Acechado por el fantasma de la depresión, hace 20 años se suicidaba Mirko Saric, en su casa del barrio porteño de Flores. El volante juvenil de San Lorenzo, que fue hallado colgado de una barra que su hermana utilizaba para hacer gimnasia, tenía un presente prometedor, a punto tal que el Real Madrid había ofrecido por él unos diez millones de dólares, algo considerado "insuficiente" por el club azulgrana, donde el jugador hizo todas las divisiones inferiores hasta llegar a Primera. "Jugaba, había firmado el contrato, las mujeres lo perseguían, tenía familia. Todo perfecto", relató consternado Oscar Ruggeri, por entonces su entrenador en el Ciclón. 

En las últimas cuatro décadas, a San Lorenzo le pasó de todo: descenso y pérdida de su cancha que devino supermercado, pero también una consagración récord en el fútbol argentino (el Clausura 2001) con el DT chileno Manuel Pellegrini, la obtención en 2014 de su única Copa Libertadores de la mano de Edgardo Bauza, y el sueño concreto de volver a erigir un nuevo estadio en Boedo. En el medio se ahorcó Saric. "San Lorenzo perdió a un hijo", fue el doloroso comunicado emitido en la medianoche del 4 abril de 2000 por la dirigencia del club, que además decidió suspender el viaje del primer equipo a Paraguay para disputar con Cerro Porteño un encuentro por la Copa Libertadores.

En los papeles, Saric -un porteño nacido el 6 de junio de 1978- era hijo de Ivana y Ante, croatas nacidos en Zagreb. También tenía tres hermanos. A ninguno de ellos dejó siquiera una carta explicando su decisión. “Mirko estaba deprimido y con tratamiento psicológico, porque era muy sensible; no aguantaba la presión de jugar al fútbol en Primera y le molestaba hasta lo que le gritaban de la tribuna", afirmó Mirna, una de sus hermanas mayores, horas después del fatal desenlace.

"Mi mamá está 'muerta' en vida, no pudo hacer nada porque no pudo ni agarrar un cuchillo para cortarle la sábana. Cuando ella lo encontró, Mirko ya estaba en muerte cerebral", afirmó por su parte Martín, el hermano menor que ese año se desempeñaba en Sportivo Luqueño de Paraguay y que al año siguiente, tras lograr el ascenso a Primera con Nueva Chicago, pasó por el fútbol de Croacia, Eslovenia, Israel, Rumania, Estados Unidos y México. 

Fue el DT Carlos Aimar quien le dio al mayor de los Saric la chance de debutar en el primer equipo de San Lorenzo, el 22 de diciembre de 1996 ante Unión. Ingresó en lugar de Néstor Gorosito, nada menos. Mirko era un volante al mejor estilo Fernando Redondo, con buen manejo de pelota. Tres años después de su debut se rompió los ligamentos cruzados de la rodilla derecha, en un partido de reserva ante River. En paralelo, el sueño del pibe de jugar al fútbol se mezclaba con la pesadilla de la fama. Y así entró en una profunda depresión.

Saric no tomaba la medicina que entonces le recetaba su psiquiatra por temor a que pudiera dar positivo en un control antidoping. Así, un torrente de sensaciones negativas fue el que en el año 2000 atrapó al jugador, dado que ingresó en un cono de sombras del que nunca pudo emerger. Cuando en su entorno quisieron reaccionar, ya se había concretado el peor de los finales.

"Un día me golpeó la puerta y era él. Se sentó en la cama, me miró y me dijo: 'No le encuentro sentido a la vida'. Un testimonio así te descoloca. Lo llamé a su papá, le conté y me avisó: 'Quedate tranquilo, está tratándose con un psiquiatra'. Y después pasó lo que pasó", relató el por entonces técnico Ruggeri. "Me quería decir algo y no pude entender su mensaje", concluyó el campeón mundial en México ’86 con la Selección.

Pero en casos límite como el de Saric, la tranquilidad fue el peor rival. Y la atención psiquiátrica que recibió acaso resultó deficitaria. Quien peor la pasó fue la madre del malogrado futbolista, que fue a despertarlo para ofrecerle el desayuno y lo encontró ahorcado con una sábana. 

Saric jugó 41 partidos y metió 5 goles. Si bien ninguna situación deportiva debería llevar al suicidio, evidentemente algo atormentaba al promisorio jugador de 21 años que lo tenía todo, pero apenas pudo disfrutarlo.


Malogrados internacionales

Superados por contingencias de índole diversa, incluso por el hecho de transformarse en jubilados a los treinta y pocos, la depresión condujo tristemente a algunos jugadores a poner punto final a sus vidas. Por caso, el arquero Abdón Porte fue uno de los primeros ídolos de Nacional de Uruguay. Pero en 1918 perdió la titularidad. Tras asistir a una fiesta del club, se dirigió al estadio Gran Parque Central y en la mitad del campo se disparó: sólo tenía 25 años. 

Ramiro Castillo fue un jugador boliviano que se destacó en el fútbol argentino: entre 1987 y 1993 jugó en Instituto, Argentinos Juniors, River, Rosario Central y Platense. Antes de disputar la final de la Copa América de 1997 con su seleccionado, su hijo fue internado por hepatitis. Dos días después, el niño murió. Castillo no pudo superar la pérdida y se ahorcó a los 31 años.

