La actual crisis global generada por la pandemia de Covid-19 ha tocado, como no podía ser de otra manera en un mundo cada vez más interconectado, a la Argentina. Una gran mayoría de los países del mundo está afectado por la epidemia y lo que resulta relevante ahora es disponer de las herramientas adecuadas para poner diagnosticar, controlar y tratar la enfermedad y evitar un número elevado de víctimas fatales, tal como expone Tomas Pueyo (artículos disponibles en castellano gracias a PáginaI12). Entre la batería de herramientas de vital importancia de las que se dispone, se encuentra la detección del coronavirus de manera sensible y eficiente. Al respecto, los autores quisiéramos contar una anécdota. La misma, que nos parecía hasta hace poco uno de los tantos relatos deprimentes del mundo científico del último período neoliberal (2015-2019), muestra ahora en cambio, con la crudeza de la coyuntura, cómo el ajuste en el sistema de Ciencia y Tecnología (CyT) puede poner obstáculos en temas tan vitales y concretos para la vida de las personas.
Nuestro trabajo se desenvuelve en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Castelar (Hurlingham). Durante nuestros años de trabajo e investigación para el Estado argentino nos especializamos en varias técnicas provenientes del área de la Bioquímica y la Biología Molecular, entre ellas una técnica conocida como Real Time PCR (PCR en tiempo real). Éste es un método de detección de ácidos nucleicos muy sensible, capaz de detectar unas pocas moléculas de interés (como ARN viral de coronavirus) entre millones. Los ácidos nucleicos, recordemos, son las moléculas que contienen la información acerca de los seres vivos y los virus. Se conocen como ADN y ARN. A pesar de que en el INTA trabajamos con patógenos de plantas y animales, los principios moleculares que se aplican son los mismos que para seres humanos. La real-time PCR es la técnica denominada Gold Standard, o “Patrón Dorado”, para detectar Covid-19 en seres humanos.
Ante la demanda de otros compañeros para aprender a usar mejor dicha técnica, decidimos organizar en 2017 un curso, con el objetivo de capacitar a toda la gente de INTA que lo necesitara, usando los muy costosos equipos capaces de realizar esa técnica, adquiridos años anteriores (con un dólar mucho más barato, y la expresa iniciativa del Estado Nacional de fortalecer la soberanía nacional en el área científico técnica). Bajo nuestra propuesta, sumamos profesionales de la Estación Experimental del INTA Balcarce, lugar donde finalmente dimos el curso. La idea era capacitar a personal de INTA de varias provincias, en sintonía con la política de federalizar la ciencia que había seguido el Estado años anteriores, cuando se compraron dichos equipos tan costosos, necesarios en muchas provincias: los mismos equipos que nosotros tenemos en Castelar. Sin embargo, muchos de aquellos lugares contaban (y aún cuentan) con insuficientes niveles de desarrollo científico. Ocurre que, en Ciencia, se necesita algo que se llama “masa crítica”: no alcanza con invertir durante algunos años, o esporádicamente, sino que se requieren continuidad y capacitaciones permanentes, que permitan formar muchos científicos en diversos centros especializados e interconectados. En diversos institutos del INTA distribuidos por todo el país se habían comprado los equipos, pero aún no se contaba con los recursos humanos, ya que se trata de carreras largas, que requieren muchos años de estudio y actualización permanente.
La idea del curso en 2017 era aprovechar los recursos materiales conseguidos para producir mayores recursos humanos que manejaran la técnica. Pero ya en 2017, el ajuste del gobierno neoliberal de Mauricio Macri había mermado la disponibilidad de reactivos, que no eran suficientes. Los asistentes tuvieron penosas dificultades para poder costear su pasaje. Vaya como ejemplo que una compañera de Yuto, en el interior de Jujuy, vino al curso combinando tres líneas de micros. Varios viajaron 10-12 horas para llegar. Decidimos seguir adelante, y juntar a varias personas en grupos para la capacitación. Esto tiene una consecuencia: si en un grupo de cinco alguien pipetea (dispensa líquidos con una micropipeta de precisión) y otros cuatro miran, se aprende menos, porque no todos ejercitan la experiencia. En 2017 ni siquiera había plata para la comida de los profesionales, aún cuando la estación INTA de Balcarce hizo un esfuerzo y facilitó algunos fondos. Los profesionales que íbamos a impartir el curso nos movilizamos en autos institucionales compartidos para ahorrar pasaje de micro, con recursos apenas suficientes para nafta, peajes y alojamiento. Manejaba uno de nosotros. La capacitación pudo brindarse. Observamos que había mucha demanda, con muchos interesados; y que mucha gente se había quedado afuera.
