En las primeras imágenes de Un sueño hermoso, tercera película dirigida por Tomás De Leone después de El aprendiz (Premio Mejor Película Competencia Argentina el Festival de Mar del Plata 2013) y La muerte no duele, vemos un fragmento del hoy clásico formato de Función Privada. Aquel programa que emitía la Televisión Pública en donde dos hombres mayores tomaban whisky bajo la imagen icónica de Marilyn Monroe mientras presentaban películas. En el fragmento, entre Carlos Morelli y Rómulo Berruti, está sentada María Luisa Bemberg. Blusa rosada, los dedos cargados de anillos, en lugar de whisky la aclamada directora de Camila toma un té con gesto distraído. Berruti, con un tacto que hoy no pasaría ningún filtro, le pregunta por qué una mujer se puede llamar a sí misma “feminista” con orgullo, mientras que un hombre no puede decir que es “machista”. Bemberg, con un exagerado gesto de clase y sin perder la compostura, le dice en la cara: “Porque ser machista es ser fascista”.
Este diálogo ocurrió hace casi treinta años. Con astucia, De Leone lo ubica al comienzo de la película para trazar así un arco hasta la deriva de su personaje principal. Personaje que no es otro que la protagonista enana que interpreta a Charlotte en la sexta película de María Luisa Bemberg titulada De eso no se habla. “Llegué a la historia de Alejandra Podestá cuando estaba investigando para otro documental” cuenta De Leone por teléfono “y me pareció una historia interesante para contar, no solo por los componentes dramáticos, sino porque el juego, en la historia de Alejandra, guardaba elementos que tienen que ver con el cine dentro del cine”.
La historia de Alejandra y la de María Luisa Bemberg coinciden en un punto: la adaptación de la novela De eso no se habla de Julio Llinás a cine que la directora hizo con Jorge Goldemberg. Hoy quizás no se dimensione la popularidad que por aquellos años tenía el cine de Bemberg. Vista a la distancia su obra pueda compararse con el cine “de qualité” francés que los integrantes de la nouvelle vague despreciaban, es decir, películas de época, personajes anclados en dilemas morales, colores pasteles. Lo cierto es que la obra de Bemberg es un referencia oculta no siempre revalorizada por la ola de cineastas mujeres que proliferaron desde el Nuevo Cine Argentino hasta nuestros días. Bemberg era una mujer de clase alta que a los 58 años decidió dejar todo (hasta su matrimonio) para ponerse detrás de las cámaras. Producida por una joven Lita Stantic, Bemberg estrenó Momentos en el año 1981 (una historia sobre una adulterio desde el punto de vista de una mujer en plena dictadura) y supuso el inicio de una prolífica carrera cuya doble culminación fue por un lado una nominación al Oscar a mejor película extranjera por Camila, y por el otro, el trabajo con Marcello Mastroianni en la mencionada De eso no se habla en 1993.
El protagónico de su última película supuso un problema para Bemberg ya que se trataba de una historia de amor entre un hombre mayor y una mujer enana. Encontrar a la persona que encarnase el papel, que tuviera dotes actorales y la experiencia necesaria como para llevar adelante la acción, no fue una tarea fácil. Ahí es donde el camino de Alejandra se cruza con el de María Luisa. Hasta los 13 años, Alejandra apenas había salido de su casa. Se había quedado libre en el secundario y vivía recluida con su madre en el barrio de Agronomía, quien la sobreprotegía porque no quería someterla a una exposición social, aunque también la condición de enana de su hija la avergonzaba. Alejandra vivía un cuento de hadas opaco puertas adentro, alejada de los estigmas sociales que marcan la vida de las personas enanas pero presionada por los deseos ambiguos de su madre. “Ese giro es interesante” dice De Leone “¿Por qué razón una directora como Bemberg, que había hecho 2 millones de espectadores con Camila y gozaba de un prestigio como cineasta, decide de protagonista a una chica enana, ignota y darle un protagónico con una figura internacional como Mastroianni? En cierto modo, puso a la vida de Alejandra en otro lugar.”
Ese otro lugar supuso una prolongación del lugar de ensueño. Si bien hacer una película era una posibilidad de vida diferente, el contacto con “el mundo real” no dejaba de estar condicionado por el modo de vida de una estrella de cine, siempre al borde de la irrealidad, cuyos límites se encuentran alterados por la fama y la ambición por el éxito. De pronto, Alejandra se había convertido en una estrella. Conoció el mundo del cine desde adentro; los cuidados, los catering, las fiestas, la mística de un rodaje (cuando las cosas salen bien, claro). Y mientras actuaba una fantasía guionada por su directora, vivía lo que Alejandra llamó como “un sueño hermoso”. Un paréntesis prolongado en donde su vida marcada por el estigma social y su personaje se fusionaron rápidamente.
Como Norma Desmond en Sunset Boulevard de Billy Wilder, el éxito efímero y pasajero pero de una enorme y súbita exposición (la película estrenó en Venecia y tuvo un recorrido internacional importante), la acorralaron contra los límites de su realidad estigmatizada por el peso de la mirada social. Alejandra no pudo despegarse del personaje que había interpretado. En cierto modo, su vida como mujer también representaba la fantasía de las mujeres de la época que tanto le atraían a María Luisa Bemberg. Mujeres acorraladas que buscan un atisbo de libertad, una forma de control, precario y desesperado, sobre la propia vida y el propio cuerpo. Pero en la vida de Alejadra había un doble juego que después del rodaje y del estreno no pudo aprovechar como una herramienta para su propia vida. En el documental de De Leone se escucha un audio de una entrevista rescatada en donde Alejandra dice que no haber entendido el final de De eso no se habla. Allí, Charlotte abandona al hombre que luchó para casarse con ella y se une a una compañía de un circo para vivir una vida propia. Para Alejandra, la vida de Charlotte representaba un misterio porque en el fondo no dejaba de ser su propia vida.
El viaje que hace Alejandra en Un sueño hermoso deriva en una pesadilla cuyo final trágico se percibe como un golpe de realidad. Encerrada en su casa de la calle Nueva York, en el barrio de Agronomía, Alejandra no pudo volver a actuar. El final de Alejandra, dice De Leone, se redimensiona con la película que protagonizó. “Creo que el personaje que interpretó le dio, por primera vez, una posibilidad real de libertad muy grande. En la película de María Luisa, Alejandra es una chica enana que tiene una vida sexual activa, que está libre y tiene un hombre que la desea y que lucha contra estigmas e impedimentos sociales. Alejandra, hasta no salir de su casa materna, no pudo entender. Con el correr de los años, entendió que no solo el mensaje de la película sino su propia vida durante la película habían sido un gran momento de libertad. Ella misma lo dice: le hubiera gustado hacer la segunda parte de la película. Un poco porque necesitaba que alguien le escribiera cómo era vivir en libertad”.
Debido a la cuarentena, Un sueño hermoso de Tomás de Leone tendrá su estreno en la Argentina por la plataforma Cine.Ar a partir del 9 de Abril.