Asimismo, el alemán Robert Enke jugó en Borussia Mönchengladbach, Benfica y en 2002 llegó al Barcelona. Pero sufría depresión y su paso por España no fue bueno. Continuó su carrera en Fenerbahçe y Tenerife, hasta que decidió regresar a su país en 2004 para atajar en el Hannover, donde retomó su gran nivel e incluso fue convocado por su seleccionado a la Eurocopa de 2008. Tras la muerte de su hija de 2 años por una enfermedad del corazón, se arrojó a las vías del tren. Tenía 32 años.

También hubo ex jugadores absorbidos por la depresión que se suicidaron. Entre los nombres más destacados está el suizo Joan Gamper, que en 1899 fundó el Barcelona FC, donde fue jugador y presidente. Pero al apoyar la causa del nacionalismo catalán, debió exiliarse. Se pegó un tiro a los 52 años.

Sándor Kocsis fue subcampeón con Hungría en Suiza 1954 y con 11 tantos fue el goleador de aquel Mundial. Vistió la camiseta del Barça de 1958 a 1965 hasta que se retiró a los 37 años. En 1979 estaba luchando contra el cáncer y se lanzó al vacío desde el séptimo piso de un hospital en Barcelona. Tenía 49 años.


La triste lista de los jugadores argentinos

Cinco arqueros y un volante forman parte de la penosa lista de futbolistas argentinos que se quitaron la vida. Alberto Pedro Vivalda debutó en River, pasó por Chacarita y Racing antes de llegar a Millonarios en 1982. Fue ídolo de Colombia. Se retiró en Racing en 1990 y cuatro años más tarde se arrojó a las vías del tren a los 37 años, acuciado por problemas familiares y económicos. 

El 20 de septiembre de 1999, Luis Ibarra, arquero suplente de Tigre, tras asesinar a su mujer se lanzó al vacío desde la terraza del edificio en el que vivían con sus dos pequeñas hijas. Tenía 34 años.

El 4 de febrero de 2003, Sergio Schulmeister, arquero de Huracán, fue encontrado por la policía en la cocina de su casa en Boedo colgado del cuello con una correa. Ya había intentado quitarse la vida en septiembre de 2001, cuando se había cortado el cuello. 

En enero de 2008, el santafesino Mariano Gutiérrez, después de atajar para San Martín de Burzaco en un amistoso de pretemporada ante Deportivo Laferrere, se ahorcó en su casa de San Francisco Solano. La esposa, embarazada de tres meses, halló su cuerpo.

Pese a compartir plantel con Diego Maradona y Claudio Caniggia en Boca, Héctor Larroque fue eterno suplente de Carlos Navarro Montoya. Tras pasar por Godoy Cruz, San Miguel y Estudiantes de La Plata, se retiró en 2010 atajando para Sportivo Italiano. Un año después fue hallado colgado en la terraza de su domicilio en Buenos Aires, deprimido por la pelea por la custodia de su hija y también por su retiro del fútbol.

Julio César Toresani ganó tres títulos con River en los '90, pero también jugó en Boca. Logró el ascenso en 1989 con Unión y eso no lo privó de jugar en Colón, donde tras ser expulsado discutió feo con Maradona en la vuelta del Diez al equipo xeneize. El año pasado, ya retirado y tras incursionar en varios clubes como DT, se ahorcó en un hotel del predio de la Liga Santafesina de Fútbol. Tenía 51 años y padecía un grave cuadro de depresión, producto de una mala situación económica, dificultades para reinsertarse en el mundo de la dirección técnica y en su propio hogar, ya que el ex volante estaba acusado de violencia familiar.

Un sitio aparte tiene el árbitro Fabián Madorrán, quien en 2004 se disparó en la boca tras haber sido dado de baja por la AFA, que por entonces conducía el intocable Julio Grondona.


Revelaciones en medio del dolor 

El tiempo pasa, pero el dolor en el seno de la familia Saric no cesa. A veinte años de la tragedia, la madre de Mirko reveló la causa por la que asegura que su hijo se quitó la vida. "Mirko estaba feliz porque había sido papá. Era una chica del barrio y sabíamos cómo se manejaba cuando él estaba concentrado… Estaba seguro de que ese chico era suyo, me decía que era chuequito como él. Estuvo al lado de la madre todo el embarazo y cuando nació, le cambiaba los pañales, le compraba de todo", dijo Ivana Saric a Infobae, y abundó sin consuelo: "Pagó fortuna por un ADN para él, la madre y el nene, que dio negativo. Si ese hijo hubiera sido suyo, no se habría matado. Los compañeros que tenía en San Lorenzo le regalaron de todo para su hijo. Imaginate la situación de tener que volver al club y contarles la verdad. Tenía miedo de que en la cancha le gritaran de todo. El fútbol es un ambiente muy machista".

Por último, Ivana contó que hace cuatro años quedó viuda de Ante Saric, quien murió de cáncer. "A mi marido la muerte de Mirko lo mató por dentro. Su ilusión era verlo jugar. Trabajaba todo el día, pero no había partido en el que no estuviera. Hoy descansan juntos en paz", concluyó.