En su artículo “La pobreza en la abundancia”, publicado en el último trimestre de 1934, Keynes escribía que una gran discrepancia de los ingresos de los ciudadanos introduce una disparidad entre el deseo y la posibilidad de consumir. Y agregaba, refiriéndose a los agentes económicos que tienen ingresos elevados, que “en caso de incrementos de su ingreso estos solo gastarán una parte para su consumo (…) y ahorrarán la otra parte y, si bien es probable que consuman más, es casi seguro también que aumenten su ahorro en una proporción superior al incremento de su ingreso”.
Explicaba que “lo que conviene hacer es orientarse hacia un crecimiento de la parte del ingreso que obtienen aquellos que incrementarían más su bienestar económico si tuvieran la posibilidad de consumir más”.
Esta primera andanada precede lo que Keynes plasmará en la Teoría General donde explicará que los ricos consumen una parte muy pequeña de sus ingresos mientras los más necesitados consumen todo lo que ganan, lo que indica que la demanda que arrastra el crecimiento económico surge si se aumentan los ingresos de los más necesitados e inversamente que las políticas económicas de los gobiernos que buscan disminuir la parte del ingreso global que estos últimos obtienen mediante planes de austeridad o de disminución del “déficit primario” conducen al estancamiento.
La importancia del razonamiento de Keynes sobre este punto específico se debe a que platea claramente que una mayor equidad distributiva del ingreso no solo es más justa sino que es además más eficaz para el funcionamiento de la economía.
La medidas económicas tomadas por el Gobierno ya sea antes o después de la emergencia sanitaria van es este sentido. Y como puede observarse, en la mayor parte de los países se han puesto en marcha políticas de sostén de la actividad económica de dos maneras. Por un lado ayudando a mantener la capacidad de producción de las empresas en actividad, incluso en ciertos casos por medio de nacionalizaciones de hecho como en Francia, y por otro lado de sostén de la demanda como lo indicado más arriba por Keynes.
El Estado adquiere así en los hechos una centralidad en la política económica que hoy incluso le reconocen los medios y los colegas ortodoxos que otrora sostenían que su lugar era de facilitar un mayor enriquecimiento de los ricos o financiar las instituciones sin intervenir en la orientación de la economía que debe dejarse en manos de los dirigentes de las empresas que “saben” lo que hay que hacer.
Como se ha podido observar en situaciones históricas similares de tensión en el aparato productivo con mayores necesidades y recursos escasos (la movilización del esfuerzo de guerra en los Estados Unidos o en Inglaterra durante las contiendas mundiales, en la actualidad en China y Europa), la intervención del Estado en la regulación y la programación de la utilización de los insumos y la asignación de los recursos permite una eficacia económica superior.
Esta racionalización del uso de los recursos escasos, para potenciar la demanda interna, es tanto o más importante en la medida en que la pandemia va a provocar una disminución de las exportaciones en valor debido a la caída de los precios; vale decir que las exportaciones no podrán traccionar el crecimiento.
La lucha económica contra la pandemia actual debe imponer al conjunto de los agentes económicos un aporte específico, a cada uno según sus posibilidades, a los efectos de hacerlo soportable para todos.
La cuarentena y sus secuelas van a provocar un impacto recesivo adicional al de la crisis heredada de Macri, en tanto las medidas de protección sanitaria de la población van a entorpecer la actividad y la reactivación económica debido a la necesidad de disminuir los contactos entre las personas y las restricciones a la circulación. El confinamiento para limitar su propagación incidirá negativamente sobre la producción y el consumo.
Es inútil ocultar que sostener la economía y continuar su proceso de reactivación va a costar muy caro y necesitará importantes medios y el problema central es cómo se financiará.
En este punto también el aporte de Keynes es esencial ya que quizás sea uno de los únicos economistas que haya tratado este tema. En efecto, en su opúsculo “Cómo pagar la guerra”, aparecido el 27 de febrero de 1940, Keynes propuso una serie de medidas para financiar la acción bélica de Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial.
La importancia del razonamiento de Keynes es que plantea claramente que una mayor equidad distributiva del ingreso no solo es más justa sino que es además más eficaz para el funcionamiento de la economía en guerra y funcional con dicho objetivo.
La necesidad de aliar la eficacia económica con la justicia distributiva del ingreso no solo surge del buen sentido económico sino de aplicar el criterio de Rawls, que indica que una redistribución del ingreso es tanto más justa y deseable no solo porque favorece a los más golpeados por la crisis sino que limita las consecuencias más duras para los que menos tienen.
En la situación de emergencia tanto sanitaria como alimentaria la solución no puede dejarse al libre arbitrio de las partes aunque deba mantenerse la negociación salarial y el funcionamiento de las instituciones. Esto no obsta que el Estado deba también acentuar el control de los precios para impedir que el esfuerzo de muchos incluidos los ricos que pagarán más impuestos sea aprovechado por unos pocos inescrupulosos que pueden aprovechar del esfuerzo de todos.
Es importante en consecuencia que el financiamiento, como señala Keynes, sea aportado por aquellos que más tienen y en particular los rentistas pero no solamente. Técnicamente es necesario que se disminuya el ahorro y el atesoramiento del 10 por ciento que gana más, ya que es necesario que se incremente la movilización del potencial económico y que se fuerce, y en este sentido es justamente el rol del Estado, a la utilización del excedente económico en inversión más allá de la incertidumbre que pueda existir en los momentos actuales.
Es importante acrecentar la progresividad del impuesto al ingreso, ganancias y a bienes personales, especialmente al 1 por ciento que gana más. La carga impositiva a los activos en el exterior de los argentinos residentes deberá incrementarse de manera significativa, ya que dicho patrimonio financia las economías extranjeras en detrimento de la economía nacional. Son en parte los responsables de la caída de la inversión debido a los capitales fugados.
El incremento del poder de compra de los salarios para aumentar la demanda efectiva impone un incremento del ingreso real de los sectores menos adinerados y, como los precios son inflexibles a la baja, se debe proceder a que los precios reales de los alimentos y las tarifas aumenten menos que los salarios.
En este sentido, las empresas que administran los servicios públicos deben ser nacionalizadas puesto que en el período reciente han acumulado importantes ingresos bajo la forma de rentas de monopolio que deben ser utilizadas para el sostén de la actividad y la reactivación económica y acelerar y modernizar las infraestructuras y financiar la inversión publica.
* Doctor en Ciencias Económicas Université de Paris, Autor de “La Economía Oligárquica de Macri” Ed. Ciccus, mayo 2019