La cuarentena, como situación de excepción, pasea nuestros estados emocionales por distintas estaciones: en un mismo día –a veces en tan solo unas horas– pasamos de la tranquilidad a la tristeza, luego a la euforia, la híper-actividad y las ganas de adelantar trabajos vacantes y, más tarde, a la incertidumbre de no saber cuándo, efectivamente, culminará esta nueva temporada de Black Mirror –ahora de carne y hueso–. Sin embargo, es posible combatir el encierro a través de diversas estrategias: pautar actividades que organicen el día, realizar ejercicios físicos (los que nuestros hogares permitan) y conversar con seres queridos suelen ser buenas herramientas que los neurocientíficos y los psiquiatras suelen recomendar por estos días.

No obstante, existe una actividad más profunda y subyacente: la reflexión. Un grupo de investigadores del Conicet (Centro Austral de Investigaciones Científicas) investiga la efectividad de las acciones de cooperación que realizaba en siglos pasados el pueblo Yámana, originario de Tierra del Fuego. Sus comunidades desarrollaban “eventos de agregación” en momentos extraordinarios; cuando se varaba una ballena practicaban señales de humo para compartir el banquete con otros grupos que, pese a estar lejanos, beneficiaban de manera decisiva con reservas de alimento por mucho tiempo.
El caso puntual nos traslada, con un poco de imaginación, a la coyuntura actual. Una situación imprevisible como una pandemia obliga a la sociedad a estrechar lazos de cooperación. Vínculos que deben prevalecer frente a la competencia. La solidaridad tiene que desempolvarse y sacar pecho frente al individualismo. Lo que es paradójico: la competitividad y el individualismo han calado tan profundo que, en muchos casos, no sabemos cuáles son las formas de ser solidarios. Necesitamos suspender los abrazos y los besos, poner en stand by nuestra cultura pegajosa. Aislarnos ahora para juntarnos después.

Bajo esta premisa, esta semana fuimos testigos de un ejemplo de trabajo colaborativo muy interesante. Un grupo de Científicxs y Universitarixs Autoconvocadxs de Bariloche , investigadores y además soci@s de Página 12, trabajaron de manera conjunta y voluntaria para explorar las características de las líneas de acción promovidas por los diferentes países para dar pelea a la pandemia.

Las acciones del gobierno, tomadas con tiempo de antelación, fueron destacadas por la Organización Mundial de la Salud que reconoce la responsabilidad social de Argentina. El aislamiento es clave pero también lo es la capacidad de testeo . ¿Por qué? Porque si las autoridades desconocen la cantidad de infectados resulta muy difícil –casi imposible– planificar estrategias sanitarias específicas y bien dirigidas. Las políticas públicas necesitan de los números. El caso paradigmático, claro, lo constituye Corea del Sur, que ha realizado una campaña de chequeos masivos y sus curvas de propagación del virus se han achatado con éxito.

Durante los últimos días se conoció la noticia del primer caso de transmisión comunitaria y lo cierto es que aparecerán muchos más. A lo largo y a lo ancho del territorio se ha encomendado la puesta en marcha de centros de salud y laboratorios de universidades para realizar la mayor cantidad de diagnósticos posible. La descentralización dará como resultado más pruebas positivas . Así ocurrirá y no debe intranquilizarnos ni frustrarnos. ¿Por qué? Porque los resultados del aislamiento y del esfuerzo se advertirán en unos días.

Hay dos razones para sonreír un poco: a nivel local, cada día, el número de recuperados de la infección se incrementa y, a escala internacional, Wuhan, la ciudad china donde todo comenzó, levantará la cuarentena el 8 de abril porque ha controlado al patógeno. Desde nuestro lugar, necesitamos más divulgación para combatir la desinformación.
En eso andamos.


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