Ahora que la magnífica novela de Gabriela Cabezón Cámara quedó como finalista del prestigioso International Booker Prize, que se otorga a obras traducidas al inglés, es el momento de leer -o volver a leer- Las aventuras de la China Iron.
La escritora argentina traía como antecedente la trilogía compuesta por La Virgen Cabeza, Le viste la cara a Dios y Romance de la Negra Rubia, antes de zambullirse a contar esta fábula transgénero donde géneros y lenguajes juegan una danza salvaje. La coreografía es la perfección de cada palabra elegida para crear una prosa de extraña belleza.
La China Iron es la mujer de Martín Fierro, un personaje que apenas tiene una línea -y ningún nombre- en la novela de José Hernández. A los catorce años, y después de darle dos hijos al gaucho, encuentra la oportunidad de huir del rancho opresivo.
Las mujeres siempre existieron, aunque fueran invisibles, y se amaron entre ellas. Así le pasa a la protagonista con Liz, y así se irá descubriendo durante el iniciático -y también delirante- recorrido de esta China criada a cintazos por los montes.
Con reminiscencias de grandes títulos de la literatura argentina como -por nombrar uno- El entenado, de Juan José Saer, la novela está repleta de hallazgos estilísticos, narrativos y construye un mundo utópico, donde el amor y el deseo se trenzan en un baile siempre gozoso, nunca apacible.
Para muestra, un párrafo de texto desbordante de reflexión y hermosura: "Me sentía viva y feroz como una manada de depredadores y amorosa como Estreya, que festeja cada mañana y cada reencuentro como si lo sorprendieran, como si supiera que podrían no haberle sucedido, sabe, mi perrito, que el azar y la muerte son más feroces que la pólvora y que podían irrumpir como irrumpen las tormentas".
La luz es tan central en esta novela como la China que le da nombre, porque será ella la que guíe a la protagonista a lo largo de su periplo que comienza con la huida de la casa conyugal y termina en una tierra ciertamente prometida.
Lo que realmente se disfruta es el viaje, las andanzas, la posibilidad de mirar de otra manera paisajes conocidos, como una relectura de la historia de la literatura argentina bajo el tamiz de estos tiempos que mujeres, lesbianas, trans y todas las existencias siempre negadas supieron iluminar a fuerza de inventar nuevas palabras para fundar su propia narrativa.
Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Camara, Editorial Random House, 2017.