Brutal(ista)

Difícil encontrar arte más efímero que el de Calvin Seibert: sus esculturales edificios viven hasta que sube la marea, y sanseacabó. Son -después de todo- castillos de arena, aunque alejadísimos de las rústicas versiones que entretienen a niños en época estival. A años luz, en miras de sus minuciosos y modernistas trabajos, que maman de diversa inspiración; por caso, obras de los arquitectos Kenzo Tange o Paul Rudolph, según él mismo señala con sobrada admiración. “Ciertamente, entiendo mis castillos como diametralmente opuestos a esas fantasías frívolas que harían sentir a Cenicienta como en casa”, aclara el señor, ferviente fan del brutalismo, corriente que plasma en sus fugaces creaciones. “Siempre es un desafío: la naturaleza está en tu contra, laburás a contrarreloj. Pensar rápido y actuar aún más rápido es un estímulo. Rara vez empiezo con un plan, solo una vaga noción de intentar algo distinto en cada ocasión. Aunque la pieza nunca esté acabada: se convierte en una máquina orgánica que puede crecer, expandirse. Siempre se puede agregar algo más; si el tiempo lo permitiese, no me detendría nunca”, señala con tangible pasión quien, de purrete, solía colarse en obras de construcción de su Colorado natal, “que nunca estaban cercadas y tenían montones de arena a disposición”. Tras estudiar en la School of Visual Arts de Nueva York, comenzó con las andadas que le han valido cierta notoriedad, para las que usa balde, rastrillo y palas por él mismo diseñados, atendiendo a formas geométricas, ángulos agudos, estructuras crudas sin fútil ornamentación. Atendiendo además a que ni llueva ni golpeen las olas… al menos, hasta que no haya finiquitado, para luego volver a empezar. De cero, cada vez, valga la persistente mención.

Desarma y arma

A la odisea de hacerse de desinfectantes y papel higiénico en Estados Unidos, se ha sumado otro ítem. Inesperado ítem, dicho sea de paso: ni las propias voces del sector se creen todavía la fiebre que se ha propagado a lo largo y ancho por los… rompecabezas. Efectivamente, además de stockearse de bienes básicos, muchísimos norteamericanos han tenido la misma idea: recurrir al juego de antaño, acaso un pelín agotados sus ojos de recurrir a plataformas en línea para entretenerse en días de confinamiento. Pero como anota el Wall Street Journal desde sus páginas: “Buena suerte en conseguir alguno”, superada la oferta por la excesiva, repentina demanda. “Entre los 10 productos más buscados en la web de Amazon el martes de la semana pasada, 9 eran de limpieza e higiene personal. El otro, rompecabezas para adultos”, destaca la mentada publicación. Filip Francke, gerente local de una de las empresas líderes en el área a nivel global, la firma fabricante Ravensburger, ha pintado desalentador panorama: al parecer, es cada vez más complicado lograr que el juego analógico llegue a los consumidores. Amazon ha reducido sus envíos, privilegiando entregas vinculadas a salud; tiendas de juguetes están cerrando sus puertas en pos de aislamiento; y tanto pero tanto se han disparado las ventas (“los pedidos son infinitos”, en poéticas palabras del CEO) que las unidades disponibles vuelan como pan caliente, haciendo que muchos se queden con las ganas. En especial para los que buscan las versiones más elevadas, de mil, dos mil, cinco mil piezas. “¿Quién va a querer prender la radio o la tevé si lo único de lo que se habla es del coronavirus? La gente está cansada y necesita distracción”, aporta Brian Way, propietario de una juguetería en Saint Louis, que multiplicó por diez las ventas de la vedette de ocasión desde la semana pasada. Así las cosas: mientras el mundo se desarma, la gente arma favoritos actuales: pájaros y perros. O de antaño: mariposas, faros, sapos…

