entramado social, aportando elementos mínimos. Llevan un tiempo incalculable de realización (que Mayer, de todos modos, calcula en un cuaderno) y proceden por acumulación. "Acumulación de retazos de educación pública" (2015) se expuso en abril de 2016 en Acumuladores, galería de arte, en el teatro Rafael de Aguiar, de San Nicolás. Consistió en la dispersión de recortes de tela de guardapolvos juntados en cooperativas que confeccionan esta prenda escolar para el Ministerio de Desarrollo Social. "¿Tejido o texto?" (empezada en 2017) es una pieza inédita hecha con hilos de descarte de una fábrica que hacía alfombras y cintas. La fábrica cerró en 2019, dejando inconclusa la pesada y blanda manta, inmaculadamente blanca, en cuyo desenredado, atado, ovillado, tejido y cosido trabajaron seres queridos del artista, junto con él mismo. Para "Acumulación de esqueletos" (también empezada en 2017), la despensa materna concentra la convocatoria familiar y barrial de radiografías, que Leo recorta en trozos de 2 cm de lado, y luego engancha y cose entre sí con clips número dos calentados a vela. 

Hay en Argentina toda una tradición de arte colaborativo que integra vida y obra, arte y economía social, a artistas y a no artistas. Mucha agua (y otros fluidos, como sangre) ha corrido bajo el puente desde aquel registro de acción pública por Víctor Grippo y otros, "Construcción de un horno popular para hacer pan" (1972). Iniciado en crisis, este nuevo siglo de arte nacional se caracteriza por acciones artístico-sociales más rizomáticas, del orden de lo que el crítico rosarino Reinaldo Laddaga llamó "Estéticas de la emergencia". En 2003, Matthijs de Bruijne subió a Internet "liquidación.org", obra-galería online de cosas recolectadas por cartoneros en Buenos Aires. Los compradores eran europeos y el dinero iba para los recolectores, que figuraban con sus nombres de pila en el sitio. 

Como artista contemporáneo, Mayer asume (al igual que de Bruijne, pero de otra forma) el rol de artista-curador o artista-editor, araña en el centro de una red productora que se va urdiendo en lo afectivo, lo económico, el desecho, la paciencia y la desesperación. 

"Nací en San Nicolás de los Arroyos en 1982", cuenta Leo. "Tengo la misma edad que la empresa de chacinados de mi familia. Heredé de mi abuelo paterno la virtud de reutilizar lo que aparenta no servir. En 2001 me fui a vivir a Rosario para estudiar. Volví a San Nicolás para trabajar en la empresa familiar y comencé a desarrollar mi propia obra, utilizando en instalaciones colaborativas los materiales de descarte que la gente acumulaba, siempre ayudado por mi familia. Fui creador de mi propio estilo 'racionalista económico' y le fui fiel tanto en la ingeniería (mejorando el rendimiento en el proceso de elaboración de morcillas) como en lo personal (renunciando a los cinco empleos públicos que tuve) y en el arte, aunando fuerzas para construir instalaciones colectivas". 

https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-822-2003-07-06.html