A contramano de lo que prevén a diario economistas con clara orientación neoliberal, existe una menor demanda de dólares; lo que el mercado quiere es pesos, la moneda que no dejan de demonizar.
Las obligadas venta de empresas y particulares para enfrentar el pago de compromisos en pesos empuja el dólar a la baja. El precio que se pide en el paralelo se contrajo en seis pesos, pese a que el oficial subió. El dólar blue se mantiene desde el viernes pasado en 83,50 pesos, luego de haber tocado un techo el 18 de abril. El precio en el mercado informal se ubica incluso tres pesos por debajo del dólar turista, que este jueves promedió los 86,50 pesos.
Las cuevas tienen poco movimiento, casi nulo. No tienen pesos para cambiarlos por billetes verdes, además que se restringió muchísimos las operaciones por la cuarentena que impide el movimiento de personas de actividades no esenciales. Y el negocio del blue, obviamente, está incluido en esa categoría.
Más allá de la cotización que se publica, los cueveros no pagan más de 73 a 75 pesos por dólar por pequeños montos y, en contra de lo que se pueda pensar, por sumas en dólares más elevadas disminuyen el precio hasta 70 pesos. Esta distorsión en el mercado se debe a la impresionante carencia de pesos en circulación.
La escasez de pesos en el sistema es producto de la menor actividad. La emisión de pesos que obliga la política fiscal no es suficiente para aceitar el circuito. El desafío será esterilizar esos pesos cuando la actividad reanude y la velocidad de circulación del dinero, clave en esta ecuación, vuelva a valores normales.
Un peso que emite el Banco Central llega al público a través de las entidades financieras del sistema en depósitos. Este, menos un encaje, luego se presta y ese crédito sirve para luego consumir, pagar a proveedores, salarios, invertir e incluso volver a ahorrar. Los que consumen vuelven a movilizar esa emisión en sus compras y quienes venden lo utilizarán luego como transacción también. Así el mismo billete físico (emisión) se multiplica como medio de pago.
Producto de la pandemia, las restricciones bancarias y la propia cuarentena se reduce el consumo, aumenta el atesoramiento y, por ende, cae la velocidad de circulación del dinero, generando una demanda extra de efectivo para cubrir las necesidades diarias. Los cuentapropistas y quienes realizan changas son partes de esa circulación. A ellos no les llega el dinero y, por ende, tampoco lo hacen circular con consumo.
La emisión del Gobierno se enfoca para evitar la ruptura de esa cadena. En la medida en que la circulación se reduzca, y el sector privado liquide ahorros en dólares para conseguir pesos para pagar -por ejemplo- salarios, la emisión fiscal podrá compensarse. El termómetro parece ser el blue que, además de estar restringido por la propia cuarentena, evidencia una menor presión de la demanda.