Desde París
La Justicia se ha convertido en una variable de peso en la campaña para las elecciones presidenciales de abril y mayo de este año. Con un día de antelación con respecto al calendario fijado, la Justicia francesa imputó al candidato conservador François Fillon por cuatro cargos ligados con la investigación sobre la actividad ficticia que su esposa e hijos realizaron en la Asamblea Nacional: desvío de fondos públicos y retención ilícita de bienes sociales son los dos principales. La imputación no es una sorpresa. Ya estaba agendada, pero no por ello la situación deja de ser excepcional: por primera vez en la historia de la Quinta República un candidato a la elección presidencial se presenta con una imputación sobre su cabeza. Cuando hace unos dos meses el semanario satírico Le Canard Enchaîné reveló que Fillon había contratado a su esposa Penelope como asistente parlamentaria durante varios períodos (1986-1990, 1998-2002, 2002-2007, 2012 y 2013) pero que ésta, al igual que sus hijos, jamás había hecho acto de presencia en la Asamblea, el candidato de Los Republicanos se comprometió a retirarse de la carrera hacia la presidencia si era imputado. No lo hizo. Muy por el contrario, armó una contraofensiva al más puro estilo del populismo conservador. Denunció un “asesinato político” y arremetió con toda la artillería contra la Justicia y los medios de comunicación. La duda, sin embargo, se instaló en su electorado, en su equipo de campaña y en los sectores más moderados de la derecha, que lo fueron abandonando al mismo tiempo que caía en los sondeos de opinión.
Lejos de rendirse, Fillon multiplicó los ataques contra la Justicia y los medios y se apoyó en su base militante para demostrar que contaba con fuerzas que lo respaldaban. El pasado 5 de marzo organizó una manifestación de apoyo en el Trocadero y, al día siguiente, el principal posible remplazante de Fillon de cara a un plan B, el ex primer ministro Alain Juppé, decidió que no tomaría su lugar. François Fillon asumió entonces el mando de una derecha dislocada con el sustento del ex presidente Nicolas Sarkozy y algunos partidarios de Alain Juppé. Ante su electorado, la narrativa del complot contra él por parte de medios y jueces prendió lo suficiente como para que, incluso si está amenazada por el ex ministro de Finanzas de François Hollande, Emmanuel Macron, su postulación no cayera en los abismos de la impopularidad. La situación del candidato que decidió “ir hasta el final” es por demás paradójica. Está imputado pero puede seguir con la campaña electoral. En principio, de aquí a la primera vuelta del mes de abril, no hay tiempo para que sea condenado. Y si, en mayo, sale electo Presidente de la República, su inmunidad presidencial lo protegerá hasta el final del mandato. Faltan 45 días para el voto y Fillon mantiene con vida la narrativa de su inocencia y del complot. La Justicia, sin embargo, no piensa lo mismo. Las investigaciones llevadas a cabo por el polo financiero encontraron indicios “graves y concordantes” de que el empleo de su esposa e hijos fue ficticio. Y no son las únicas acusaciones que hoy pesan sobre él. La prensa reveló que recibió un “préstamo no declarado” por parte de un industrial que también contrató falsamente a su esposa Penelope y que una mano misteriosa le regaló trajes por unos 50 mil euros, en su mayoría pagados al contado.
Fillon permanece inmóvil en el timón de su barco. La derecha parece no tener opciones si no quiere quedarse afuera de la segunda vuelta del próximo 7 de mayo. Esa eventualidad es muy fuerte dado que los dos hombres de la izquierda, el del PS, Benoît Hamon, y el de la izquierda más radical, Jean-Luc Mélenchon, compiten el uno contra el otro y, separados, no totalizan los votos suficientes como para llegar a mayo. Esa disputa inconciliable entre las dos izquierdas más las internas socialistas que debilitan a su candidato han beneficiado el ascenso de Emmanuel Macron. El constructor del programa económico del presidente François Hollande ha sabido recuperar los votos del centro, los de la derecha moderada que no acepta la oferta de Fillon y los del sector más liberal del Partido Socialista. Según las semanas o las encuestas, Macron le está disputando a Fillon el segundo lugar en la primera vuelta, detrás de la consolidada candidatura de Marine Le Pen, líder de la extrema derecha. No se sabe qué efecto tendrá en los votantes la imputación. Puede debilitar más a Fillon, o en cambio, mantenerlo en su puesto. No faltarán las contranarrativas que impugnarán al “sistema”, a los medios y los jueces. Lo cierto es que, al final, la derecha francesa va a las urnas con un representante que surgió como el contramodelo de la corrupción política. Fillon era un católico liberal, modesto, honrado, oriundo de la creyente burguesía provincial. Terminó pareciéndose a los integrantes del sistema de partidos y corruptela que él mismo no cesa de denunciar.