A tono con los tiempos de cuarentena obligatoria, la agrupación Documentalistas de Argentina (DOCA) decidió liberar cien documentales de sus realizadores que se pueden ver on line en estos tiempos en que el circuito de salas no tendrá actividad. Los ejes de los films son de corte social y político. Algunos recuperan parte de la historia argentina o internacional. Otros fueron realizados al calor de los acontecimientos de las luchas populares en la Argentina. Para quienes no vieron esos trabajos audiovisuales es una oportunidad para conocer aspectos que trazan un arco histórico-temporal amplio: por ejemplo, desde el surgimiento del PRT-ERP hasta la Masacre de Avellaneda. Y más atrás y cercano en el tiempo también. Los interesados en conocer la lista de documentales pueden ingresar a la página de Facebook de DOCA.
Un año después de la gran conquista social del voto femenino, impulsado por Evita en 1947 durante el primer gobierno peronista de la historia argentina (puesto en práctica por primera vez en la elecciones de 1951), se creó la Escuela de Enfermería de la Fundación Eva Perón. Fue un instituto de vanguardia que revolucionó la manera de enseñar a cuidar a los enfermos y que les otorgó profesionalismo a las mujeres que deseaban brindar un servicio social. Este proyecto formó parte de un plan mayor e integral del gobierno de Juan Domingo Perón que entendía a la salud pública como uno de los pilares de sus medidas políticas. Pero cuando se produjo el golpe de Estado del ’55, autodenominado por los militares que lo provocaron como “Revolución Libertadora” –nada más paradójico–, la escuela cerró sus puertas y muchas de las mujeres que estudiaron en esa institución popular y de excelencia fueron perseguidas y humilladas. El cineasta Marcelo Goyeneche decidió revisar la historia de esta escuela en el documental Las enfermeras de Evita. Y lo hizo a través de los relatos de cuatro protagonistas muy cercanas a la abanderada de los humildes: María Eugenia Alvarez, María Luisa Fernández, Lucy Rebelo y Dolores Rodríguez, quienes, a pesar de los años, guardan en sus memorias aquella etapa victoriosa en el campo de la sanidad.
La internacional del fin del mundo, de Violeta Bruck y Javier Gabino, recorre la vida de cuatro jóvenes de la Argentina de principios del siglo XX: Pedro Milesi, Mateo Fossa, Mika Etchebéhère y Liborio Justo. Todos ellos de diferente origen social: dos obreros, una estudiante de clase media, y el hijo del dictador Agustín P. Justo. Esa diversidad confluyó en los movimientos culturales, feministas, sindicales y políticos inspirados en la Revolución Rusa de 1917. Desde que la documentalista comienza a recorrer la Buenos Aires del siglo XXI visitando familiares, investigadores y activistas para reconstruir su historia, el tiempo deja su cronología y varios personajes con quienes se cruza se descubren como habitantes del pasado que investiga. Cuenta, además, con escenas del libro El verdugo en el umbral, del recordado escritor argentino Andrés Rivera.
El 29 de enero de 1972, durante la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse, seis militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) ocuparon el Banco Nacional de Desarrollo (Banade), en plena city porteña, a menos de dos cuadras de la Casa Rosada, y se llevaron 450 millones de pesos, que equivalían a diez millones de dólares. Según se dice, el dinero fue utilizado para financiar la fuga del penal de Rawson, que luego terminó en la Masacre de Trelew, donde dieciséis miembros de distintas organizaciones armadas fueron asesinados por los militares en la Base Aeronaval Almirante Zar. La operación del Banade fue preparada por dos militantes del PRT, empleados del banco: Oscar Serrano y Angel Abus. Los documentalistas Omar Neri y Mónica Simoncini –correalizadores de Gaviotas blindadas, sobre la historia del PRT-ERP– y Fernando Krichmar –director de Diablo, familia y propiedad–, decidieron hacerlos protagonistas del documental ficcionado Seré millones.
No fueron unos pocos: distintos centros clandestinos de la dictadura cívico-militar tenían maternidades –también clandestinas– donde las detenidas-desaparecidas embarazadas parían a sus hijos bajo la asistencia de médicos cómplices de los genocidas. Luego, la historia lo contó con detalle: los bebés eran robados y entregados a otras personas que no eran familiares de las mamás. En muchos casos, los “beneficiarios” eran amigos de los represores. O los represores mismos. Los directores Andrés “Gato” Martínez Cantó, Roberto Persano y Santiago Nacif Cabrera investigaron la historia de las maternidades clandestinas de la dictadura para realizar el documental La parte por el todo. El trío decidió centrar su investigación en los centros clandestinos de detención donde se realizaron la mayor cantidad de partos: Campo de Mayo, Escuela de Mecánica de la Armada y Pozo de Banfield. Y también decidieron contar con los testimonios de tres nietos recuperados: Carlos D’Elía, María Belén Altamiranda Taranto y Guillermo Pérez Roisinblit. El relato de ellos tres se entrelaza con los testimonios de la periodista Miriam Lewin (que fue detenida-desaparecida) y de la jueza María del Carmen Roqueta, quien llevó adelante el juicio por el plan sistemático de robo de bebés. A su vez, la palabra se combina no sólo con imágenes de archivo sino con ilustraciones de Maxi Bearzi, que fue dibujando los temas que surgían en las entrevistas y que en la pantalla cobran forma de animaciones.
Una joven que vive en un pueblo de la costa marítima de Chubut decide realizar un viaje hacia la zona cordillerana para encontrar las huellas que dejó su abuelo. El hombre, Juan Carlos Espina, fue el único médico de El Maitén, y de casi todo el Departamento de Cushamen, en el noroeste de la provincia, durante tres décadas. Falleció en 2000. Nahue es su nieta. El médico dejó un casete con su voz y algunos relatos de las actividades que realizó entre 1942 y 1976. La protagonista no se desprendió de la grabación y decide visitar los lugares y conocer a las personas que mencionaba el abuelo en su registro de audio. De a poco, Nahue va entendiendo por qué Espina encabezó un proyecto político que buscaba contrarrestar las terribles desigualdades que presenciaba diariamente desde su lugar de trabajo. Parte del viaje, Nahue lo comparte con Fernanda, una estudiante de historia, que vive en Bariloche. En su recorrido, las dos observan la situación territorial, con latifundios en manos de empresas multinacionales y las evidencias de una continuidad de la autodenominada “Conquista del Desierto”, la matanza de indígenas impulsada por Julio Argentino Roca. Aquel contexto histórico les permite analizar el presente de Chubut y los enclaves coloniales en la Patagonia. Esta es una apretada síntesis de Chubut, libertad y tierra, el documental de Carlos Echeverría, un cineasta que siempre cruzó el sur argentino --donde vive-- con la historia política del país: desde Juan, como si nada hubiera sucedido, uno de los mejores documentales sobre la dictadura cívico-militar, en el que Echeverría investigó el único caso de un desaparecido de Bariloche, en años en que el cine argentino no investigaba tanto sobre el terrorismo de Estado, a diferencia del despegue de los 90.