Nimiedades

Como si no hubiera suficientes preocupaciones en el mundo, ha decidido PETA meter la cuchara en la última sensación gamer, muy requerida a lo largo y ancho. Y es que, ante el éxito arrollador que ha supuesto Animal Crossing: New Horizons, flamante entrega de la clásica saga de simulación de vida, consideró la organización pro-animal que era buena idea lanzar una guía vegana para jugar “éticamente” a la nueva propuesta del gigante nipón Nintendo. Que en esta ocasión invita a “poner pie en tu propia isla desierta, donde harás nuevos amigos y descubrimientos”, permitiendo decorar a gusto, construir puentes, caminos, rampas de acceso, ríos, hacer yoga, exhibir cuadros, fabricar la propia ropa. Rodeado de una creciente comunidad de afables colegas que son… ¡animales antropomórficos!, detalle con gusto a poco para PETA, dispuesta a explotar la inocua burbuja de millones de personas al expresar disgusto con ciertas actividades que habilita el juego. Desde pescar hasta recolectar insectos es un rotundo no para la agrupación, aún siendo de fantasía, aún si efectivamente no sufren. En su lista de consejos, solicitan que los mundos virtuales customizables sean pensados para subsistir a base de frutas (para comer, para comercializar), dejando en paz a los pobres cangrejos, sin desenterrar almejas, obviando además las cuchas de perros amén de que circulen a sus digitales anchas. “Es decepcionante que un videogame en el que aldeanos de distintas especies (desde elefantes y patos hasta ciervos y cerdos) coexisten armoniosamente con humanos, aliente el comportamiento abusivo hacia peces e insectos”, subraya, reclamando a jugadores del globo pergeñar “espacios seguros para todos los animales, grandes y pequeños”. ¿Se le ha ido la olla a PETA? Puede. Cantidad de tuiteros lo han hecho notar, incluso activistas, mojándole -con ironía- la oreja, pidiéndole que se ocupe de temas realmente importantes.

Bajo la lupa: ceguera de las plantas en el arte

“Una particular cruzada contra la ceguera que el ser humano experimenta frente a las plantas, especialmente las que aparecen en obras pictóricas”. Así define el diario El País la labor del jardinero y paisajista ibérico Eduardo Barba Gómez, que denuncia ese sesgo colectivo de ignorar la flora en su flamante libro El jardín del Prado, lanzado recientemente en España. “Somos capaces de no prestar la más mínima atención a la botánica que nos rodea de manera incesante, incluso estando en la mitad de un bosque, y esa ceguera es también trasladable al mundo del arte”, destaca el varón, haciéndose eco de un fenómeno con nombre propio: plant blindness, término acuñado por los botánicos James H. Wandersee y Elisabeth Schussler hace ya dos décadas, a finales de los noventa, a través de un paper que ponía de manifiesto la preocupante falta de interés, el creciente desconocimiento de la población hacia la flora. Contra esa incapacidad de ver o notar las plantas del entorno -y en consecuencia, de reconocer su importancia vital en la bioesfera, de apreciar las singularidades del mundo vegetal, entre otras cuestiones-, batalla don Barba en el mentado título, que propone un recorrido por las principales obras del Museo del Prado, uno de los más importantes del mundo, a través de curiosa lente: atendiendo a las plantas que florecen en piezas. “El Bosco, Tiziano, Botticelli, Velázquez y Goya nos deleitan con claveles, caléndulas y milenramas”, advierte el especialista, que se ha mandado tan minucioso laburo que ha identificado a razón de 600 especies en 1.100 cuadros, advirtiendo sobre la pinacoteca detenidamente estudiada: que la rosa es la flor más representada; que el pino piñonero, el roble, el ciprés y el laurel son los árboles más repetidos; y la hiedra, la planta más presente. Desanda también la carga simbólica de las variedades; por caso, que los pétalos blancos remiten a la virginidad; los frutos rojos, a la sangre de Jesucristo; la hoja de la palma datilera, al triunfo militar; el romero, al amor, la sexualidad, la muerte… “Cuando un pintor antiguo pone una mancha de color, siempre tiene un propósito. Cuando empezás a reconocer esta grafía pictórica, te das cuenta de la potencia de los detalles”, remacha el susodicho, que encuentra que El olfato, de Jan Brueghel el Viejo y Peter Paul Rubens, es el que más y mejor representa la botánica, con más de 60 especies. “Todas sus obras tienen un grado de finura y realismo muy especiales”, aclara el varón presto a identificar floridos fragmentos. Malvas, amapolas, violetas, gordolobos y azucenas, sin más…