Holanda dará hoy el puntapié inicial al calendario electoral de un año clave para Europa, donde los partidos tradicionales están en declive y ascienden fuerzas euroescépticas de ultraderecha con una agenda xenofóbica, sobre todo antiislam y proteccionista.
La importancia de las elecciones holandesas radica en que un buen desempeño o un sorpresivo triunfo del candidato de extrema derecha Geert Wilders podría tener un fuerte impacto en los comicios del mes próximo en Francia y en los de septiembre en Alemania. En estos países, que al igual que Holanda forman parte del núcleo fundador de la Unión Europea (UE), la derecha xenófoba también ganó un fuerte protagonismo impulsada por la crisis de refugiados, los recientes atentados islamistas en Europa y por las victorias de Donald Trump en Estados Unidos y del Brexit en el Reino Unido.
Con una tasa de crecimiento del 2,3 por ciento y un 5,4 por ciento de desempleo, la clave de los comicios de hoy no es la economía sino la cuestión de la identidad en un país de unos 17 millones de habitantes donde en los últimos años el número de inmigrantes superó al de los emigrantes.
Con esta premisa de defensa de la identidad como bandera, una treintena de partidos batallará para quedarse con alguna de las 150 bancas en juego, en unos comicios marcados por la atomización, que obligará a los principales partidos a hacer coaliciones para poder formar gobierno. De los 31 partidos que se presentan, sólo 14 obtendrían los votos suficientes para conseguir representación parlamentaria, según los sondeos, que anticipan que el próximo gobierno necesitará una coalición de al menos cuatro o cinco partidos.
Un estudio de la televisión pública NOS, que recoge una media de seis encuestadoras, concluyó una semana atrás que el Partido Popular de la Libertad y la Democracia (VVD) del primer ministro, Mark Rutte, conseguiría 25 escaños (16,67 por ciento de los votos), uno más que el ultraderechista Partido de la Libertad (PVV), de Wilders. Desde entonces, las tendencias se mantienen pese a que una fuerte crisis desatada entre el gobierno nacional y las autoridades turcas alimentó aún más el discurso xenófobo y antiinmigratorio del euroscéptico Wilders, y cobró gran importancia en el debate televisivo que mantuvo el lunes con Rutte. Ankara intentó, pese a la advertencia previa de La Haya de que no lo permitiría, enviar ministros a hacer proselitismo entre los turcos residentes en los Países Bajos por la reforma presidencialista que impulsa el partido gobernante de Recep Tayyip Erdogan, que actualmente ocupa ese cargo.
Rutte, apoyado por la canciller alemana Angela Merkel y la UE, lo impidió con firmeza y estalló una crisis que aún continúa, en la cual Turquía emitió diversas sanciones contra Holanda, a la que acusó entre otras cosas de nazismo, y de hecho impidió que el embajador holandés, de vacaciones, pudiera regresar a Ankara. Wilders hizo fuerte hincapié en esos acontecimientos para defender sus posturas, y exigió la expulsión del embajador turco en Holanda, además de insistir en la necesidad de romper con la UE, postura que, otra vez, Rutte consideró “irresponsable”.
Finalmente, los sondeos de ayer mostraron que las preferencias se seguían distribuyendo del mismo modo que siete días atrás. Sólo se había dado una leve concentración de la intención de voto hacia los candidatos del VVD y del PVV, y el primer ministro liberal sigue decidido a no formar gobierno con su principal oponente. Así las cosas, las dos semanas posteriores a las elecciones serán de tensas negociaciones para poder alcanzar acuerdos que permitan la formación de un gobierno que excluya al PVV.
El liberal Rutte, de 50 años, no confirmó con qué partidos intentará aliarse, aunque reconoció que los democristianos del CDA y los liberales de izquierda del D66 son los más cercanos al VDD “desde el punto de vista programático”.
La retórica antieuropeísta de Wilders, de 53 años, obligó a la mayoría de los candidatos a modificar sus discursos para poder interpelar a un electorado que siente que las decisiones ya no las toman los políticos a los que eligieron en las urnas, sino las autoridades de la UE desde Bruselas. Muchos holandeses sienten que Wilders es el único político que se preocupa por la pérdida de la “identidad nacional” ante el crecimiento de la inmigración musulmana, un fenómeno que comenzó hace tres décadas y se incrementó con la reciente crisis de refugiados procedentes de Siria e Irak. El ultraderechista venía encabezando los sondeos e incluso amenaza con liderar a los movimientos euroescépticos de Europa, pero en las últimas semanas comenzó a caer luego de que la detención de uno de sus custodios.
La tercera fuerza política podría ser Groenlinks (Izquierda Verde), cuyo líder, Jesse Klaver, está siendo comparado con el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, por su parecido físico, y con el ex presidente de Estados Unidos, Barack Obama, por su discurso de “esperanza y cambio”. Klaver, de 33 años, es el único político que atacó abiertamente a Wilders y logró catapultar a su pequeño partido de cuatro diputados al sitial de tercera fuerza política.
Pero en estas elecciones, la palabra clave no es cambio sino identidad y quien logre interpelar a ese electorado será el que tenga más votos. Luego empezará otra batalla, a puertas cerradas, para formar gobierno.