El 15 de febrero, el directorio de Conicet informó que para los próximos ingresos a la Carrera del Investigador Científico tan solo dispondría de 450 vacantes para más de mil concursantes. En esa misma reunión, anunció la reducción de la representación de las ciencias “puras” de un 80 a un 50 por ciento, y el crecimiento paralelo (de un 20 a un 50 por ciento) de los “temas estratégicos y de tecnología”. De manera que la ciencia y la tecnología quedarían a mano, en un 50/50. La decisión agitó las aguas del mundo científico y fue Dora Barrancos, directora del área de Ciencias Sociales, quien votó en contra de la moción. En aquel entonces argumentó que se trataba de una medida “peligrosa”, ya que “las básicas son las responsables de estimular a las aplicadas y por ello son centrales”.
Hace apenas unos días, Miguel Laborde, vicedirector de Asuntos tecnológicos, junto al director Tulio Del Bono redactaron una declaración con el propósito de saldar tal escisión, y defender la normativa que “ha generado una incomprensible reacción en algunos sectores del mundo de la ciencia argentina”. En esta línea, plantearon la reorientación del sistema científico argentino hacia un paradigma de trabajo capaz de responder a las necesidades de la sociedad. A un lado y al otro de la cama, las autoridades se cubren bajo una sábana común: el Conicet está en crisis y ello es innegable.
–¿Cuál es el objetivo de la declaración firmada por ambos?
Del Bono (D.B.): –Buscamos fundamentar las razones por las cuales gran parte del Directorio decidió que los próximos ingresos a la Carrera del Investigador Científico en Conicet, sean el 50 por ciento para temas libres y el restante destinado a temas estratégicos. Tratamos de responder a algunas críticas enunciadas por personas que no comprendieron cuál era nuestro propósito.
–¿A qué tipo de investigaciones denominan “libres” y cuáles “estratégicas”? Pienso que existen bastantes clasificaciones como para seguir creando.
Laborde (L.): –Hace años, años el Ministerio de Ciencia y Técnica definió una serie de temas estratégicos, al que pueden acceder todos los investigadores del Consejo. Desde aquí, la idea de aumentar el porcentaje de investigaciones sobre temas estratégicos y tecnológicos pretende brindar respuestas a las necesidades del país. En la actualidad, el 70 por ciento de los doctorandos son absorbidos por el Conicet cuando culminan su beca, de modo que no existen otras instituciones (públicas o privadas) que demanden científicos. Esto no es culpa exclusiva del Conicet, sino que puede vincularse con la cultura de un país que no termina de reconocer y comprender en toda su complejidad el trabajo en ciencia y tecnología. Los temas estratégicos y tecnológicos son transversales a las disciplinas. En el 2008, tan solo había 3 mil investigadores y en la actualidad somos 11 mil. El Estado pone mucho dinero y el investigador, como contrapartida, solo devuelve papers en revistas internacionales.
–¿Qué quiere decir con eso? ¿Desde su perspectiva habría que rever los métodos de evaluación?
L.: –Sí, se debe modificar el paradigma de evaluación. Ni siquiera se tiene en cuenta el contenido porque solo importa dónde se publica. En definitiva, nuestros científicos terminan por trabajar para las editoriales extranjeras.
–Pero ustedes, como miembros del Directorio, son los encargados de modificar esta realidad. ¿Qué solución plantean?
D. B.: –En la ciencia libre, los temas son definidos con libertad por el propio investigador. En cambio, cuando los desarrollos son tecnológicos se enfocan en los asuntos que le afectan a la sociedad. El Gobierno anterior elaboró un plan para resolver las necesidades que afectaban a la ciudadanía. Desde aquí, mientras un tema libre se evalúa por el juicio de los pares y las publicaciones, los temas estratégicos pueden ser monitoreados por la propia sociedad. Implica una diferencia de enfoques y es lo que ha generado tanto debate en el último tiempo. En el Conicet existe temor a los cambios, es una institución que históricamente se dedicó a temas libres. Solo pretendemos una reorientación.
–Si se recorta el porcentaje de investigaciones en temas libres, ¿qué ocurre con los científicos dedicados al área?
