Las madres de todas las clases sociales reconocen el rol que el ministerio de Educación desarrolla para que los estudiantes de todos los niveles puedan seguir aprendiendo en vez de tomarse este parate en las clases presenciales como vacaciones. Pero no es lo mismo vivir en un asentamiento de San Martín, en un PH de Caballito o en un barrio residencial de Mar del Plata. Las problemáticas son distintas y PáginaI12 recogió testimonios de familias de diferente nivel socioeconómico para que cuenten sus experiencias en este nuevo oficio de acompañar de otro modo la educación de sus hijos. Lo que queda claro, más allá de las distintas situaciones, es la revalorización de la tarea docente que suele ser mirada de reojo en tiempos "normales" por una parte importante de la opinión pública.
Costa Esperanza, en San Martín
Cintia Navarro tiene dos hijos en edad escolar, en primer grado y primer año del secundario. Viven en el barrio Costa Esperanza, en el partido de San Martín, en una zona de asentamientos ubicados entre el primer y segundo cordón del Conurbano. Los ingresos de la familia provienen de la economía popular. Integrante de una organización social, Cintia trabaja en uno de los comedores que hoy preparan viandas para los vecinos. Para aprender en casa, sus hijos están completando los cuadernillos que distribuyó a través de las escuelas de la provincia el ministerio de Educación bonaerense, más una serie de trabajos prácticos. La tecnología de que disponen en el hogar es un telefóno celular.
“Tengo dos chicos, Santino de 6 años y Bianca de 12. Los dos están trabajando con cuadernillos que fui a buscar al colegio, unos cuadernillos que mandó la provincia. A Bianca, que está en primer año, los profesores le encargaron además trabajos prácticos usando el celular, cuenta.
A la mañana trabaja en el comedor, armando viandas para los compañeros que trabajan en las cooperativas. Vive en el barrio Costa Esperanza, de Loma Hermosa, en el partido de San Martín. "En casa vivimos mi marido, mi hijo mayor, mi nuera y mis dos chicos", relata.
"En casa, los más chicos están con mi hijo mayor, que se ocupa de hacerles el desayuno", dice Bianca. Después, ella se pone con Santino para que haga sus deberes, A la tarde, vuelve del comedor y después de que meriendan se ponen a hacer otro poquito de tarea hasta que llega la hora de cocinar. "El trabajo es más con Santi, porque está acostumbrado a salir a jugar y ahora con todo esto tratamos de entrenerlo adentro", dice. A él le dieron seis fotocopias. A Bianca, que está en primer año, le dieron mucho más, entre el cuadernillo y los trabajos prácticos.
"En casa no hay computadora, pero mi hijo tiene un teléfono celular. Igualmente lo que tienen que hacer es completar los cuadernillos, que tengo que llevar completados el 31 para que cierren las primeras notas", relata.
Y agrega: "Si tenemos alguna consulta, hay un facebook en el que contesta la directora. Los profesores hasta ahora solo mandaron los trabajos, pero cuando los fui a buscar me dijeron que cualquier duda, el directivo iba a estar en el colegio y que las maestras tenían horario para ir al colegio y contestar las consultas".
"Yo hice hasta la escuela primaria. Para ayudar a la mayor, si hay cosas que entiendo se las explica mi hermana, que terminó la secundaria. Cuando vi todo lo que le pedían, le pregunté si cuando va al colegio le daban tanto. Me dijo que sí. Yo no creí que les dieran tanto contenido", se sorprende.
Santino estaba empezando primer grado. Está trabajando con las vocales, su nombre, el apellido, los números.
"No me parece tan grave la suspensión de las clases. En casa hacen todo, la única diferencia es que acá no tienen recreo. Después, todo lo que podían llegar a hacer en la clase, lo hacen en casa. En ese sentido no le veo mucho la diferencia ni creo que estén perdiendo el año. Después, es como estar en el colegio, pero con mamá y papá", resume.
Caballito: la tarea pierde contra la Play
Natalia Tróccolli es de Caballito. Sus chicos van a un colegio privado, aunque es una escuela que no cuenta con tecnología que lo diferencie de una estatal. De hecho, indica ella, las tareas para hacer en casa están pensadas para resolver en papel. La presencia de los docentes se limitó, hasta ahora, a enviar las tareas que semanalmente los chicos deben resolver, en una casa donde tanto la madre como el padre hacen teletrabajo.
"La escuela en casa cuesta. Por lo menos a mi hijo, que no lo ve como algo obligatorio... aunque a él le gusta hacer la tarea, de eso no me puedo quejar, el tema es convencerlo de que se siente. Tiene siete años, lo que piensa es que está de vacaciones, todo es vía libre: la play, la comida... todo se desorganiza con esta cuarentena", dice.
Sobre la rutina de los adultos, agrega: "Mi marido está haciendo home office y yo también. Me pasa que hay cosas del trabajo que tengo que suspender para hacer la comida, o porque los chicos me demandan algo y luego termino trabajando más horas, porque todo se atrasa. No hay una rutina".
Respecto de la dinámica del colegio, dice: "Nos manda las tareas semanales. El tema es que la impresora de casa se quemó, entonces se nos está haciendo complicado tener las tareas en papel. La metodología del colegio no está tan buena, porque no permite que trabajen on line y no podés copiar en el cuaderno de los chicos la cantidad de cosas que les mandan. Hay cosas que hace a medias... la realidad es que yo tampoco me vuelvo loca, porque está en segundo grado. Trato, sí, de que practique... pero ¡qué se yo! No es tan fácil".