Aquí cabe hacer otra aclaración: en el ámbito científico abundan las ganas de aprender, capacitarse, hacer cosas. Como en general la paga es mediocre, sólo hace Ciencia el que le gusta. Nadie en su sano juicio lo hace porque le guste ganar plata. A la gente de este ámbito le gusta la Ciencia; le gusta discutir, obtener resultados, entender qué pasa. Cómo se propaga un virus, por ejemplo.
Para asistir a la demanda de los que habían quedado afuera, en 2019 organizamos un nuevo curso, esta vez en INTA Castelar. Pero en ese año la situación del ajuste ya era mucho más crítica: había todavía menos fondos para ciencia (mientras que, por otro lado, se pedían fortunas al FMI, con intereses impagables). Esta vez, no pudo viajar nadie: sólo pudieron asistir los que residían en Buenos Aires, llegando en colectivos o autos particulares financiados por ellos mismos. En lugar de haber poca plata para reactivos, sencillamente no había plata. Ni un peso para nadie. De todas maneras, se decidió seguir adelante con el curso, convencidos de que, en épocas de ajuste feroz, lo que jamás hay que perder son los recursos humanos, que en definitiva son los más importantes. Sabíamos que los representantes del Consenso de Washington, en el poder en Argentina, era éso lo que buscaban: desalentar, deprimir, expulsar al personal profesional, para mejor someter a largo plazo al país, al privarlo de recursos humanos capacitados en todos los ámbitos. Decidimos no rendirnos, y hacer el curso en computadora: observando resultados viejos obtenidos por los docentes años anteriores. Así capacitamos más alumnos, ya totalmente a pulmón (con apenas fondos para café durante el intervalo de clases). El curso sirvió, la gente aprendió; pero esta vez, en lugar de que alguien trabaje en el laboratorio y otros cinco miren, no hubo práctica para ningún alumno. No usamos insumos plásticos esenciales para llevar a cabo las reacciones, no usamos reactivos de biología molecular, ni usamos equipos: vimos todo en fotos y en presentaciones.
Recordemos lo aclarado más arriba: está técnica es considerada el patrón de detección del virus que está ocasionando una pandemia global, Argentina incluida. No podemos decir que el resultado de esta pandemia en Argentina vaya a depender de esas capacitaciones, pero el mensaje está claro: menos gente capacitada puede ser la diferencia en temas vitales.
En INTA hay profesionales especializados en esta técnica que están aprendiendo, sobre la marcha, a detectar coronavirus. Como es una situación muy delicada, y como cada tipo de detección tiene sus protocolos, el aprendizaje lleva su tiempo: no se puede hacer algo chapucero en un tema de vida o muerte. Así, en plena crisis, los profesionales del Instituto Malbrán están otorgando capacitaciones de las que participan algunos compañeros de INTA, entre ellos docentes del curso que dictamos, que ya tienen claro cómo cuantificar patógenos y cómo dar un resultado, de manera de no dar falsos positivos o, peor aún, falsos negativos (gente a la que se le dice que está sana, pero en realidad, está enferma). Dentro del sistema nacional de CyT, ya hay 600 voluntarios en todo el país que conocen la técnica de PCR en tiempo real, para, en caso de que sea necesario, usar esa herramienta y los equipos que el Estado Nacional adquirió antes de 2015, para detectar este nuevo patógeno en humanos. Esto no es exclusivo de Argentina: en países desarrollados como Reino Unido, el primer ministro, neoliberal, acepta que gran parte de la población va a infectarse y que muchos se van a morir.
Para cerrar, sólo queríamos notar que este es sólo un ejemplo de cómo el ajuste, en definitiva, nos puede llevar a la enfermedad y la muerte; y de cómo no debemos, nunca más, volver a elegir un gobierno neoliberal.
* Ángel Adrián Cataldi es Dr. en Química, Grupo Escherichia coli Enterohemorrágico Virulencia y Vacunas, investigador del Conicet. Carlos Augusto Manacorda es Dr. Biología Molecular-FCEyN-UBA, investigador del área virus de plantas. Viviana Pedroarias es responsable técnica del Laboratorio de Detección de Organismos Genéticamente Modificados. Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).