L.: –Estamos en una crisis presupuestaria muy fuerte, en que solo el 5 por ciento del presupuesto se destina a gastos de funcionamiento y el 95 por ciento restante se concentra en salarios. El Conicet no puede seguir funcionando del mismo modo que cuando éramos 3 mil investigadores. Nos debemos un amplio debate para establecer el rumbo que debe seguir nuestra ciencia. En épocas de abundancia nadie cuestiona nada. Hay voces que anteponen las ciencias sociales a la tecnología y eso implica un error mayúsculo. No queremos ser una síntesis de la investigación libre, y además en los temas estratégicos todas las disciplinas están cubiertas y son contempladas. Hay un montón de temas estratégicos vinculados a las ciencias sociales.
–Sin embargo, pienso que el enfoque que plantean otorga un rol secundario a las ciencias sociales y a las humanidades.
L.: –Me parece que es un debate que hay que brindar. Quizás sea necesario sacrificar la ciencia libre o fundamental, en función de temas que interesen y respondan a las necesidades de la sociedad. Y cuando señalo “sociedad” no me refiero a la empresa privada porque está comprobado que el sector empresarial no toma científicos de Conicet. El crecimiento fue tan caótico que el Consejo se ha constituido en el único organismo referente de ciencia y técnica.
–Pero que el crecimiento haya sido caótico tiene que ver con una decisión de ustedes que, en definitiva, son quienes están al frente...
L.: –Estoy de acuerdo. Por supuesto, hacemos autocrítica.
D. B.: –Pienso que se trató de un crecimiento que respondía a una demanda sin ningún lineamiento. Por eso es importante comenzar a orientar los ingresos de aquí en adelante. Si realmente, somos ciencia (por la C) y tecnología (por la T), no veo cuál es el problema en dedicar mitad a ciencia libre –decidida por el propio investigador– y la otra mitad consensuada –de acuerdo al plan estratégico–. Lo que se plantea no es una simple disputa de cargos, sino un cambio en el rumbo.
–¿Creen que el ordenamiento y el equilibrio que proponen prevé una nueva fuga de cerebros? Hay científicos que desarrollaban temas que ya no serán considerados.
D. B.: –Allí hay un error conceptual. No veo por qué los cerebros argentinos deberán huir despavoridos del país si se les plantea la posibilidad de trabajar en temas estratégicos de interés social. Por el contrario, pienso que deberían llover propuestas de investigadores que quieran poner todo su conocimiento al servicio del país.
L.: –Hay una infinidad de temas estratégicos y tecnológicos que se pueden encarar desde las ciencias libres y fundamentales. Que sean estratégicos no quiere decir que sean necesariamente aplicados. Además, se pueden rever de manera constante. Nosotros prevemos una actualización periódica al respecto. Pueden surgir nuevos temas todo el tiempo.
D. B.: –En plena Guerra Fría, por ejemplo, para los gobiernos de Estados Unidos y la URSS, los temas estratégicos giraban en torno a la matemática y a la química, a partir de los cálculos orbitales de los satélites y el diseño de mejores combustibles. Por lo tanto, consiste en un error conceptual afirmar que las ciencias básicas no desarrollan un enfoque aplicado o tecnológico.
–Por otra parte, de diciembre a esta parte, se sucedieron movilizaciones y plenarios realizados por agrupaciones de becarios que reclaman el ingreso de quienes fueron recomendados y aun no resuelven su situación. ¿Qué piensan al respecto?
L.: –Toda la negociación la llevó adelante el MinCyT. Si el Ministerio hubiera otorgado los 100 millones de pesos para los cargos que se solicitaban, el conflicto se hubiera solucionado mucho más rápido. En este sentido, fueron ellos quienes decidieron prorrogar las becas y reubicar en universidades a los recomendados. Por otro lado, al haber crecido tanto el sistema científico, las universidades se desatendieron, se despreocuparon de los problemas y comenzaron a partir los cargos de dedicación exclusiva en cargos simples. El Conicet está en crisis, no podemos hacer como si todo siguiera igual.
–Si el Conicet está en crisis, ¿qué queda para el futuro?
L.: –Este es el primer año en que realizamos una convocatoria a conciencia en relación a las posibilidades disponibles. Antes, no existía demasiado control y decidimos 900 ingresos sin tener fondos. Entonces, más allá del ajuste y de la reducción de ciencia y técnica en el PBI, la organización constituye un dato positivo.
D. B.: –Ha llegado la hora de que nuestros investigadores concentren sus esfuerzos al servicio de la sociedad. Por ejemplo, en estudios sobre educación y economía. No generamos soluciones para el nivel educativo de nuestros niños, ni contamos con respuestas económicas autóctonas.