Abel Romero, detenido por el doble femicidio de Monte Chingolo
, ratificó ante la justicia la confesión que hizo el sábado al ser apresado por la policía, pero su relato sobre las circunstancias en las que cometió el hecho sigue sin convencer. Desde que cayó preso dio versiones contradictorias y descabelladas, y ahora sostiene que su novia, Cristina Iglesias, lo había “atacado” con el cuchillo con el cual él la hirió de muerte “aplicándole entre cinco y siete puñaladas”, dijo una fuente consultada por Página/12. Sobre Ada, de 7 años, hija de Cristina, aseguró que “la mató porque se despertó con los gritos de su madre”, cuando los peritos que hicieron la autopsia creen que la niña fue asesinada mientras dormía.
De todos modos, más allá de la poca credibilidad de algunos aspectos de los dichos de Romero, el fiscal de la causa, Jorge Grieco, considera que se trata de un doble homicidio “triplemente calificado” por violencia de género (femicidio), por el vínculo entre víctima y victimario, y por alevosía, sobre todo en relación con el asesinato de la niña, que recibió al menos dos puñaladas y fue asfixiada. Con esos agravantes, la cadena perpetua es la única pena posible.
Antes de la declaración indagatoria frente al fiscal Grieco, Romero había incurrido en gruesas contradicciones desde su detención, el sábado, en la localidad bonaerense de Rafael Calzada. Consultado sobre el paradero de Cristina y Ada, hasta entonces desaparecidas, aseguró primero que se habían ido de su casa, en el coche de un amigo de su novia.
Sobre la detención de Romero se dijo, en principio, que se había producido durante un control policial relacionado con las medidas de seguridad dispuestas para garantizar el cumplimiento de la cuarentena dispuesta por el gobierno para tratar de neutralizar la propagación del coronavirus. Ahora, según información que trascendió en fuentes policiales de Lanús, el imputado habría caído en una trampa, porque habría concurrido a Rafael Calzada para encontrarse con una mujer con la que se había conectado por Facebook, sin saber que se trataba de un engaño para dar con su paradero.
Con el correr de las horas, admitió que estaban muertas, pero dijo que los culpables eran unos presuntos narcotraficantes. Finalmente reconoció que sabía dónde estaban sepultados los cuerpos. Los cuerpos estaban sepultados en los fondos de la casa de Purita al 4000, de Monte Chingolo.
El primer indicio fuerte sobre la culpabilidad de Romero fue la sábana que cubría el cuerpo de la niña. La policía llevó al lugar al acusado y a un perro rastreador, Bruno, que luego de olfatear la sábana, se dirigió en forma resuelta hacia Romero. “Eso fue crucial”, comentó la fuente cercana a la investigación.
En la indagatoria con el fiscal, “Romero se hizo cargo del hecho y reconoció que actuó solo”. La cuchilla empleada, según su relato, estaba en la casa. “También reconoció que él después la lavó y la guardó en su lugar (el arma fue secuestrada), que él fue quien sepultó los cuerpos y que después baldeó la casa y limpió todo” para tratar de lograr la impunidad.
En lo que se considera un intento de buscar atenuantes a su accionar, Romero sostuvo que la noche del doble crimen “con su novia habían tomado pastillas de Rivotril y que fumaron marihuana, para luego afirmar que fue ella quien lo atacó primero con la cuchilla, porque él se había negado a mantener relaciones sexuales”. La poco creíble versión de Romero tiene otro punto cuestionable porque, según las fuentes, “el imputado sostiene que mató a la niña porque ella se despertó y comenzó a gritar al ver a su madre tirada en el piso”. Esto tampco coincide porque los peritos creen que la niña estaba durmiendo en su cama, circunstancia que coincide con el dato concreto de que estaba envuelta en una sábana.
Ante algunas preguntas del fiscal, terminó por reconocer que había hecho desaparecer el celular de su novia y que en la versión de los supuestos narcos asesinos, había mencionado –para darle alguna credibilidad— a un vecino, supuesto dealer, del que sabía que tiempo atrás se había mudado a una ciudad del interior del país.
Las fuentes consultadas por este diario señalaron que quedaron “muchos interrogantes” sobre cómo ocurrieron los hechos porque “a pesar de lo que dijo sobre el consumo de psicotrópicos y marihuana, lo cierto es que él limpió la escena del crimen, el arma homicida y trató de eliminar las huellas que podían vincularlo, de manera que habría tenido total dominio de sus actos”.
Las fuentes dijeron que en la escena del crimen, luego del hallazgo de los cuerpos, “los policías cortaron un pedazo de la sábana que cubría el cuerpo de la niña y Bruno, un perro que ya ha intervenido en varias investigaciones de este tipo, de inmediato lo ‘marcó' a Romero”, es decir que lo señaló como alguien que había manipulado ese elemento vital en la prueba. El perro es considerado “el mejor en su especialidad, al punto que los policías que lo entrenan le dicen ‘Messi’”.
El perro forma parte de la División Canes de la Secretaría de Seguridad del municipio bonaerense de Escobar, pero intervino en investigaciones realizadas en otros lugares de la provincia de Buenos Aires.