El coronavirus reveló cómo las existencias más precarizadas pueden volverse más frágiles en tiempos de caos. El estado de excepción que genera la pandemia amplifica el travesticidio social, que es de larga data: la privación de todos los derechos esenciales como educación, vivienda, trabajo y salud. Es por eso que apenas se empezaron a advertir los efectos del aislamiento social, el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidades en diálogo con el de Desarrollo Social de la Nación consiguió que se incluyera en el programa Hacemos futuro a la población trans. Eso implica una ayuda de alrededor de 8 mil pesos para las personas de todo el país que se inscriban a cambio de una contraprestación (casi siempre de formación), que este momento por obvias razones queda suspendida hasta nuevo aviso. Es un salvavidas a mediano plazo. También desde esos ministerios se amplió la política de asistencia alimentaria a personas trans y travestis. Pero esa mano del Estado, según las fuentes consultadas para esta nota, no está alcanzando a todas las personas que la necesitan. Demora en llegar o lo hace de modo insuficiente.
APAGANDO INCENDIOS
Por iniciativa de 100% Diversidad y Derechos y La Rosa Naranja, junto con las organizaciones que conforman el espacio Orgullo en Lucha, surgió la Red LGBTI+ “Nos cuidamos entre todes ”, que apunta a asistir a quienes ante la pandemia vieron agravadas su situación de vulnerabilidad. Recaudan donaciones, brindan ayuda para acceder a programas estatales de emergencia y monitorean las políticas públicas que se están llevando a cabo por este tema. La red trabaja para llegar a distintos puntos del país. La semana pasada entregó más de 300 kits con alimentos y artículos de limpieza a la población trans de la Ciudad de Buenos Aires, Morón y Lanús. Ahora, en asociación con ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados) buscan extender la ayuda a Neuquén, Salta, Mendoza, Misiones, Mar del Plata.
“Desde nuestra asociación civil La Rosa Naranja estamos conteniendo a muchas compañeras en el barrio de Constitución y sabemos que la situación aquí es terrible, de extrema necesidad, de hambre. Hicimos una colecta y cumplimos con una primera fase de distribución de alimentos pero nos quedamos cortos. Estamos tratado de gestionar con el Estado una entrega de alimentos masiva. Hasta el día de hoy las respuestas están por llegar”, lamenta Marcela Tobaldi de La Rosa Naranja.
Ornella Infante, activista trans santiagueña y Directora Nacional de Políticas contra la Discriminación del INADI, recuerda las primeras horas de la cuarentena: “Fue tremenda la avalancha de llamados que empezamos a recibir: ¡Te pedían comida con desesperación! La mayoría de las travestis y trans son trabajadoras sexuales y con esta situación, si no pueden generar servicios sexuales, no pueden generar ningún otro tipo de ingresos, no pueden pagar el alquiler y se vuelve una cadena de deudas. Muchas van quedando ya al límite del desalojo”. Ornella cuenta que forma parte de un grupo de WhatsApp donde están muchas de las activistas que ahora integran el Estado. Allí socializan los casos urgentes y van apagando incendios lo más rápido que pueden: “Hace pocos días me llega el dato de una compañera que vive en Río Negro pero que va a retirar su medicación a Neuquén y no estaba pudiendo cruzar de provincia. Así como esa situación, ¡cientos! ¿Pero como no va a suceder eso si la falta de acceso en materia de salud es un clásico en la construcción de nuestras trayectorias de vida?”.
EMERGENCIA ENTRE REJAS
Históricamente, las mujeres trans han sido foco de persecución por parte de las fuerzas de seguridad, lo que las ubica dentro de los grupos más criminalizados y encarcelados. Una reciente investigación de Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA, por sus siglas en inglés), organización líder en investigación e incidencia que promueve los derechos humanos en las Américas, demuestra con datos y cifras hasta qué punto las mujeres trans están sobrerrepresentadas en las cárceles latinoamericanas comparadas con otros grupos. Argentina no escapa de este estado de cosas.
OTRANS Argentina fue una de las primeras organizaciones locales en poner el acento sobre la gran bomba de tiempo que son -para la población trans en particular y para todas las personas privadas de su libertad en general- las unidades penitenciarias de cara al pico del COVID-19. En Sierra Chica por ejemplo, tal como relata desde La Plata Aradia García, Secretaria de ese espacio político, se suspendieron las visitas como medida de protección “pero lo que eso genera es que las internas no reciban los alimentos que les suelen llevar amigas y organizaciones”. Muchas de las travestis privadas de libertad tienen aminorantes de la pena por lo cual podrían tener prisión domiciliaria… pero no tienen casa donde cumplirla. “Es por eso que desde OTRANS estamos gestionando un albergue, tanto para contener ese tipo de situaciones como a las víctimas de trata que lograron ser liberadas.” Algunas de las internas trans viven con VIH, tuberculosis y otras situaciones de salud que requieren dietas especiales, que se están viendo obligadas a suspender porque solo las pueden sostener a partir de lo que les alcanzan las visitas. Lo mismo para quienes toman medicaciones específicas que el sistema penitenciario no provee. "Trascendió la noticia de que había un grupo de internas en Sierra Chica que está confeccionando barbijos. Fueron presentadas por los medios como ejemplo de solidaridad. Lo que no se dijo es que esos barbijos no son para ellas sino para los agentes del Servicio Penitenciario, mientras a ellas para mantener la higiene de un pabellón de 150 internas no les dieron más que un jabón por persona y un bidón de lavandina de 5 litros", cuenta Aradia. Este grupo de mujeres trans tiene en el pabellón seis máquinas de coser. “Ellas nos pidieron la friselina para confeccionar los barbijos para ellas y para otras personas que los necesiten. Siempre se presenta la población trans como el último eslabón de la marginalidad pero esta historia es distinta, muestra a personas que están aportando algo desde el lugar en el que están. Es importante que mostremos las hipocresías. Vale la pena contar que al tiempo que se les prohibieron las visitas sí fue a verlas el director del penal. Pero resulta que a los dos días el director entró en cuarentena porque había estado de vacaciones en un país de riesgo”.
LA NOCHE TUCUMANA
La noche que se declaró cuarentena, la policía de Tucumán pasó por las calles de San Miguel “limpiándolas”. “Los patrulleros se hicieron presentes de modo diferente”, cuenta Claudina Rukone, de la agrupación Loto, sobre un clima de tensión con las fuerzas de seguridad que la población trans conoce muy bien. Sigue Claudina: “Para nosotras esto significa algo bien distinto que lo que puede ser para ‘el vecino’. Cuando la única realidad que transitás es la noche pasar al encierro total puede ser durísimo. Ninguna tiene un espacio propio. La que vivía en una pensión corrió a resguardarse en la casa de una amiga, pero la amiga lamentablemente está en la misma que ella”. En pocos días la situación fue tornando cada vez más sofocante, cuatro personas viviendo en un monoambiente, por ejemplo, consumiendo los alimentos no perecederos que con suerte llegaban para una. Claudina relata la anécdota de una compañera que una mañana salió al supermercado y fue increpada por un oficial, como ejemplo de una situación que se repite: “Para nosotras salir y cruzarnos un policía no es lo mismo que para cualquiera. Tenemos el estigma del trabajo sexual eterno. Si te ven por la calle, no te preguntan si vas a ver a la abuelita”.