“Allí donde está mi fortuna, está mi corazón”, Evangelio según San Mateo.
“Este sistema ya no se aguanta. Tenemos que cambiarlo, tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos” , Papa Francisco, mensaje en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, a los movimientos populares, febrero de 2018.
“Sólo un gobierno mundial puede enfrentar los grandes desafíos de la humanidad” , José Mujica, ex presidente del Uruguay, abril de 2017.
Los protagonistas cruciales del mundo offshore son cinco en la actualidad:
1. Las “guaridas fiscales”, piadosamente llamadas “paraísos” por los medios masivos.
2. La banca global.
3. Las restantes corporaciones multinacionales.
4. Las grandes consultoras globales en auditoría e impuestos.
5. Los estudios legales especializados. Estos son los facilitadores (enablers) de la fuga de capitales, la evasión tributaria y el lavado de activos por parte de las grandes corporaciones y los ricos globales.
Argentina no podía ser una excepción, dada su historia. Por el contrario, ha estado y se mantiene en la vanguardia –dicho esto con ironía– de estos desarrollos. En particular, resulta digno de especial análisis el desempeño del país a propósito del desafío que plantean las guaridas fiscales para su cada vez más menguada autoridad soberana.
En un contexto en el que los organismos multilaterales muestran cada vez con mayor claridad sus sesgos y limitaciones, resulta imperioso adoptar acciones regionales de los países del Sur para hacer frente a esos desafíos. Lamentablemente, en muchas zonas del mundo en desarrollo, como es el caso de América latina, las acciones regionales “defensivas” son hoy marginales.
En una perspectiva global, las cuestiones más relevantes parecen resultar:
a) La crucial discusión pendiente –y la ausencia de acciones globales pertinentes– acerca de la nueva arquitectura financiera, que debe incluir a la banca global, las guaridas fiscales, el financiamiento y las reglas de comportamiento de las empresas multinacionales no financieras y los indispensables mecanismos de reestructuración de deudas soberanas entre sus capítulos principales.
b) La creación, al nivel de las Naciones Unidas, de una autoridad tributaria global con el objetivo de impulsar la armonización impositiva, desarrollar métodos globales para controlar el incumplimiento fiscal y promover una colaboración efectiva de las administraciones tributarias y aduaneras entre naciones y regiones.
c) También deberían adoptarse tributos de alcance global, con un triple propósito: combatir el rampante aumento de la desigualdad socio-económica en ingresos y riqueza; atender a las migraciones forzosas; y mitigar los grandes daños resultantes del cambio climático y el deterioro de la biósfera, financiando además las acciones necesarias para proteger a sus víctimas.
d) Por fin, el más importante y complejo problema, la reforma del sistema de las Naciones Unidas, para asegurar su efectiva democratización (un muy dificultoso y esencial objetivo político en un mundo tan asimétrico, preso de un resurgimiento binacionalista y con múltiples centros de poder) y el rediseño de sus instituciones económicas (imposible tarea, si los dogmas económicos dominantes del presente no fueran puestos en cuestión).
Sin embargo, el mundo se dirige en este tiempo en una dirección contraria a la que se acaba de señalar como deseable, para que fuese posible impulsar un proceso de cambios no traumáticos a escala global.
El mundo parece dirigirse por el momento hacia la insensatez “nacionalista-xenófoba”, la ruptura de los bloques de países y la propia desintegración de no pocos Estados-nación cuando los problemas globales más acuciantes (la desigualdad, la crisis ambiental y ahora la pandemia coronavirus) demandan la construcción de consensos, de políticas coordinadas e, incluso, de nuevos poderes globales.
Vale decir, acuerdos en los que, necesariamente, los Estados deberían ceder parte de su soberanía a favor de la construcción del bien común global.
Las tendencias “nacionalistas-xenóbobas” operan en una dirección opuesta y –lo que resulta quizás más grave– parecen alentar la expansión y el agravamiento de la guerra global denunciada por el Papa Francisco ante una opinión pública dominada por la pasividad.
El Estado Global del que habla –entre otros– “Pepe” Mujica podría ser undesideratum estratégico, ¿pero cómo se llegaría a él?:
a) ¿Desde una “restauración” del Sistema de las Naciones Unidas, con las necesarias y muy difíciles reformas y completamiento?
b) ¿Desde una eventual dinámica de reconstrucción multipolar, con posterioridad a un largo período de deterioro y disgregación global?
c) ¿A través de otros caminos?
"Los lugares mas oscuros del infierno están reservados para aquellos que mantienen su neutralidad en tiempos de crisis moral". La cita de Dante Alighieri es de la "Divina Comedia" (1307), obra escrita cuatro décadas antes de del comienzo del pico de la "Peste Negra" en Europa (1347) que llevó a la tumba a más de dos tercios de su población de entonces. La Peste vino de Oriente y fue una de las consecuencias impensadas del comienzo de la globalización comercial liderada por Venecia ( recordar a Marco Polo), apoyada por los recien nacidos bancos italianos, por la contabilidad por partida doble que inventó un administrador eclesiástico y por una finanzas pujantes que pudieron expandirse sin restricciones una vez que la Iglesia Católica terminó con la condena divina a la usura.
Parece no sobrarle el tiempo a la humanidad para intentar alguna vía: los desafíos de la pandemia del coronavirus, ecológicos y poblacionales, la extensión de la violencia sectaria –estatal o paraestatal–, las migraciones caóticas de la desesperación, los estallidos con raíces en la inequidad creciente y la crisis universal de los sistemas políticos demandan nuevas respuestas con urgencia.
* Licenciado en Economía Política (FCE, UBA). Especialista en finanzas, política y administración tributaria y regulación de servicios públicos.