Su preocupación es que "los docentes no están en línea. El colegio puso algunos canales interactivos, donde los nenes pueden subir cosas, por ejemplo la maestra de segundo grado nos encargó hacer un escudo familiar en contra del coronavirus y subirlo a una página, pero no es en línea. De hecho, yo le subí la foto a la página y le puse 'hola seño, te extrañamos mucho'... ni me contestó. A algunos contesta, a otros no...".
Se queja de que "el colegio de mis hijos es muy básico: no tiene mucha tecnología, no es doble jornada sino jornada simple, no está muy modernizado, más allá de que todas las informaciones sean por mail. Pero supongo que a los docentes todo esto los tomó por sopresa y están haciendo lo que pueden. Es mi primer experiencia con la escolaridad, porque mi hija menor tiene cuatro años, no tengo otros colegios con los que comparar, qué se yo".
Sobre los contenidos en tele, afirma: "De los recursos subidos por el gobierno a internet o la tele, algunos usamos. Vimos programas de TV y mi marido entró a la página web con el más grande. Igual, mi nene está en una edad bien complicada para la escuela virtual: toda la sala, todo segundo grado está en la play. Es así..."
Cuenta que "Nosotros armamos una rutina. Nos levantamos a las 8, y si fuera por él a las 8 y un minuto estaría conectado a la Play. Tuvimos que ponerle un poquito de horarios, que juegue de doce a una, porque si no... y encima el Fornite que no me gusta mucho... pero también es que no podés decirle que no: si nosotros estamos trabajando, ¿él qué puede hacer? Está encerrado, no puedo entretenerlo porque estoy trabajando... y bueno. Esperemos que esto termine y vuelva todo a la normalidad".
Mar del Plata: "No es fácil lidiar con los berrinches y el enojo"
"Cuesta un montón porque las mamás no tenemos el vínculo pedagógico que tienen las docentes, con otro distanciamiento: venimos atravesadas ya por todos los conflictos que genera la cuarentena, los enojos y berrinches... generar un espacio para sentarse a hacer las tareas no es fácil" apunta Claudia Barrenechea, periodista de Canal 10, de Mar del Plata. Vive en un barrio residencial de La Feliz en el que todos tienen conectividad plena y acceso a la tecnología y puso tomarse licencia para cuidar a los hijos. Su hijo Iñaki está en primer grado de una escuela privada: "no había llegado a completar la adaptación al nuevo ciclo cuando le tocó, de sopetón, aprender en casa", define la mamá. Su estrategia es disfrazarle de juego gran parte de lo que tiene que enseñarle.
"Hay que regular el uso de los dispositivos electrónicos, que ahora están al alcance de la mano las 24 horas, y hacerlo lidiando con otras angustias, como que extrañen al papá, que es grupo de riesgo y como estamos separados vive en otra casa, o a toda la red de cuidados que formaban parte de su cotidianeidad cuando yo iba a trabajar. Ahora estoy en uso de la licencia que dio el gobierno para cuidarles", detalla.
"Creo que ni los docentes ni los padres teníamos las herramientas para abordar el aprendizaje en casa. Es algo que se va tratando de acomodarse sobre la marcha. Por ejemplo, estamos trabajando con una plataforma, de la escuela, pero que ninguno de nosotros sabe usar, entonces nos llegan los videos reenviados por otra familia, desde el grupo de padres en whatsapp. Con dificultad y a cuentagotas nos llegan videos, planillas con tareas, que nos piden que reenviemos por mail para hacer correcciones. Aula virtual no hay.
"En general, lo que mejor me funcionó es sacarme las dudas en el grupo de familias, en whatsapp sobre cómo resolvieron las tareas. Al principio nos mandaban todo para imprimir; yo, por ejemplo, vivo en un barrio alejado del centro de Mar del Plata y no tenemos impresora en casa. Imprimir las hojas para hacer las tareas era imposible, era ponerse a copiar a mano, pero los recuadros para completar eran inviables... y estamos hablando de un sector social en el que contamos con conexión a internet" sostiene.
"En casa, lo que trato de hacer es adaptar los conceptos que mi hijo tiene que aprender a situaciones de la cotidianeidad. Nosotros ya habíamos empezado a usar un almanaque para orientarnos en tiempo y espacio y después nos mandaron tareas vinculadas. También ejercicios de matemático. Yo trato de correr la situación de la evocación áulica y proponer con escenas más cotidiana la reflexión; por ejemplo cómo se mide el tiempo, o para que nos sirven los calendarios. Lo que veo es que tengo que sacarlo de la planilla para que preste atención. Le estoy dedicando unas dos horas por día a trabajar con lo que pide la escuela, aunque no todos los días. Trato de que pasen, disfrazadas, muchas situaciones de aprendizaje, como pedirle que me ayude a hacer el listado de lo que hay que comprar", detalla.
Lo cierto es que en todas las clases sociales, lo más probable es que la suspensión de clases por la cuarentena haya resignificado para los padres el rol de los docentes, no suelen contar con el apoyo de una parte importante de la opinión pública.