“Porque somos pobres, es que nosotros debemos invertir en ciencia”, aseguró Héctor “Cacho” Otheguy, presidente de Invap, parafraseando al ex primer ministro de la India Jawaharlal Nehru, el 13 de noviembre de 2018, cuando subió al escenario del Salón de Actos de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires para recibir el premio Konex de Brillante en nombre de la empresa tecnológica estatal. Con aquella frase que le dio cierre a su discurso, buscó resumir de algún modo el enorme esfuerzo que llevó adelante el grupo de científicos de la Comisión Nacional de Energía Atómica que a mediados de la década del 70 puso en marcha esta nueva compañía con Conrado Varotto a la cabeza. Otheguy murió este martes a la madrugada luego de una complicación derivada de una afección cardíaca, pero la empresa que comandó es desde hace tiempo una referencia nacional ineludible en el diseño, integración y construcción en áreas de alta tecnología como la industria nuclear y el desarrollo espacial.
Otheguy nació en 1947, en Buenos Aires, y se graduó en física en el Instituto Balseiro de San Carlos de Bariloche en 1970. Luego obtuvo la Maestría en Ciencias, en la Universidad de Ohio, Estados Unidos, en 1972, y la Maestría en Gestión, dentro del programa Sloan Fellow de la Universidad de Stanford, Estados Unidos, en 1985.
Fue miembro de Invap desde su fundación en 1976, período en el que se abocó al área de la metalurgia extractiva. Luego se desempeñó como subgerente técnico, gerente técnico y, entre 1991 y 2017, como gerente general. Desde entonces quedó sólo como presidente del directorio.
La historia de la compañía, con sede en Bariloche, tiene un primer antecedente en 1972 cuando Varotto lanza el grupo de “Física Aplicada” dentro del Centro Atómico Bariloche, con la idea de hacer “cosas que sirvieran para solucionar problemas concretos”, como por entonces intentaba explicarles a un grupo de jóvenes científicos, en su mayoría recién recibidos del Instituto Balseiro, entre los que estaba Otheguy.
Luego vinieron los primeros proyectos: la planta piloto de producción de esponja de circonio, la construcción del Reactor RA-6 en Bariloche y el desarrollo de la tecnología de Enriquecimiento de Uranio en Pilcaniyeu, hitos que marcaron el desarrollo de Invap en su primera década de vida, según recordó el propio Otheguy cuando la empresa cumplió 40 años.
Durante los años 80 llegó la primera exportación llave en mano de un reactor nuclear de investigación a Argelia. “En 1983, en Viena, donde todos los años se hace la reunión de la OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica), la delegación argentina se sentó al lado de la argelina. En un diálogo casi casual surgió que ellos querían un reactor y vinieron a ver el que teníamos en Bariloche, lo que terminó en un convenio país-país para construir un reactor”, contó Otheguy a Página/12 en noviembre de 2015
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Los contratos se firmaron en 1985 y el reactor se inauguró en abril de 1989. Ello le permitió a Invap ganar más tarde la licitación para construir un reactor más grande para Egipto, compitiendo contra empresas francesas, canadienses y rusas.
La década del 90 fue un momento difícil para Invap. Se recortaron varios contratos, el más importante fue el de la planta de enriquecimiento de uranio de Pilcaniyeu. Además, en 1991 Carlos Menem rescindió los dos contratos que la empresa había firmado con Irán en 1988. De ese modo, la firma se vio forzada a reducir su personal de más de 1000 a 400 empleados.
En ese contexto se produjo una transición de Invap, una empresa fundamentalmente nuclear, hacia el área espacial. En 1991 la Comisión Nacional de Actividades Espaciales, que se creó en ese momento, firmó un convenio con la NASA y eso le permitió a Invap comenzar a diseñar y construir los Satélites de Aplicaciones Científicas SAC-A, SAC-B, SAC-C y el SAC-D/Aquarius. La búsqueda de negocios fuera de Argentina llevó también a que en los 2000 se concretara la firma de un convenio para la construcción del reactor de investigación OPAL en Australia. Luego vendrían los satélites de comunicaciones Arsat-1 y Arsat-2, impulsados por el plan de desarrollo satelital que lanzó el kirchnerismo. Como un spin-off de la tecnología satelital, Invap también comenzó a diseñar y construir radares terrestres.
“¿Cuál es el denominador común en esta historia? ¿Qué es lo que atraviesa y está siempre presente en cada nuevo desafío de Invap? Su gente: un grupo humano extraordinario, conformado por personas con distintas habilidades, puestas al servicio de un objetivo común. Hay además entre nuestros valores, varios condimentos esenciales que nos alimentan y nos empujan a persistir, avanzar y crecer. Compartimos un espíritu de equipo, audacia ante las dificultades –no sólo tecnológicas– y un ideal nacional: “No al colonialismo mental”, es decir, no menospreciar nuestra capacidad frente a la de otros países más desarrollados”, aseguró Otheguy en agosto 2006, cuando se celebraron los 40 años de Invap.
Otheguy fue una pieza clave para apuntalar todo este desarrollo de Invap desde la gerencia general, con cintura política, pero sin resignar sus convicciones. Ese legado va quedando en manos ahora de las nuevas generaciones, como el propio Otheguy lo anticipó en 2018 cuando recibió el Konex: “Invap es mucho más que una empresa, es mucho más que una empresa estatal, es también una muestra de que es posible unir en la diversidad, de innovar y crear, de conquistar al mundo con nuestra capacidad de trabajo y con inteligencia argentina, es lo que queremos que permanezca a medida que transitamos la renovación generacional”.