La multinacional Techint dejó sin trabajo a 1450 laburantes justo antes de que se anunciara la prolongación de la cuarentena. Tras haber usado otro vocabulario más rotundo intramuros de Olivos, el presidente Alberto Fernández denunció la maniobra en su discurso del domingo pasado. Con delicadeza, sin nombrar a Techint ni a su principal accionista y CEO, Paolo Rocca. Avisó que será inflexible con los que remarcan precios abusivamente, con quienes vulneran la cuarentena y con quienes ponen gente de patitas en la calle en plena crisis sanitaria y económica. Escogió un vocativo coloquial (“muchachos”) para anunciar que les toca “acostumbrarse no a perder sino a ganar menos”
Ayer el ministro de Trabajo Claudio Moroni decretó la conciliación obligatoria tras tener febriles conversaciones (“celular rojo”) con la nomenklatura de la multi y con la conducción de la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina (UOCRA). El conflicto se pone bajo un paraguas legal por 15 días, los despidos quedan stand by. La medida puede prorrogarse por cinco días. En el medio habrá que negociar.
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Para la empresa la quincena que empezaba a ahorrarse y que ahora pagará no llega a ser un vuelto. Surge una pregunta de cajón formulada (casi) con fines retóricos ¿Existió una provocación al Gobierno? ¿O medió algún error humano de un gerente con falta de tacto? En los quinchos y aún dentro del elenco oficial hay quien admite la segunda posibilidad. Este cronista no es conspirativo pero presta atención a los hechos. Esa cifra de despidos en semejante coyuntura excede el margen del desliz y se inscribe en una ofensiva que el establishment empieza a desplegar.
El domingo, el diario La Nación publicó un editorial titulado: “Una máquina engranada: el desafío del día después”. Propone empezar a pensar un programa económico para cuando acabe la peste del corona virus. Mociona formar “un plan” con un equipo distinto al gabinete económico actual. “En silencio”, acota. Iniciativa peculiar en democracia. Y postula “no hay espacio para una regresión chavista”. Oferta, sin usar esas palabras, una regresión neo conservadora.
El columnista Joaquín Morales Solá concuerda con la receta. “El capitalismo – se entusiasma— tiene un aporte importante a la recuperación del mundo. De hecho, para los países más avanzados, es salvar a las empresas que son las que crean riqueza y puestos de trabajo”. La clase dominante primero. Justo cuando casi todos los gobiernos implementan transferencias de ingresos para salvar a los más castigados por la catástrofe.
Salvar a las empresas en detrimento de los ciudadanos… deja vû. Ocurrió tras la crisis de 2008 y 2009 con derivaciones espantosas: aumentaron la desigualdad, el crecimiento se frenó en casi todo el planeta. Una caterva de líderes berretas gobierna casi todos los países importantes del mundo.
Al unísono, el principal columnista económico del Multimedios Clarín persiste en defender a los bonistas privados y en reprender al ministro Martín Guzmán. Basta de formular propuestas “agresivas”, ministro. Se llama “agresivo” a tironear con firmeza, a ofrecer mucho menos de lo que piden los Fondos de Inversión.
A diferencia de la mayoría de las personas o las PyME la derecha piensa más allá del día a día. Demarca el terreno en el válido plano del debate público. Y prepotea en el mundo del trabajo, abusa de su poder.
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Volvamos al discurso de AF. Las leyes vigentes establecen sanciones administrativas y penales para la inconducta de los remarcadores seriales. También para quienes ponen en riesgo la salud de los demás o burlan las reglas de la cuarentena. En estos casos, secuestro del vehículo o multas. Puede haber denuncias por delito
En cambio, el despido masivo no es delito aducen los voceros de Techint y tienen razón. Cesantearon a obreros conchabados en obras privadas, no públicas… el Estado está impedido de forzarlo a cumplir sus prestaciones.
Ahorramos tecnicismos sobre el régimen de despidos e indemnizaciones para los trabajadores de la construcción. Contemos solo que es más flexible que el usual para quienes laboran en otras ramas de actividad.
La polémica es política, no de relaciones laborales. Ocurre en medio de una doble crisis global sin precedentes, no en un contexto normal. No se trata de una rescisión individual o de un par de personas… son 1450, menudo número.
El Gobierno cuenta con pocas herramientas coercitivas para disciplinar a Techint. La legitimidad democrática, la aprobación ciudadana constituyen sus principales recursos.
También hacerle notar, en el tono persuasivo de Fernández o en cualquier otro, que en este tsunami “todos” dependerán del Estado hasta las grandes corporaciones.
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Paolo Rocca sabe obtener beneficios de Estados y Gobiernos a través de variados métodos. Medró en los primeros años del kirchnerismo, después se fue despegando. Jamás renunció a hacer lobby, desde ya.
Proclamó durante años que el escollo para la competitividad argentina eran los sueldos de sus trabajadores, superiores a la de otros países de la región. Durante la gestión presidencial de Mauricio Macri abrió una filial de Techint en Texas donde los salarios son más altos a los de acá. Meses antes había despedido empleados en una planta de Campana. Está habituado a ese tipo de maniobras.
Sin bola de cristal ni información calificada, este cronista no puede vaticinar cómo seguirá la conciliación obligatoria. Quizá la empresa ofrezca indemnizaciones, acaso se retracte. En cualquier escenario, la señal fue emitida. Una presión brutal, taimada, de extrema insensibilidad.
El Gobierno reaccionó velozmente, el Ministerio de Trabajo cumplió con sus funciones.
La palabra presidencial gravita, Techint quedará expuesto ante la opinión pública. Las instituciones funcionan ¿Será suficiente para contrapesar la barbarie patronal? Esta historia continuará.